Nacido
en Valencia en 1569, Guillén
de Castro fue
uno de los más eminentes dramaturgos de nuestro Siglo de Oro.
Descendiente de los Castro, los Palafox, los Ariza y los Moncada,
entre otros, Guillén pertenecía a una familia ilustre. Fue soldado
y obtuvo una capitanía al frente de una compañía de caballería
encargada de defender la costa valenciana de los frecuentes ataques
corsarios. Sirvió en su tierra a Carlos de Borja, el duque de
Gandía, como procurador general, y en Italia al conde de Benavente,
virrey de Nápoles, como gobernador de Scigliano. De regreso a
Valencia, sufrió una larga enfermedad que le mantuvo convaleciente
varios años, y finalmente, animado por muchos amigos que ponderaron
sus dotes poéticas, se decidió como tantos otros en su tiempo, a
cambiar la espada por la pluma, y abrazar la profesión de las
letras.
Hacia
1619 marchó a Madrid con un empleo al servicio de Juan Téllez-Girón,
el hijo del poderoso duque de Osuna, a quién dedicaría de allí en
adelante la mayor parte de su producción literaria. Eso de ampararse
en un protector era muy común en la época, y permitía a los poetas
dedicarse a la escritura teniendo asegurado el sustento. Guillén se
integró en la vida literaria de la corte madrileña, donde iba a
transcurrir la mayor parte del resto de su vida, participando en
justas poéticas, tertulias, y estrenando sus dramas y comedias en
los corrales que atraían a un numeroso público.
En
el mundo teatral de la España barroca conviene hacer distinción
entre los llamados “poetas”, que escribían las piezas teatrales
(es el caso de Guillén de Castro) y los que la gente llamaba
“autores”, que eran quienes dirigían las compañías teatrales y
representaban las obras (autos). En algún caso se daba la condición
doble. Tanto autores como poetas tenían sus partidarios y sus
detractores, que en ocasiones se empleaban con saña organizando
abucheos y altercados en los estrenos. Entre los partidarios de
Guillén había nombres tan ilustres como Cervantes, Gracián o el
mismo Lope, a cuya escuela (la lopista) se adhirió nuestro hombre.
Como curiosidad, uno de los “autores” que solía representar las
obras de Guillén de Castro fue Antonio de Prado, padre de la
representanta (actriz) María del Prado, que hacia la mitad del XVII
fue famosa en Castilla y Aragón, y en Zaragoza protagonizó algún
lance amoroso nada edificante con Lope Ruiz, también conocido como
El Caminante de los tejados, personaje que
aquí en casa Bigotini, nos resulta especialmente familiar y
entrañable.
Características
de la obra dramática de Guillén son la grande, a veces exagerada,
distinción que hace entre los sexos, componiendo personajes
masculinos fuertes, rudos, incluso salvajes en ocasiones, mientras
que la mujer, la mayor parte de las veces protagonista de sus obras,
aparece inteligente y decidida. Muchos de sus personajes pertenecen a
la alta nobleza, escaseando en sus repartos los labradores y los
rústicos, y limitando los escuderos, criados y graciosos a una
intervención muy breve. Son originales de Guillén de Castro la
“dama donaire”, tipo femenino algo impropio del barroco, casi
renacentista, y el caballero “lindo”, atildado y algo afeminado,
antecedente dramático del “galán de figurón” que aparecerá en
décadas posteriores en comedias más modernas como El
lindo Don Diego de
Agustín Moreto.
Sujetos
recurrentes en la dramaturgia de Guillén son los reyes tiranos, que
unas veces se arrepienten de su tiranía, y otras son depuestos o
asesinados por sus vasallos oprimidos. También son lugares comunes
en sus obras el fracaso matrimonial, la figura paterna, noble y
correctora de los desvíos de los hijos, o el caballero que no sabe
que lo es, pero se comporta como tal, haciendo gala de nobleza hasta
que felizmente descubre su ilustre origen.
Entre
la producción de Guillén de Castro cabe destacar El
conde Alarcos, El
amor constante, Don
Quijote de la Mancha
(obra que dramatiza las andanzas del personaje cervantino), Los
malcasados de Valencia,
El perfecto caballero,
El narciso en su
opinión, comedia de
enredo antecedente de los figurones, La
fuerza de la sangre,
Dido y Eneas,
y sobre todas, Las
mocedades del Cid,
drama histórico excepcional y una de las cumbres dramáticas del
barroco español, obra que tuvo amplio eco fuera de nuestras
fronteras y que inspiró a Pierre Corneille su obra Le
Cid, en la que reproduce
la trama de Guillén sin apenas cambios, e incluso plagia versos
enteros traduciéndolos al francés.
En
nuestra Biblioteca Bigotini os brindamos el enlace (clic
en la portadilla)
para acceder a la versión digital de El
curioso impertinente,
una comedia de Guillén de Castro basada en la novela del mismo
nombre que aparece en la primera parte del Quijote.
Guillén toma los personajes de Cervantes, enriqueciéndolos con
notables matices dramáticos. La pieza resulta una delicia para
cualquier lector, y especialmente para quienes amamos la inmortal
obra cervantina, que obtenemos doble satisfacción con la narración
de don Miguel y la posterior dramatización de Castro. Disfrutad su
lectura.
-Mi
marido hace ya tres días que no me habla.
-Cuídalo.
Maridos así ya no quedan.
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