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lunes, 22 de abril de 2019

GUILLÉN DE CASTRO Y LA MADUREZ DRAMÁTICA DEL BARROCO


Nacido en Valencia en 1569, Guillén de Castro fue uno de los más eminentes dramaturgos de nuestro Siglo de Oro. Descendiente de los Castro, los Palafox, los Ariza y los Moncada, entre otros, Guillén pertenecía a una familia ilustre. Fue soldado y obtuvo una capitanía al frente de una compañía de caballería encargada de defender la costa valenciana de los frecuentes ataques corsarios. Sirvió en su tierra a Carlos de Borja, el duque de Gandía, como procurador general, y en Italia al conde de Benavente, virrey de Nápoles, como gobernador de Scigliano. De regreso a Valencia, sufrió una larga enfermedad que le mantuvo convaleciente varios años, y finalmente, animado por muchos amigos que ponderaron sus dotes poéticas, se decidió como tantos otros en su tiempo, a cambiar la espada por la pluma, y abrazar la profesión de las letras.

Hacia 1619 marchó a Madrid con un empleo al servicio de Juan Téllez-Girón, el hijo del poderoso duque de Osuna, a quién dedicaría de allí en adelante la mayor parte de su producción literaria. Eso de ampararse en un protector era muy común en la época, y permitía a los poetas dedicarse a la escritura teniendo asegurado el sustento. Guillén se integró en la vida literaria de la corte madrileña, donde iba a transcurrir la mayor parte del resto de su vida, participando en justas poéticas, tertulias, y estrenando sus dramas y comedias en los corrales que atraían a un numeroso público.


En el mundo teatral de la España barroca conviene hacer distinción entre los llamados “poetas”, que escribían las piezas teatrales (es el caso de Guillén de Castro) y los que la gente llamaba “autores”, que eran quienes dirigían las compañías teatrales y representaban las obras (autos). En algún caso se daba la condición doble. Tanto autores como poetas tenían sus partidarios y sus detractores, que en ocasiones se empleaban con saña organizando abucheos y altercados en los estrenos. Entre los partidarios de Guillén había nombres tan ilustres como Cervantes, Gracián o el mismo Lope, a cuya escuela (la lopista) se adhirió nuestro hombre. Como curiosidad, uno de los “autores” que solía representar las obras de Guillén de Castro fue Antonio de Prado, padre de la representanta (actriz) María del Prado, que hacia la mitad del XVII fue famosa en Castilla y Aragón, y en Zaragoza protagonizó algún lance amoroso nada edificante con Lope Ruiz, también conocido como El Caminante de los tejados, personaje que aquí en casa Bigotini, nos resulta especialmente familiar y entrañable.

Características de la obra dramática de Guillén son la grande, a veces exagerada, distinción que hace entre los sexos, componiendo personajes masculinos fuertes, rudos, incluso salvajes en ocasiones, mientras que la mujer, la mayor parte de las veces protagonista de sus obras, aparece inteligente y decidida. Muchos de sus personajes pertenecen a la alta nobleza, escaseando en sus repartos los labradores y los rústicos, y limitando los escuderos, criados y graciosos a una intervención muy breve. Son originales de Guillén de Castro la “dama donaire”, tipo femenino algo impropio del barroco, casi renacentista, y el caballero “lindo”, atildado y algo afeminado, antecedente dramático del “galán de figurón” que aparecerá en décadas posteriores en comedias más modernas como El lindo Don Diego de Agustín Moreto.
Sujetos recurrentes en la dramaturgia de Guillén son los reyes tiranos, que unas veces se arrepienten de su tiranía, y otras son depuestos o asesinados por sus vasallos oprimidos. También son lugares comunes en sus obras el fracaso matrimonial, la figura paterna, noble y correctora de los desvíos de los hijos, o el caballero que no sabe que lo es, pero se comporta como tal, haciendo gala de nobleza hasta que felizmente descubre su ilustre origen.


Entre la producción de Guillén de Castro cabe destacar El conde Alarcos, El amor constante, Don Quijote de la Mancha (obra que dramatiza las andanzas del personaje cervantino), Los malcasados de Valencia, El perfecto caballero, El narciso en su opinión, comedia de enredo antecedente de los figurones, La fuerza de la sangre, Dido y Eneas, y sobre todas, Las mocedades del Cid, drama histórico excepcional y una de las cumbres dramáticas del barroco español, obra que tuvo amplio eco fuera de nuestras fronteras y que inspiró a Pierre Corneille su obra Le Cid, en la que reproduce la trama de Guillén sin apenas cambios, e incluso plagia versos enteros traduciéndolos al francés.
En nuestra Biblioteca Bigotini os brindamos el enlace (clic en la portadilla) para acceder a la versión digital de El curioso impertinente, una comedia de Guillén de Castro basada en la novela del mismo nombre que aparece en la primera parte del Quijote. Guillén toma los personajes de Cervantes, enriqueciéndolos con notables matices dramáticos. La pieza resulta una delicia para cualquier lector, y especialmente para quienes amamos la inmortal obra cervantina, que obtenemos doble satisfacción con la narración de don Miguel y la posterior dramatización de Castro. Disfrutad su lectura.


-Mi marido hace ya tres días que no me habla.
-Cuídalo. Maridos así ya no quedan.



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