Severiano
Martínez Anido fue uno de los principales exponentes de la España militarista y
totalitaria del siglo XX. Nacido en El Ferrol (como Franco) en 1862, hizo su
carrera militar en las campañas de Filipinas y Marruecos, alcanzando el empleo
de coronel en 1909 y el de general de brigada en 1914. Fue director de la
Academia de Infantería de Toledo y gobernador militar de Guipúzcoa. Ascendió en
1918 a general de división, y poco después a teniente general.
Su
bien ganada fama de feroz represor tuvo como escenario la Barcelona de 1919 y
los años siguientes, periodo en el que ostentó el cargo de gobernador militar,
al que añadió en 1920 el de gobernador
civil de la capital catalana.
Su
nombramiento fue consecuencia del giro político que experimentó el gobierno de
Eduardo Dato hacia posiciones más conservadoras y reaccionarias frente a los
movimientos obreros que bullían en toda España y de manera muy especial en
Barcelona. Martínez Anido tenía fama de hombre de hierro, por lo que el
político catalanista Francisco Cambó, influyó en Madrid sobre el gobierno de
Dato para que se produjera el nombramiento. Anido fue respaldado unánimemente
por la prensa conservadora catalana y la nacional. Recibió apoyos de los
militares más significados del momento, e incluso el apoyo explícito del mismo
Alfonso XIII.
En
Cataluña se suspendieron las garantías constitucionales, y esa era la ocasión
que esperaba Martínez Anido para dirigir su brutal represión sobre las
organizaciones obreras, especialmente contra la CNT. Anido auspició el auge de
los llamados “Sindicatos Libres”, en realidad verdaderos rompehuelgas lacayos
de la patronal catalana Fomento del Trabajo Nacional, y alentó el resurgimiento
del movimiento ultraderechista del Somatén. Se alió con el jefe superior de
policía, el general Miguel Arlegui, y ambos formaron un tándem brutal e
instituyeron un reino del terror en el que no faltaron detenciones ilegales,
torturas y todo tipo de métodos violentos. Aquellos negros días de nuestra
historia vieron nacer la tristemente célebre Ley de Fugas, que permitió en la
práctica muchos asesinatos alevosos, la dialéctica de las pistolas y el tiro en
la nuca.
Eduardo
Dato fue asesinado en marzo de 1921, sucediéndole como presidente del Consejo
de Ministros José Sánchez Guerra. Para entonces la furia desatada de Martínez
Anido escapaba ya abiertamente al control del gobierno, y Sánchez Guerra lo
destituyó en octubre de 1922, lo que no impidió que fuera despedido con grandes
fastos y honores por la flor y nata de la burguesía industrial catalana que le
homenajeó en el Hotel Ritz y le nombró hijo adoptivo de Barcelona.
Al
implantarse el Directorio Militar y la dictadura de Miguel Primo de Rivera,
Martínez Anido fue nombrado subsecretario de Gobernación, a la par que su
compinche Arlegui fue elevado al cargo de director general de Seguridad. Poco
después, en diciembre de 1925, Anido fue nombrado ministro de Gobernación y
vicepresidente del Consejo de Ministros, la mano derecha y brazo ejecutor de
Primo de Rivera. Tuvo entonces carta blanca para aplicar sus “políticas”, y en
aquel periodo fue especialmente duro con los intelectuales a los que despreciaba
profundamente. Entre sus frases famosas de aquel periodo destacan: “Yo cortaría varias cabezas de intelectuales
para que no molesten más”, o aquella otra: “Si por mí fuera, Unamuno no llegaría vivo a Fuerteventura”, que
pronunció ante sus periodistas afines cuando se decretó el destierro de Don
Miguel.
La
dimisión de Primo de Rivera en 1930 supuso también su salida del gobierno, y la
proclamación de la República en el 31 le aconsejó tomar las de Villadiego y
exiliarse en Francia. Desde allí conspiró todo lo que pudo contra el régimen
constitucional. Participó en un intento de golpe frustrado en 1935.
Al
producirse la sublevación en 1936 regresó a España, y en octubre del 37 Franco
le nombró jefe de los servicios de Seguridad interior, Orden Público y
Fronteras, encargándole de la censura de espectáculos entre otros cometidos. En
enero del 38, todavía en plena guerra, se encargó del ministerio de Orden
Público. El historiador Hugh Thomas sostiene que aquel nombramiento, con un
Martínez Anido ya viejo y enfermo, tuvo como único objeto sembrar el pánico
entre los republicanos. No obstante, aun viejo y enfermo, aplicó sin titubear
su política de represión, hasta el punto de que Eberhard von Stohrer, embajador
de la Alemania nazi en la España franquista, envió un informe a Berlín
señalando que los métodos de Martínez Anido eran inadmisibles y causaban malestar
incluso a los falangistas.
Tuvo
tiempo de organizar la cooperación policial con los demás regímenes fascistas.
Solicitó a Alemania el asesoramiento de un grupo de expertos de las SS y la Gestapo para instruir a la nueva policía
franquista. Firmó también un tratado de extradición mutua con Himmler. Falleció
Anido en diciembre de 1938. Su ministerio pasó a llamarse de la Gobernación, y
fue asumido por Ramón Serrano Suñer, el cuñado de Franco. En 2008 fue imputado
póstumamente por el juez de la Audiencia Nacional Baltasar Garzón por los
delitos de detención ilegal y crímenes de lesa humanidad.
En
el terreno personal se mostró igual de intransigente y feroz que en su labor
política. Quienes le conocieron aseguran que consumía diariamente una botella
de coñac. Casado con la hija de una importante familia de la burguesía
catalana, tuvo dos hijos. El primero, Rafael Martínez Anido, ascendió también
al generalato durante el régimen franquista, llegando a dirigir la Legión. El
segundo, Roberto Martínez Baldrich, que adoptó el apellido materno, fue
repudiado por su padre a causa de su orientación sexual, y llegó a convertirse
en uno de los dibujantes e ilustradores más importantes de su época. En una
próxima entrega de nuestra serie Historia del Cómic, nos ocuparemos de su
trabajo.
Severiano
Martínez Anido está enterrado en el cementerio del Carmen de Valladolid.
Infames despojos de un despiadado asesino cuyos restos no merecen yacer en un
camposanto, mientras en las cunetas y al pie de las tapias quedan aún los de
muchos miles de españoles que aquella bestia contribuyó a asesinar.
Martínez
Anido se hizo famoso por su crueldad, un tipo de represión que no se había
visto en España en varias generaciones. Hugh Thomas.