En
este día tan especial en que estamos a punto de estrenar un año
nuevecito, tendréis que perdonar a este anciano profesor si por una
vez se aparta de las materias que solemos tratar aquí. Hoy me
propongo contaros alguna curiosidad precisamente sobre el origen de
nuestro calendario.
Como
tantos otros aspectos de la cultura occidental, el calendario que
utilizamos tuvo su cuna en la Roma del periodo republicano. Al menos
las primeras referencias escritas datan de esa época. La tradición
decía que Rómulo, legendario fundador de la urbe, había instituido
un año de diez meses:
- El primero llevaba el nombre de Mars (marzo) de Marte, el divino progenitor de los gemelos Rómulo y Remo.
- El segundo se llamó Aprilis (abril), de aperire, abrir, porque es el mes en que se abren las flores.
- El tercero se llamó Maius (mayo) de Maia o Maya, la prolífica madre de Mercurio, diosa de la fecundidad que preside y propicia el crecimiento de los frutos.
- Al cuarto denominaron Junius (junio) por estar consagrado a Juno, hermana y esposa de Júpiter, principio femenino universal. Madre, esposa y amante.
- Los seis meses restantes no tenían en principio nombre propio, y se les nombraba por sus ordinales: Quintilis, Sextilis, September, October, November y December.
- Siempre siguiendo la tradición, uno de los primeros reyes romanos (acaso Numa o quizá Tarquino), agregó dos meses al final del año, que recibieron los nombres de Januarius (enero) en honor de Jano, el viejo dios etrusco que marcaba las fronteras y los límites; y Februarius (febrero) de Februo, el espíritu maléfico que invoca la enfermedad y la muerte.
Era
costumbre que el primer día de cada mes, el pontífice máximo
convocara al pueblo para anunciar los días feriados. Por eso se dio
a esos días el nombre de calendas (calendae),
del verbo calare,
llamar. De calendas se
derivó el nombre de calendarium,
que utilizamos actualmente.
Se
trataba de un calendario lunar, aunque hay que decir que por aquel
entonces la medida del tiempo resultaba un tanto caótica. En efecto,
SPQR, es decir, senatus
populos-que romanorum,
el senado y el pueblo de los romanos, habían cometido el error de
dejar en manos de los pontífices la
facultad de fijar la duración de determinados periodos.
Los pontífices (unos
pájaros de cuidado como todas las castas sacerdotales de cualquier
tiempo) se aficionaron a sacar todo el partido posible a semejante
concesión leonina, de manera que acortaban o retrasaban los periodos
a conveniencia suya o para favorecer a sus amigos, prolongando sus
magistraturas o adelantando vencimientos de deudas. Así
proporcionaban a algunos la oportunidad de enriquecerse en poco
tiempo, mientras arruinaban a otros a fuerza de demoras. En fin,
corruptelas… Algo que desgraciadamente hoy nos suena
inquietantemente familiar.
Una
de las irregularidades más sonadas fue precisamente la de cambiar el
orden de los meses. Los pontífices hicieron que el año 134 antes de
Cristo no comenzara en marzo, como venía siendo usual, sino el
primer día de enero. El motivo era facilitar el nombramiento de
Publio Cornelio Escipión para dirigir las legiones destinadas a la
conquista de la celtibérica Segeda o Sekaisa,
la plaza fuerte en que se habían refugiado los rebeldes numantinos.
El cambio se perpetuó en el tiempo, y de esta forma un tanto
rocambolesca hoy podemos jactarnos de que aquellos remotos
antepasados de aragoneses y sorianos fueron la causa de una
modificación tan trascendente.
Pero
volviendo a los manejos pontificios, digamos que tantos fueron los
abusos, que aquel primitivo calendario llegó a desorganizarse de tal
modo, que las fiestas de otoño se celebraban en primavera, y las de
la cosecha en pleno invierno. Así que Julio César, que era un tipo
duro, se propuso acabar con aquello a su llegada al poder. Encargó
al astrónomo greco-alejandrino Sosígenes la confección de un
calendario solar que fijó la duración del año en 365 días y
cuarto, sólo once minutos más de lo que en realidad dura el año
astronómico, lo que teniendo en cuenta las precarias condiciones
tecnológicas del momento, resultó toda una proeza. Y para evitar
que como consecuencia de aquella fracción de día, los meses se
fueran desplazando, se acordó agregar un día cada cuatro años. El
día en cuestión se añadió al mes de febrero, pero aquí César
topó con un obstáculo religioso (¡cómo no!). Resulta que los días
impares estaban consagrados a los dioses superiores, y febrero (el
mes de Februo,
el demonio de la fiebre) era un mes nefasto, así que tenía que
conservar la apariencia de un número par de días. Como el día de
febrero a duplicar era el sexto antes de las calendas de marzo,
llamaron al día añadido bi-sextus
ante calendas martias,
de donde deriva el apelativo bisiesto que
terminó aplicándose al año con un día de más. Así quedó
establecido el llamado calendario
juliano.
Años
después, el cónsul Marco Antonio, para perpetuar el recuerdo del
reformador, decretó que el mes Quintilis en el que nació César,
tomara el nombre de Julius (julio)
en su memoria. Poco más tarde, el Senado cambió el nombre del mes
Sextilis por el de Augustus (agosto),
como homenaje a Octavio Augusto, el emperador divinizado que inauguró
aquella especie de culto a la personalidad que a la postre resultaría
fatal para la Roma imperial y sentaría las bases de su decadencia y
caída.
Pero
la desviación del bueno de Sosígenes (que concretamente era de once
minutos y catorce segundos), fue poco a poco haciéndose notar cada
vez más en los siglos posteriores. Donde más cundió la
preocupación fue entre la jerarquía eclesiástica, que en varias
ocasiones: concilios de Nicea (año 325), Constanza (1414) y Trento
(1545), discutió el problema sin llegar a ninguna conclusión
precisa.
Se
acabó por someter el asunto a la Santa Sede, cuyo solio ocupaba en
la octava década del siglo XVI, el papa Gregorio XIII. Todos
confiaban en la proverbial infalibilidad del obispo de Roma, y lo
cierto es que por una vez acertaron, porque el papa Gregorio, eso si,
rodeándose de una comisión de sabios, consiguió no sin dificultad,
implantar el calendario
gregoriano que
perdura hasta la actualidad.
Para
entonces el calendario se había desviado tanto, que el equinoccio de
primavera caía en 11 de marzo. Para hacerlo coincidir con el día
21, como corresponde, el papa Gregorio decretó que el año 1582
tuviera diez días menos, y al jueves cuatro de octubre le siguiera
el viernes quince. No creáis que la cosa fue sencilla. Aceptaron la
medida sin vacilar tres estados: Roma (naturalmente), España y
Portugal con sus posesiones ultramarinas de entonces, por eso podemos
decir que las comunidades hispana y latinoamericana fueron pioneras
en esto. Sin embargo, en muchos lugares hubo protestas y hasta
motines. Los campesinos ingleses clamaban por los diez días de vida
que les querían hurtar. No
coments…
En
Francia y los Países Bajos católicos el nuevo calendario se
implantó en diciembre de aquel mismo año; En las regiones católicas
de Alemania y Suiza, en 1584; En Polonia, en 1586; en Hungría, en
1587; los protestantes suizos y alemanes lo adoptaron en 1700; los
ingleses y los suecos en 1752. Otros aun fueron mucho más remisos.
Los búlgaros se incorporaron al calendario en 1916; los rusos y los
estonios en 1918; los rumanos y los yugoslavos en 1919; y los griegos
en 1923…
Pero
el nuestro no es el único calendario. Acordaos por ejemplo del
calendario maya que hace unos años trajo de cabeza a más de cuatro.
Para completar el recorrido, hagamos referencia a algunos otros
calendarios no menos importantes que el nuestro en la Historia del
cómputo del tiempo. Por ejemplo el calendario
ático,
que se utilizaba en la Grecia clásica:
CALENDARIO
ÁTICO
|
||||||
Nombre
|
Nombre
griego
|
Significado
|
Duración
|
Equivalente
(aprox.) |
Fiestas
principales
|
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VERANO
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||||||
hecatombeón | Ἑκατομϐαιών /Hekatombaiốn | «el mes de la fiesta de la hecatombe» | 30 días | julio | fiestas de la Paz, Sinoikia,Panateneas | |
metagitnión | Μεταγειτνιών /Metageitniốn | «el mes de la fiesta de las mudanzas» | 29 días | agosto | ||
boedromión | Βοηδρομιών /Boêdromiốn | «el mes de la fiesta de las Bodromías» | 30 días | septiembre | ||
OTOÑO
|
||||||
pianopsión | Πυανεψιών / Puanépsiốn | «el mes de la fiesta de las Pianepsias » | 30 días | octubre | Epitafias | |
memacterión | Μαιμακτηριών /Maimakteriốn | «el mes de Zeus Maimaktês (Impetuoso) » | 29 días | noviembre | ||
posideón | Ποσειδεών / Poseideốn | «el mes de Poseidón » | 29 días | diciembre | Dionisias rurales | |
El mes
intercalar
|
||||||
Se inserta entre poseideon y gamelion. Se llama poseideon ΙΙ (δεύτερος ou ὕστερος), dura 30 días, y es más o menos equivalente a diciembre–enero. Toma el nombre de Ἁδριανιών / Hadrianiốn (mes de Adriano) en honor del emperador Adriano en el siglo II, prueba de la supervivencia de este calendario en la época imperial. | ||||||
INVIERNO
|
||||||
gamelión | Γαμηλιών / Gameliốn | «el mes de las bodas» | 30 días | enero | Leneas | |
antesterión | Ἀνθεστηριών /Anthestêriốn | «el mes de las flores », en honor de Dioniso | 29 días | febrero | Antesterias | |
elafebolión | Ἑλαφηϐολιών /Elaphêboliốn | «el mes de Artemisa Elaphêbolos (que persigue a los ciervos) » | 30 días | marzo | Dionisias urbanas | |
PRIMAVERA
|
||||||
muniquión | Μουνιχιών / Mounikhiốn | «el mes de Artemisa Muniquia (de la ciudad de Muniquia)» | 29 días | abril | ||
targelión | Θαργηλιών / Thargêliốn | «el mes de las Targelias, en honor de Artemisa y de Apolo» | 30 días | mayo | Targelias | |
esciroforión | Σκιροφοριών /Skirophoriốn | «el mes de las Esciroforias » en honor de Atenea» | 29 días | junio | Esciroforias |
O
el pintoresco calendario
hebreo que
las comunidades judías han usado (y usan todavía) para señalar sus
fiestas religiosas:
Por
último he aquí el curioso y poético (aunque ciertamente efímero),
calendario
republicano francés,
tan entrañable para los anarquistas de muchas naciones. Fue el
calendario que los célebres sans
culottes y
los miembros de la Comuna
de París pretendieron
oponer al tradicional y cristianísimo calendario gregoriano:
En
definitiva, sea cual sea la fórmula elegida para el cómputo, lo
cierto es que, como decían los clásicos, tempus
fugit.
Pasan los años. Caen los granos de arena de forma inexorable. El
gran Pablo Milanés lo glosa de una manera tan hermosa como
indiscutible: el
tiempo pasa, nos vamos poniendo viejos… Amigos,
desde Bigotini y de todo corazón, os deseamos un muy feliz y
venturoso año 2017. Recordad siempre que la vida es un regalo
precioso pero breve. Las verdades que se callan y los besos que no se
dan a su tiempo, se irán con nosotros a la tumba como pájaros
enjaulados. Dejadlos volar.
No
hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió.
Joaquín Sabina.