Resulta
llamativo que un emigrante siciliano como Frank Capra
constituya uno de los mayores ejemplos de patriotismo americano. Su biografía
personal estuvo marcada por su compromiso con el ejército de su patria de
adopción, sirviendo primero en el frente como soldado durante la Primera Gran
Guerra, y dirigiendo en la Segunda un puñado de documentales que se
convirtieron en otros tantos documentos imprescindibles para curiosos e
historiadores.
En
cuanto a su trayectoria como cineasta en la industria hollywoodiense, Capra
supo plasmar como ningún otro director el espíritu americano en sus valores más
positivos, derechos civiles y libertades. Sus personajes, que interpretaron
auténticas leyendas de las carteleras como Gary Cooper o James Stewart, fueron
para el público grandes paladines, héroes cotidianos que se rebelaban contra la
injusticia y se crecían ante los poderosos prepotentes. El Stewart de ¡Qué bello es vivir! es un verdadero
santo laico, la Jean Arthur de Vive como
quieras o Caballero sin espada,
es el prototipo de mujer libre y fuerte, una moderna Juana de Arco capaz de
enfrentarse a cualquier tirano.
Capra
sabía cómo meterse en el bolsillo al público, tocando como ningún otro los
resortes emocionales más profundos. Como modesto homenaje a la inmensa figura
de Frank Capra, os dejamos el enlace (clic en la foto)
para visionar la escena final de ¡Qué bello es vivir!,
que se ha convertido con el paso de los años en el mayor clásico navideño en
las televisiones de medio mundo. Disfrutad unos minutos de la emoción que
producen las imágenes.
Próxima
entrega: Gloria Grahame
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