
Su
padre, Georges Carpentier era un arquitecto francés que abandonó a la familia
durante la adolescencia de su hijo. Su madre, la cubana Lina Valmont, una
profesora de idiomas de origen ruso. La infancia de Alejo transcurrió en la Cuba recientemente
independiente de España, que en los primeros años del siglo aun conservaba el
sistema educativo del XIX español, así como las costumbres y la cultura
coloniales, al tiempo que se iba introduciendo en la isla la creciente
influencia de los Estados Unidos. En aquel ambiente, muy en contacto con los
campesinos cubanos, negros en su mayoría, que o bien eran hijos de antiguos
esclavos, o bien lo habían sido ellos mismos, el joven Carpentier aprendió a
amar su tierra y sus gentes.

En
los cuarenta residió en Haití y otra vez en México, en los cincuenta en
Venezuela. Regresó a Cuba tras la
Revolución , desempeñó diferentes cargos en el régimen
castrista y fue nombrado embajador en París, donde falleció en 1980. En 1977
había recibido el Premio Cervantes de las Letras.
En
cuanto a su obra literaria, Alejo Carpentier es el principal exponente de lo
que algunos críticos han llamado lo real-maravilloso, acaso con el único
propósito de diferenciarlo del realismo mágico que cultivaron
autores como García Márquez o Miguel Ángel Asturias. A juicio de quien esto
escribe no existe la menor diferencia. Quizá por encontrar alguna, podría
decirse que en Carpentier está más acentuada la vertiente caribeña del citado realismo mágico. El cubano conoce como
nadie la negritud. Sus novelas desprenden el perfume antillano y son fiel
reflejo de aquella cultura mixta entre lo europeo, lo americano y lo africano.
Carpentier en Francia y en cualquier parte del mundo pudo pasar por un perfecto
parisino. Conoce bien la civilizada Europa y sabe bien que en Europa todo es previsible,
porque el universo europeo se rige por las leyes físicas. Sin embargo en Cuba y
el resto del Caribe puede ocurrir la cosa más inesperada en cualquier momento.
El espacio-tiempo caribeño se distorsiona de tal manera que allá funciona la
magia, y lo mágico se apodera del mundo circundante. En Carpentier hay grandes
dosis de surrealismo, pero también de
una suerte de lo que podría llamarse neo-barroco
cubano.

Como
no hemos encontrado versión digital de El
siglo de las luces, os proponemos a cambio la lectura (clic en la portada) de una
narración breve, Viaje a la semilla,
interesantísimo ejercicio literario en el que el tiempo y la propia naturaleza
viajan hacia atrás, en un imposible milagro que ilustra a la perfección ese
universo mágico y onírico tan particular de Alejo Carpentier. Viajad, soñad…
Debemos
buscar el comienzo de todo, de seguro, en la nube que reventó en lluvia aquella
tarde, con tan inesperada violencia que sus truenos parecían truenos de otra
latitud. Alejo Carpentier, Los pasos perdidos.
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