La
gruta se asocia tanto a la fertilidad y al vientre, como a la tumba y la
muerte. Es terrena y material, una cueva, una boca abierta que nos convida a
descender a otros mundos. Mundos que en nuestra imaginación se pueblan de
monstruos y de maravillas de todo género. Leonardo de Vinci se ve frente a la
gruta, atrapado entre la fascinación y el terror. Miedo y deseo, miedo por la oscuridad de la gruta, deseo por ver si
había alguna cosa maravillosa en su interior.
Lo
grotesco provoca respuestas contradictorias, humor y horror, ingenio y
transgresión, repulsión y deseo. En lo grotesco, en la gruta, habitan terribles
minotauros y sirenas tentadoras. En lo grotesco hay ingenio, escándalo,
subversión y carnaval.
En
cuanto al origen del término, poco después de 1400 se excavaron en Roma las
ruinas del mítico palacio perdido de Nerón, la Domus Aurea, cuyo recuerdo en esa época pertenecía al terreno de lo
fabuloso. Pero las ruinas se hallaron y eran reales. Revelaron al asombrado
espectador del cuatrocento decoraciones
murales con combinaciones caprichosas de plantas, figuras, criaturas míticas…
Las habitaciones quedaban por debajo del suelo, como en una gruta. Las
invenciones bizarras y fantásticas que se encontraron allí, empezaron a ser
conocidas como grottesche.
La
influencia que el hallazgo tuvo sobre las artes plásticas y decorativas del
Renacimiento fue mayúscula. En 1519 Rafael de Sanzio y Giovanni de Udine
decoraron la galería vaticana en aquel estilo grotesco tan de moda. Tanto la
ornamentación como la temática grotesca se abrieron camino en Italia y el resto
de Europa. Baste recordar la obra de El Bosco, de Durero, de Arcinboldo o del
mismo Rubens. En pintura y escultura la temática religiosa que había presidido
de forma abrumadora la anterior etapa gótica y pre-renacentista, dio paso a una
verdadera explosión de motivos mitológicos y profanos que se abrieron camino no
sólo hasta los palacios de los príncipes, sino en ocasiones hasta las paredes
consagradas de los templos. Las esculturas de criaturas fantásticas se
convirtieron en elementos imprescindibles de los jardines renacentistas.
Giorgio Vasari describió como grotescas las inspiradas obras de Miguel Ángel.
Con
el tiempo el término quedó más restringido. Sus connotaciones ya en el XVI
empezaron a alejarse del ornamento, para dirigirse hacia lo caricaturesco y
carnavalesco, como señala acertadamente la historiadora del arte Frances
Connelly, a quien seguimos en este breve comentario. Hoy lo grotesco se
confunde muchas veces con lo cómico y lo paródico. Modernamente vamos a
encontrar elementos grotescos en la obra de Goya, de William Hogarth, de
Picasso o de los surrealistas; en la commedia dell’arte italiana o en el teatro
del absurdo, en el arte gráfico del Expresionismo alemán, en el cine, en el
cómic y hasta en la música popular.
El
cliente siempre tiene razón en cualquier negocio menos en psiquiatría.
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