Los
restos de Oreopithecus
se han encontrado en Italia, datándose en el final del Mioceno.
Constituye la única especie y el único género hallado hasta la
fecha de la familia de los oreopitécidos.
Algunos paleontólogos lo consideran un mono del viejo mundo, otros
destacan sus atributos simiescos e incluso hominoideos, especialmente
su gran capacidad de braquiación. Hay quien le considera ascendiente
directo de los grandes simios modernos, y quien le supone el
antepasado que compartimos con ellos. En Bigotini nos inclinamos a
pensar que Oreopithecus no fue sino un callejón sin salida
evolutivo, uno de los primeros grandes monos cuyos rasgos avanzados
son una probable consecuencia de la evolución convergente.
Fijándonos en las reconstrucciones que se han hecho de él, algunas
de las cuales ilustran este artículo, no podemos sino disculpar a
quienes otorgan al fósil una importancia de la que seguramente
carece. Los rasgos deliberadamente humanizados con que lo han
imaginado algunos artistas nos inducen a mirarlo con simpatía.
Se
le ha llamado también el simio
de la montaña, y
hasta hay quienes le dieron el curioso nombre de abominable
hombre del carbón,
debido a que sus restos se descubrieron en un depósito fósil de
lignito en la región italiana de la Toscana. Su antigüedad se
aproxima a los 14 millones de años. Oreopithecus alcanzaría la nada
desdeñable altura de 120 cm. Presenta el hocico típico de un mono.
También son de mono los huesos de sus tobillos. La frente, sin
embargo, corresponde ya claramente a un simio. El rostro es pequeño
y plano. La dentadura, dotada de caninos cónicos, es muy similar a
la de los homínidos. Semejante mezcla, lejos de hablar a favor de un
posible eslabón entre simios y humanos, se explica mejor si
consideramos a Oreopithecus como un linaje independiente, lo que
seguramente se corresponde con la realidad.
Los
lugares donde se han hallado sus restos (yacimientos de lignito fósil
blando) hablan en favor de un hábitat de selva húmeda. Oreopithecus
se movía en las riberas fluviales y en ciénagas boscosas con una
tupida vegetación. Su alimentación básica bien pudo estar
compuesta de frutos, tallos y hojas de una gran variedad de plantas.
Los brazos o patas delanteras, mucho más largas que las traseras,
inducen a pensar que pasaba mucho tiempo en los árboles, y que
empleaba la braquiación, balanceándose en las ramas, como método
principal de locomoción en aquél medio arborícola. Es este un
rasgo extraordinariamente moderno para aquel periodo. Y todavía es
mucho más actual otra interesante y asombrosa característica de
Oreopithecus: su capacidad para caminar (o al menos para correr) en
posición erguida. Así lo indican claramente la estructura de su
pelvis y su columna vertebral.
Como
imaginar no cuesta nada, resulta muy sugestivo imaginar al simpático
y humanizado Oreopithecus como un ancestro directo. Bien, ya hemos
visto que no es así, y sin embargo uno no puede evitar esbozar una
sonrisa ante el rostro casi humano con que algunos dibujantes
especializados en paleontología han representado a este gran mono de
largos brazos.
Siempre
salgo con dos mujeres. No me gusta que las chicas regresen solas a
casa de noche. Groucho Marx.