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domingo, 29 de mayo de 2022

CORRUPCIÓN EN ROMA. LA AGONÍA REPUBLICANA

 


Los años crepusculares de la República de Roma estuvieron marcados por la corrupción generalizada entre la aristocracia y las clases dirigentes. A pesar de la corta duración de su dictadura, Sila tuvo tiempo de crear un formidable aparato policiaco que una vez retirado el dictador, quedó al servicio de la aristocracia. Los patricios, que se encontraron otra vez con todo el poder en sus manos, lo utilizaron para corromper, delinquir y robar a manos llenas. Todo lo dominaba el dinero. Los cargos electos se compraban porque una vez designados, podían multiplicar por cincuenta la inversión hecha por sus titulares. Hasta se crearon profesiones especializadas en estos sucios menesteres. Fueron los intérpretes, los divisores y los embargadores. Pompeyo, para conseguir la elección de su amigo Afranio, invitó a su palacio a los electores sin el menor recato, y allí contrató sus votos en una subasta a mano alzada. También se compraba a los jueces en los tribunales. Se cuenta que Léntulo Sura al ser absuelto por dos votos de diferencia, exclamó: ¡Qué mala suerte, he comprado uno de más! ¡Y al precio que me ha salido!



Quienes obtenían un cargo en alguna provincia se resarcían con los impuestos, con la rapiña y con la venta de sus habitantes como esclavos. Cuando a César le fue asignada Hispania, debía a sus acreedores más de quinientos millones de sestercios. En sólo un año lo devolvió todo y se dice que obtuvo otros mil millones para él. Cicerón ganó fama de hombre de bien, porque en su periodo de gobierno en Cilicia se hizo “solamente” con sesenta millones. Durante el resto de su vida lo pregonó como ejemplo de honradez. Lúculo regresó millonario de su campaña militar en Oriente. También de Oriente, Pompeyo trajo un botín de seis o siete mil millones que aportó generosamente al tesoro del Estado. Se quedó con quince mil para el suyo personal. Así Pompeyo se convirtió en el mítico príncipe de la juventud dorada de Roma.

Los banqueros prestaban dinero con gran prodigalidad a quienes tenían alguna posibilidad de conseguir un cargo. Como los senadores tenían formalmente prohibida la usura, la practicaban a través de testaferros. El mismo Bruto, ahijado de César y reputado de ciudadano intachable, se enriqueció con la usura asociándose a varios banqueros.


De aquellos años se tienen noticias de míticos banquetes con centenares de invitados, donde se servían toda clase de manjares exóticos. Una cena célebre e improvisada que ofreció Lúculo a la gente de Cicerón, costó doscientos mil sestercios. Se sirvieron mariscos, pajaritos de nido con espárragos, pastel de ostras, tetas de lechona, pescados, ánades, liebres, faisanes, pavos reales de Samos, perdices de Frigia, morenas de Gabes, esturiones de Rodas, quesos, dulces y vinos. Plutarco se encargó de anotar minuciosamente el menú.

Acaso todos los registros de derroche y lujo fueron batidos por Marco Licinio Craso, un aristócrata partidario de Sila que se enriqueció apropiándose de los bienes de los miles de seguidores de Mario a los que hizo asesinar. Craso organizó el primer cuerpo de bomberos de que se tiene noticia, pero su finalidad no fue precisamente altruista. Cuando se producía algún incendio, accidental o quizá intencionado, sus bomberos se presentaban rápidamente. Pero no lo sofocaban hasta que el propietario accedía a vender la propiedad a Craso por un precio irrisorio. Sólo entonces extinguían las llamas.


Abundaron por entonces las orgías y las fiestas con toda clase de excesos sexuales en las que participaban esclavas y prostitutas, pero también nobilísimas damas y matronas ejemplares liberadas ya del estado de sumisión de sus antecesoras. Eran mujeres tan cultas y refinadas como sus amantes y sus maridos. Se expresaban en un latín hermoso y poético, aderezado con citas literarias y mitológicas. Clodia, la mujer de Quinto Cecilio Metelo, fue durante unos años “la primera dama” de Roma. Era feminista, salía y recibía de noche, afirmaba el derecho de la mujer a la poliandria, y lo practicó sin tacañería, tomando amantes jóvenes a docenas para dejarles luego plantados con mucha gracia, pero sin remordimientos. Uno de ellos fue el poeta Cátulo, que desahogó sus celos en unos hermosísimos versos en los que encubre a Clodia tras el nombre de Lesbia.

Otro amante despechado fue Celio, que no se contentó con escribir versos, sino que denunció a Clodia acusándola de haber querido envenenarle. La llamaba públicamente quadrantaria, es decir, cuarto de céntimo, que era la tarifa habitual de las prostitutas baratas.


Con tales ejemplos, las muchachas romanas difícilmente se convertían en buenas madres de familia. Amparados en las leyes que permitían a los maridos el repudio, y por las que autorizaban a los padres a recobrar a sus hijas casadas, se sucedieron los divorcios entre las clases altas. Pompeyo tuvo al menos tres esposas y César cinco. Esta ciudad, dijo Catón, es una agencia de matrimonios políticos enmendados por los cuernos. En tales circunstancias los hijos representaban un estorbo. Se convirtieron en un lujo que sólo los pobres podían permitirse. Los grandes hombres preferían nombrar ahijados a diferentes jóvenes prometedores políticamente que formaran parte de su clientela.

Para hacernos una idea de hasta qué punto las costumbres y la forma de pensar de los romanos se habían degradado desde los heroicos tiempos del nacimiento de la República, baste el ejemplo del discurso que pronunció en el Foro todo un moralista como Metelo el Macedonio. Aquel grave orador, invitó a sus compatriotas a poner orden en sus vidas familiares, comenzando con esta frase: Yo también comprendo que una mujer es tan solo una molestia…

-¿Mamá, por qué te casaste con papá?

-¿Lo ves, Paco? ¡Ni los niños lo entienden!


jueves, 26 de mayo de 2022

PEDRO EMILIO COLL, UN CARAQUEÑO ILUSTRE

 


Nacido en Caracas en 1872, Pedro Emilio Coll era el hijo de los dueños de la imprenta Bolívar, uno de los más importantes centros de encuentro cultural y literario de la Venezuela de aquel tiempo. Aquella influencia y la que sobre él ejerció Marcolina, la anciana niñera que le educó, fueron decisivas para despertar en el pequeño Pedro el interés por las letras. Cursó estudios secundarios y abandonó los universitarios a los veintidós años para fundar junto a Luis Urbaneja y Pedro César Dominici, la revista Cosmópolis, publicación pionera del periodismo literario venezolano y en buena medida iniciadora del movimiento modernista en aquel país.

Como narrador debutó poco después en la revista El Cojo ilustrado, de la que fue asiduo colaborador, publicando en ella diversos cuentos y relatos breves con los que se inició en la literatura. Su primer libro, Palabras, apareció en 1896. Era una recopilación de ensayos sobre arte y educación hasta entonces inéditos. Comenzó su carrera política en la diplomacia como cónsul de Venezuela en Southampton, y de esa forma comenzaron también sus viajes. Colaboró en aquellos años con la revista parisina Mercure de France, encargándose de la sección de letras latinoamericanas.



En 1899 ocupó una dirección en el Ministerio de Fomento de su país, y en 1901 dio a la imprenta El Castillo de Elsinor, nueva recopilación de ensayos literarios. Fue nombrado miembro de la Academia Venezolana de la Lengua y Ministro de Fomento en 1913. Después sus empleos en la diplomacia le llevaron de nuevo a París y poco más tarde a Madrid.

De vuelta en Venezuela prosiguió su carrera política primero como senador y luego como presidente del Congreso Nacional. Su tercer libro, La escondida senda, apareció en 1927, recopilando ensayos de carácter histórico. Entre 1927 y 1933 regresó a Europa, y en 1934 fue nombrado miembro de la Academia Nacional de la Historia. Falleció en su Caracas natal en 1947, y un año más tarde el Ministerio de Educación de Venezuela publicó póstumamente El paso errante, una selección de sus ensayos escogidos.

Además de los títulos citados, destacan en su trayectoria literaria Las divinas personas, una colección de cuentos aparecida en 1925; Lecturas y glosas de escritores venezolanos (1929); y de forma póstuma, La colina de los sueños (1959) o La vida literaria (1972).

Para honrar la memoria de Pedro Emilio Coll extraemos hoy de nuestra biblioteca Bigotini El diente roto, un cuento que apareció en 1890 en la revista El Cojo ilustrado. Haced clic en el enlace y disfrutad la prosa de su autor, narrador, ensayista, político e intelectual venezolano. 

https://www.dropbox.com/home/Profesor%20Bigotini?preview=El+diente+roto.pdf

Y doblaron las campanas y fue decretado un riguroso duelo nacional; un orador lloró en una fúnebre oración a nombre de la patria, y cayeron rosas y lágrimas sobre la tumba del grande hombre que no había tenido tiempo de pensar. Pedro Emilio Coll. El diente roto.

 


domingo, 22 de mayo de 2022

LACTANCIA MATERNA. UN MANANTIAL DE VIDA

 


La lactancia natural constituye el primer alimento para las crías de los mamíferos. En nuestra especie contribuye además a la creación de un vínculo firme y duradero entre la madre y el bebé, tanto desde el punto de vista biológico, como desde el plano afectivo. Aunque en las últimas décadas la lactancia materna experimentó un retroceso importante, debido sobre todo a la creciente incorporación de la mujer al ámbito laboral, recientemente observamos una decidida tendencia a la recuperación de la práctica. La leche materna es insustituible como nutriente en las primeras semanas, resulta esencial para el desarrollo inmunológico del recién nacido, y por si fuera poco, ejerce como eficaz método anticonceptivo natural. ¿Qué más se puede pedir? Todos los especialistas recomiendan que salvo imposibilidad o seria contraindicación, la lactancia materna se mantenga al menos durante el primer trimestre de vida.

En España las madres lactantes están incluidas en el grupo de trabajadores especialmente sensibles, cuya protección se recoge en el art. 25 y siguientes de la Ley 31/1995 de Prevención de Riesgos Laborales. Sus derechos están además recogidos en el Estatuto de los Trabajadores, en la Ley 39/1999 para promover la conciliación de la vida familiar y laboral de las personas trabajadoras, y en la Ley Orgánica 3/2007 para la igualdad efectiva de mujeres y hombres.


A continuación ofrecemos diez consejos prácticos que pueden ser de utilidad a las madres lactantes a la hora de dar el pecho. De su correcto seguimiento dependerá en gran parte el éxito en esta crucial etapa de la lactancia:

Amamanta pronto, cuanto antes, mejor. La mayoría de los bebés están dispuestos a mamar durante la primera hora después del parto, cuando el instinto de succión es muy intenso. Amamantar precozmente facilita la correcta colocación al pecho.

Ofrece el pecho a menudo, día y noche. Hazte a la idea de que pasarás mucho tiempo amamantando a tu bebé durante estas primeras semanas. Un recién nacido normalmente mama entre 8 y 12 veces en 24 horas. No mires el reloj y dale el pecho cada vez que busque o llore, sin esperar a que "le toque". Así establecerás un buen suministro de leche.

Asegúrate de que el bebé succiona eficazmente y en la postura correcta.

Permite que el bebé mame del primer pecho todo lo que desee, hasta que lo suelte. Después ofrécele el otro. Unas veces lo querrá, otras no. Así el bebé tomará la leche que se produce al final de la toma, rica en grasa y calorías, y se sentirá satisfecho.

Cuanto más mama el bebé, más leche produce la madre. Es importante respetar el equilibrio natural y dejar que el bebé marque las pautas, mamando a demanda. No es necesario sentir el pecho lleno; la leche se produce principalmente durante la toma gracias a la succión del bebé.

Evita los biberones "de ayuda" y de suero glucosado. La leche artificial y el suero llenan al bebé y minan su interés por mamar, entonces el bebé succiona menos y la madre produce menos leche.

Evita el chupete, al menos durante las primeras semanas, hasta que la lactancia esté bien establecida. Un recién nacido ha de aprender bien cómo mamar del pecho, y tetinas artificiales como el biberón o el chupete pueden dificultar este aprendizaje.

Recuerda que un bebé también mama por razones diferentes al hambre, como por necesidad de succión o de consuelo. Ofrecerle el pecho es la forma más rápida de calmar a tu bebé.

Cuídate. Necesitas encontrar momentos de descanso y centrar tu atención más en el bebé que en otras tareas. Solicita ayuda de los tuyos.

Busca apoyo. Tu  pediatra tiene la información y el apoyo que toda madre lactante necesita.

El pecho y los pezones no requieren un cuidado especial. Si notas molestias o grietas en los pezones es señal de que hay que mejorar la colocación del bebé al pecho. Además ten en cuenta: 

Al ducharte, lava el pecho solo con agua, evita jabones, alcohol y otros productos que puedan resecar la piel. No es necesario lavar los pezones antes de las tomas. En caso de grietas, no apliques cremas que se tengan que quitar antes de dar el pecho al bebé. Lo mejor es aplicar unas gotas de tu propia leche sobre el pezón y la areola después de las tomas, y dejar que los pezones se sequen al aire. El uso de pezoneras de silicona no es recomendable, pues confunden la succión del bebé y actúan como barrera, de forma que el pecho de la madre no recibe suficiente estímulo.


Colocación al pecho:


Una buena colocación facilita:

·                     Pezones sanos.

·                     Succión eficaz.

·                     Bebé satisfecho. 

1.- Sostén al bebé "tripa con tripa", de manera que no tenga que girar la cabeza para alcanzar el pezón.

2.- Sostén el pecho con el pulgar arriba y los demás dedos por debajo, muy por detrás de la areola. Espera a que el bebé abra la boca de par en par. Acerca el bebé al pecho.

3.- Asegúrate de que el bebé toma el pezón y gran parte de la areola en la boca. El bebé debe mamar con la boca abierta y su nariz y mentón deben estar en contacto con el pecho. El labio inferior debe estar vuelto hacia abajo.




Colocación incorrecta:

Evita esta postura. Así el bebé chupa sólo el pezón y mama con la boca semicerrada. Su nariz no roza el pecho.

Una colocación incorrecta contribuye a la aparición de problemas:

Pezones doloridos y agrietados.

Pechos duros y doloridos.

Insuficiente producción de leche.

fuente: www.laligadelaleche.es

Debo confesar que nací a una edad muy temprana.  Groucho Marx.

 


jueves, 19 de mayo de 2022

OMAR KHAYYAM, EL MATEMÁTICO POETA

 


Nacido en 1048, Omar Khayyam, también conocido como Omar Jayyam, fue un astrónomo, filósofo y matemático que representa la cumbre de la ciencia persa del siglo XI. La traducción de su nombre familiar, Khayyam, es “el fabricante de tiendas”, profesión que al parecer ejerció su padre. Fue autor de dos obras científicas muy notables. En 1077 escribió unos Comentarios sobre las dificultades de los postulados de Euclides, valioso tratado sobre geometría que en su tiempo llenó algunas lagunas de la geometría euclidea, proporcionando un interesante punto de vista sobre el célebre postulado de las líneas paralelas. También analiza algunas propiedades geométricas no euclideas, un campo en el que no se iban a obtener mayores avances hasta prácticamente el siglo XIX.

Mayor aun si cabe fue su contribución a las matemáticas. Khayyam compuso en 1070 su influyente Tratado sobre la demostración de problemas de álgebra, donde propuso métodos para resolver ecuaciones cúbicas y de orden superior. Un ejemplo famoso es la ecuación: x3 + 200x = 20x2 + 2000.

Aunque la forma de abordaje no era enteramente original, sus generalizaciones para resolver cualquier ecuación cúbica merecen que su autor figure en lugar destacado entre los matemáticos. El tratado contiene una clasificación exhaustiva de las ecuaciones cúbicas con soluciones geométricas que se obtienen mediante la intersección de secciones cónicas.


Nuestro hombre fue además capaz de mostrar el modo de hallar la potencia enésima del binomio a + b como potencias de a y de b para cualquier número entero n.

(a + b)n = (a + b) x (a + b) x (a + b)…, donde el factor (a + b) aparece repetido n veces. Según la fórmula de expansión binomial:

(a + b)5 = a5 + 5a4b + 10a3b2 + 10a2b3 + 5ab4 + b5, los coeficientes numéricos 1, 5, 10, 10, 5 y 1, se denominan coeficientes binomiales, y como curiosidad diremos que son los valores de una de las filas del triángulo de Pascal, lo que da idea de la gran altura matemática que llegó a alcanzar el persa.


Pero Omar Khayyam no sólo se dedicó a la ciencia. Fue también un notable poeta, faceta por la que resulta incluso más conocido en el mundo cultural islámico. Su obra poética se contiene en la colección de poemas titulada Los Rubayat, todo un canto a la vida y sus placeres. Falleció en 1131, y se definió a sí mismo como aquel que cosió las tiendas de la ciencia, haciendo un juego de palabras con su nombre. En Bigotini nos inclinamos ante el sabio y ante el poeta.

Si los amantes del vino y del amor van al infierno, vacío debe estar el paraíso. Omar Khayyam.


domingo, 15 de mayo de 2022

V.T. HAMLIN Y SU TROGLODITA VIAJERO

 


Vincent Trout Hamlin, o V.T. Hamlin, como siempre firmó sus dibujos, nació en Perry, Iowa, en 1900. Era el hijo de un dentista de pueblo. Comenzó a dibujar muy joven y vendió sus primeras caricaturas al diario local antes de terminar los estudios. Se alistó a los diecisiete en el ejército, mintiendo sobre su edad. Combatió en Francia, y en 1918, mientras se recobraba en un hospital de campaña, se dedicó a ilustrar con sus dibujos las cartas que sus compañeros enviaban a casa. Alguno de ellos cayó en manos de un profesor de arte, que a su regreso, lo tomó como alumno en la Universidad de Missouri.

Viajó por el país dedicándose a pintar carteles, decorar escaparates o proyectar películas. Incluso llegó a ser boxeador profesional, hasta que en 1923 dibujó su primera tira cómica para el Fort Worth Star Telegram, un periódico de Texas. Y precisamente en Texas, paseando por sus polvorientos campos petrolíferos, imaginó a los dinosaurios que habían poblado la región millones de años atrás, y al personaje que le haría célebre: Alley Oop.

También en Texas encontró a Dorothy Stapleton, que había sido su novia en la escuela. Se casaron en 1926 y Dorothy resultó la modelo perfecta para recrear a Ooola, la novia de su personaje.

Alley Oop comenzó a aparecer en los diarios en 1932. Era un cavernícola con pinta de bestia, pero con grandes ideas, que a partir de 1939 descubrió cómo viajar en el tiempo, con lo que los guiones de la serie se enriquecieron considerablemente. Aparte del gran atractivo de los dibujos, Alley Oop presenta una línea argumental muy inteligente y con cierto toque feminista. La serie ha sido objeto de estudios y tesis por parte de diferentes sociólogos e historiadores. Todos han destacado la altura literaria de bocadillos y notas, algo muy poco usual en el cómic comercial. Ya en el final del siglo XX, Alley Oop ha dado pie a diferentes imitaciones y homenajes a cargo de autores de cómic de vanguardia y alternativo.

Hamlin dibujó la serie y la guionizó ayudado por su esposa, hasta 1973. Hasta 1991 se hizo cargo su asistente, Dave Graue, y desde entonces hasta el presente sus autores son Jack y Carole Bender, otra pareja como la que formaron V.T y Dorothy Hamlin.

El creador falleció en 1993. En su homenaje os ofrecemos una selección de sus páginas.


 
















jueves, 12 de mayo de 2022

MAUREEN O’HARA: AQUELLA DUBLINESA PELIRROJA

 



Aquella dublinesa pelirroja, lady Godiva cabalgando desnuda en un corcel blanco, fue Maureen O’Hara, que conquistó a John Ford, a John Wayne y a Tyron Power, que se compadeció de Quasimodo, que surcó los mares en un bajel pirata, que bailó con los sargentos en Fort Apache, que jamás renunció a la herencia de su madre en las verdes praderas de Innisfree, que se prendó del maestro de escuela de otro valle no menos verde…

Aquella inolvidable Mary Kate Danaher, enamorada pero decidida a defender su dote y su dignidad, eclipsó en El hombre tranquilo al resto del elenco y hasta al mismo Duque Wayne, destinado a ser el protagonista de la historia. Bebe como un hombre y besa como una mujer, le dijeron un día haciéndole uno de esos cumplidos tan machistas que se llevaban entonces. Aquel beso…

Aquel beso en el dintel de una iglesia o un castillo en ruinas y empapados por una repentina tormenta el duque y la pelirroja, fue probablemente el mejor beso de la Historia del Cine. Eran tiempos políticamente incorrectos en que los besos, si no se daban, se robaban.

Maureen O’Hara denunció hace ya cincuenta años a algún productor acosador. Hasta en eso fue pionera.

Aquí, en Bigotini, no podemos olvidar sus cabellos rojos ni aquella mirada intensa de sus ojos verdes. Os proponemos para recordar a la estrella, un recorrido por algunas de sus mejores escenas con el grandullón John Wayne. Clic aquí abajo para enlazar con el video. 

https://www.youtube.com/watch?v=A74oPeAFzVY

Próxima entrega: John Wayne

 


domingo, 8 de mayo de 2022

SILA: GUERRA CIVIL Y DICTADURA EN ROMA

 


Lucio Cornelio Sila pertenecía a una familia aristocrática empobrecida. En su juventud no demostró afición ni por el ejército ni por la política, las dos pasiones de los grandes hombres de su tiempo. Llevó una vida disoluta, se hizo mantener por una vieja prostituta griega, y pasaba la vida en las tabernas entre poetas y artistas.

Para sorpresa de todos, incluso de sí mismo, fue elegido cuestor durante el consulado de Mario, y no tuvo más remedio que luchar en su ejército de África. Aunque no era muy ducho en el combate, resultó ser un hábil estratega, y fue precisamente él y no Mario, quien capturó a Yugurta, el caudillo enemigo. Su hazaña fue plasmada por un artista amigo suyo en un hermoso relieve de oro. Así que su primera enemistad con Mario no se debió a diferencias políticas, sino a la envidia con que el salvador de la patria contempló aquel bajorrelieve.

En Roma Sila fue elegido edil, y se empeñó hasta las cejas para ofrecer a los romanos en el Circo el singular espectáculo de la primera pelea de leones. Después, en el año 88 a.C., se presentó al consulado y contra todo pronóstico ganó. En su triunfo tuvo mucho que ver su matrimonio con Cecilia Metela, la hija de Metelo el Dálmata, pontífice máximo y presidente del Senado. Sila se convirtió en el adalid de los aristócratas y de los ricos, que despreciaban a Mario a quien tildaban de títere de la plebe. El viejo Mario, que entonces ya tenía setenta años, volvió de su retiro y opuso resistencia con los suyos. La guerra civil estaba en marcha. Sila, que había combatido a Mitrídates en Grecia y Asia Menor, se ganó la devoción de sus soldados permitiéndoles saquear a su antojo Olimpia, Delfos y hasta la misma Atenas. En el año 83 embarcó a su ejército en Patrás y llegó a Brindisi. Se plantó a las puertas de Roma sin dejar de saquear cuantas ciudades y provincias de Italia halló en su camino.



Para entonces el viejo Mario ya había muerto, pero al mando de las tropas populares le sucedió su hijo, Mario el joven. Muchos aristócratas huyeron de la Urbe para unirse a Sila, uno de ellos era Cneo Pompeyo, el adalid de la juventud dorada, como le apodaron, que también estaba destinado a pasar a la Historia. El joven Mario fue derrotado de forma estrepitosa primero en la misma Roma y después en la batalla de Puerta Colina, una de las más sangrientas de la antigüedad, en la que murieron más de la mitad de los partidarios de Mario, casi cien mil hombres. Sila hizo degollar a ocho mil prisioneros, los generales fueron decapitados y sus cabezas paseadas en picas por toda la ciudad. La de Mario el joven fue izada en el Foro y expuesta hasta ser devorada por los cuervos. Sila hizo añadir a su nombre el título de felix, el hombre de la Providencia, al que los senadores y aristócratas proclamaron dictador y erigieron la primera estatua ecuestre que se conoció en Roma, donde hasta entonces jamás se había tolerado representar a nadie más que a pie. Verdadero inventor del culto a la personalidad, Sila acuñó moneda con su efigie e introdujo en el calendario las fiestas de la victoria de Sila.


Su dictadura fue una de las más sangrientas de la Historia. No se hicieron esperar las represalias. Cuarenta senadores y dos mil seiscientos équites que se habían puesto de parte de Mario fueron ajusticiados. Se entregaron recompensas a quienes señalaran a enemigos. Si hemos de creer a Plutarco, maridos fueron degollados en brazos de sus mujeres e hijos entre los de sus madres. Sila hizo apuñalar a Lucrecio Ofella, uno de sus más fieles lugartenientes, al parecer por una sola frase ofensiva. Un joven sobrino político de Mario se libró de milagro de la muerte. Su nombre: Cayo Julio César, que rehusó renegar de su tío y sólo fue castigado con un breve confinamiento. Al firmar la sentencia, Sila exclamó: cometo una tontería, porque en ese chico hay muchos Marios.

Afortunadamente para los romanos aquella terrible dictadura sólo duró dos años. Sila, ya viudo, conoció a la joven Valeria, una hermosa muchacha de veinticinco años que se acercó a él en el Circo para quitarle un pelo de la toga. Sila la miró, primero asombrado por su osadía y luego admirado por su belleza. La respuesta de Valeria fue: no te preocupes, dictador, también yo quiero participar de tu suerte, aunque sea por un pelo. El dictador se casó con la joven y renunció a sus cargos para retirarse a Cumas a disfrutar de la vida.

El día que abdicó del poder, marchaba a su casa acompañado de sus allegados, cuando un ciudadano anónimo se dirigió a él injuriándole y gritándole mil improperios. Sila se tragó su orgullo y comentó a sus acompañantes: ¡Qué imbécil! Después de esto no habrá ya dictador en el mundo dispuesto a abandonar el poder. Probablemente ignoraba hasta qué punto aquellas palabras iban a resultar proféticas.

Si tu relación fracasa, no le eches toda la culpa a tu ex. La culpa es de los dos, de él y de su madre.


jueves, 5 de mayo de 2022

ALONSO DE CONTRERAS Y LAS BIOGRAFÍAS DE SOLDADOS

 


Madrileño nacido en 1582, Alonso de Guillén, que adoptó el apellido de su abuela materna y se llamó Alonso de Contreras, pasó la infancia en su Madrid natal hasta que con sólo doce o trece años debió cumplir destierro en Ávila tras asesinar a cuchilladas a uno de sus compañeros de estudios. Como no llegó a concluirlos, fue durante un breve periodo aprendiz de platero, pero antes de cumplir los quince se alistó en el tercio para servir en Flandes al infante cardenal, el archiduque Alberto de Austria. Corría el año de 1597.

Pareciéndole poca la acción que por entonces hubo en tierras flamencas, abandonó su bandera para marchar primero a Nápoles y luego a Palermo, donde se embarcó como paje de rodela con Pedro Álvarez de Toledo y Colonna, que recibió del virrey patente de corso para guerrear en el mar con los turcos y los piratas berberiscos.

Desde su base de Malta, los caballeros de la Religión, como se hacían llamar los integrantes de aquella partida de borrachos que robaban y asesinaban en nombre de Cristo, asaltaban las embarcaciones y las poblaciones costeras del Egeo, del Jónico y del norte de África. Generalmente actuaban por libre en un solo navío o en grupos de unos pocos. Otras veces se agrupaban con las galeras regulares españolas o venecianas para librar batallas como la que terminó con la toma de La Mahometa (actual Hammamet, en Túnez), en la que el joven Contreras se distinguió por su bravura.

Siendo un muchacho despejado, aprendió con los pilotos a cartear y navegar por todo el Mediterráneo. Fue por entonces autor de un derrotero portulano con el extenso título de Derrotero universal desde el Cabo de San Vicente, en el mar Océano, costeando Cartagena, Cataluña, Francia, Nápoles, Golfo de Venecia, Archipiélago de Levante, Caramania, Natolia, Suria, Egipto, Nilo, volviendo por Berbería hasta Cabo Cantín, Islas de Sicilia, Cerdeña, Mallorca, Candía, Chipre. El manuscrito que Contreras creyó perdido, fue hallado recientemente, y se encuentra hoy en la Biblioteca Nacional.


Al mando de una fragata recorrió los archipiélagos de Grecia y del Mediterráneo oriental, alternando la labor de espionaje con el ejercicio del corso. Llegó a dominar el griego y a defenderse en lengua turca. En Tesalónica secuestró a un judío que recaudaba impuestos para el Gran Turco. Capturó también a la amante húngara de Solimán, por lo que fue puesto precio a su cabeza, detalle que le decidió a abandonar la mar y regresar a tierra firme.

Ascendido al grado de alférez, residió por algún tiempo en Sicilia, donde tuvo una amante y hasta una esposa, viuda de un oidor, a la que según confesión propia, mató en 1608 junto a un amigo suyo que no debía serlo mucho porque sorprendió a ambos en el lecho. El suceso, según las leyes imperantes no mereció sanción alguna, sin embargo, terminó de perfilar la mala fama que le precedía, por lo que optó por regresar a España.

En la corte, primero pretendió la sargentería mayor de Cerdeña, y más tarde otros empleos que sistemáticamente le fueron negados. Atacado por una repentina afición al misticismo, Alonso de Contreras se retiró a una ermita cercana a la localidad soriana de Ágreda. Allí fue acusado de liderar una rebelión morisca de las muchas que por entonces surgían en Castilla y en Aragón. Se encontraron ciertas armas en una casa suya de Hornachos, pero finalmente fue absuelto. Regresó entonces a Flandes donde obtuvo una capitanía. Consiguió licencia para volver al Mediterráneo, y en la Valeta fue distinguido con el ingreso como caballero en la Orden de Malta. En 1611 fue encarcelado en Borgoña por un cargo de espionaje. Participó brevemente en una expedición a las Indias Occidentales, y en 1616 repelió en Puerto Rico una incursión del pirata inglés sir Walter Raleigh.

Otra vez en España, se le encargó romper el cerco del fuerte de La Mámora, en la costa marroquí, que estaba sitiado por moros, turcos y holandeses. Partiendo de Cádiz, su flotilla consiguió pasar el cerco en la oscuridad, llevando armas y vituallas a los sitiados. Resultó que  muchos de los moros sitiadores eran hornacheros desterrados a los que había conocido en el episodio de Ágreda. En Italia obtuvo el cargo de gobernador de la ciudad rebelde de L’Aquila. Cumplió con el encargo acaso con excesiva dureza. Asistió por entonces a una erupción del Vesubio y allí socorrió a las monjas de un convento. Entre 1635 y 1642 fue capitán de los presidios de Sinaloa en el virreinato de La Nueva España, y gobernador del castillo de San Juan de Ulúa en Veracruz. Regresó definitivamente a España en 1645 y falleció en Madrid al final de ese mismo año.


En cuanto a su obra literaria, Contreras fue autor de su autobiografía intitulada Vida, nacimiento, padres y crianza del capitán Alonso de Contreras, natural de Madrid, Cavallero del Orden de San Juan, Comendador de una de sus encomiendas en Castilla, escrita por él mismo. Añade además el subtítulo: Discurso de mi vida desde que salí a servir al rey, de edad de catorce años, que fue en el año de 1597, hasta el fin del año de 1630, por primero de octubre, que comencé esta relación. El manuscrito permaneció inédito hasta 1900 en que fue descubierto y publicado por Manuel Serrano y Sanz. Se trata de un relato sin la menor concesión literaria, una crónica muy al estilo de la que escribió Bernal Díaz del Castillo en su Conquista de la Nueva España. Contreras se limita a relatar los hechos de armas y sucesos de su vida, uno tras otro, sin añadidos, adornos ni justificación alguna. Según sus propias palabras, un estilo seco y sin llover. Con todo, no carece de gracia, y se lee con agrado. Está la obra muy en la línea de las biografías de soldados que abundaron en nuestro siglo de oro, seguramente con no pocas exageraciones y fanfarronadas añadidas.

Precisamente su estilo seco desmiente la sospecha de que tuviera alguna participación en el relato Lope de Vega. El Fénix de los Ingenios fue amigo personal de Contreras, le dedicó al menos una de sus comedias, y le alojó en su propia casa algunas temporadas. Puede que Lope le animara a escribir, pero no parece verosímil que participara en la redacción del manuscrito.

La Vida del capitán Alonso de Contreras es precisamente la obra que hoy en Bigotini os ponemos al alcance de un clic. Hacedlo sobre el enlace y disfrutad la lectura de esta magnífica versión digital tomada de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.

https://www.dropbox.com/home/Profesor%20Bigotini?preview=VIDA+DEL+CAPIT%C3%81N+ALONSO+DE+CONTRERAS.pdf

(Mi madre) me compró una camisa y unos zapatos de carnero, y me dio cuatro reales y me echó su bendición, con lo cual, un martes 7 de septiembre de 1597, al amanecer, salí de Madrid tras las trompetas del Príncipe Cardenal.