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domingo, 28 de mayo de 2023

CINCUENTA AÑOS DE ASESINATOS

 


Alejandro Severo fue el último emperador romano de la dinastía de los Severos. A su muerte, en 235, siguió un periodo caótico de medio siglo en el que los emperadores se sucedieron según los iban asesinando los militares para nombrar al siguiente. Así que quienes realmente tuvieron el poder fueron los ejércitos y sus generales, gentes en esa época ya habitualmente bárbaras. El primero de aquellos monarcas efímeros fue Maximino, un tipo de más de dos metros de estatura de quien se dice que usaba brazaletes como anillos. Era un tracio hijo de campesinos y muy ignorante. Acaso consciente de sus limitaciones, Maximino en los tres años que duró su reinado, no puso un pie en Roma. Prefirió quedarse entre los soldados con los que había crecido, y ya hemos dicho que creció mucho. Las guerras se le dieron bien, y mantuvo a raya a los enemigos en diferentes fronteras. Como para financiar las campañas necesitaba mucho dinero, Maximino se aplicó a recaudar impuestos, algo que molestó profundamente a los ricos. Así que la oligarquía se puso a conspirar, y nombró por su cuenta emperador a Gordiano, un aristócrata ya octogenario.

Maximino mató en combate al hijo de Gordiano, y el pobre anciano se suicidó, de manera que los capitalistas nombraron no a uno, sino a dos emperadores, Máximo y Balbino, a ver si así le ponían a Maximino las cosas más difíciles. Pero Maximino era duro de pelar y ya estaba a punto de derrotarlos cuando, no está muy claro por qué motivo, le asesinaron los guardias pretorianos. Se ve que llevaban algún tiempo sin asesinar emperadores, y les picó el gusanillo. Los pretorianos instalaron en el trono a otro Gordiano, al que llamaremos Gordiano II, y que no tenía nada que ver con el primero. Al segundo le mataron los legionarios cuando iba camino de Persia, y aclamaron a Filipo el Árabe, que a su vez fue liquidado por Decio en Verona. Este Decio logró ser emperador durante dos años, que por aquel entonces era una hazaña. Fue derrotado y muerto por los godos, y le sustituyó Galo, que también fue eliminado por sus soldados, que aclamaron a Emiliano, para matarle pocos meses después. Un carrusel de asesinatos.


El siguiente emperador fue Valeriano, que se encontró de repente con cinco guerras simultáneas en otras tantas fronteras. Marchó a Oriente, murió allí, y dejó como heredero a su hijo Galieno. Este Galieno tenía menos de cuarenta años, era un hábil estratega militar y un gobernante inteligente. Habría podido ser un emperador formidable, pero la descomposición del Imperio había llegado a un límite en que las cosas no tenían remedio. La Roma de César o la de Augusto posiblemente habrían hecho frente a la catástrofe, pero la Roma de Galieno era ya un barco a la deriva. Sólo le salvó una especie de milagro en forma de mujer.

Zenobia, viuda de un tal Odenato que había sido el gobernador romano de Palmira, tomó las riendas del ejército en Oriente, y de victoria en victoria, esa mítica reina Zenobia sometió a Cilicia, Armenia y Capadocia, y se anexionó Egipto. Derrotó también a los sármatas y los escitas en Grecia, actuando siempre en nombre y como representante de Roma, aunque en la práctica fue completamente independiente. Galieno acudió a Grecia para prestar apoyo a Zenobia, venció a los enemigos, y sus soldados en agradecimiento, le asesinaron. Le sucedió Claudio II que murió al poco tiempo en la gran peste del año 270.


Ascendió al trono Domicio Aurelio, conocido como Aureliano, un brillante general a quien los soldados apodaban mano sobre la espada. Emprendió una estrategia destinada a retrasar en lo posible la catástrofe que parecía inminente. Para ello echó mano tanto de la espada, derrotando a los germanos y los vándalos que ya invadían Italia, como de la diplomacia, cediendo la Dacia a los godos para que actuaran como dique de contención. Para muchos autores el mandato de Aureliano marca una especie de preludio del medioevo, pues entre otras medidas, ordenó que se amurallasen todas las ciudades del Imperio y que dispusiesen de fuerza militar suficiente para repeler los ataques de los bárbaros. En la práctica, la medida supuso que cada ciudad confiase sólo en sus propias fuerzas, y significó el fraccionamiento y el ocaso del poder central. Pero lo cierto es que temporalmente el plan de Aureliano funcionó. No aceptó el separatismo de Zenobia, marchó contra ella, la derrotó y la confinó en la lujosa villa de Tívoli, una especie de jaula de oro. Roma vivió por un breve periodo el espejismo de recobrar su grandeza, y otorgó a Aureliano el título de Restitutor, el restaurador. También en materia religiosa fue un emperador original. Instauró como religión oficial el culto al sol, un credo monoteísta que en cierto modo precedió y facilitó la aceptación del cristianismo que se produciría unas décadas después. Aureliano también de alguna forma se adelantó a la Edad Media instaurando la monarquía absoluta, haciéndose ungir Señor, y proclamándose rey por la gracia de Dios, una fórmula que nos resulta muy familiar por haberla visto en lápidas y en documentos durante siglos. En fin, su mucho señorío y su mucha gracia de Dios sirvieron de bien poco a Aureliano, pues sus soldados se lo cargaron igual que habían hecho antes con tantos otros.


El Senado (pues sí, todavía existía el Senado) nombró emperador a Tácito, un descendiente del famoso historiador, que como era ya muy viejo, murió seis meses después de muerte natural. En el 276 le sucedió Probo, al que para no variar, asesinaron los soldados al poco tiempo. Subiendo líneas arriba, cuento quince emperadores en cincuenta años, casi todos como hemos visto, de mandato tan efímero como dictó el capricho o la sed de rapiña de los mílites. Porque en efecto, por encima del resto de los problemas que aquejaban a Roma, el militarismo se convirtió en la auténtica plaga que le conduciría al abismo. Nuestro profe Bigotini hace como en la célebre canción: en la fiesta nacional, él se queda en la cama igual. Tened, amigos, mucho cuidado con las banderas, los himnos y los desfiles. No conducen a nada bueno.

Al cielo se entra gracias a la misericordia de Dios. Si se entrara por méritos, las personas nos quedaríamos fuera, y sólo entrarían los perros. Mark Twain.


miércoles, 24 de mayo de 2023

GARCÍA LORCA. VERDE QUE TE QUIERO VERDE

 


En la localidad granadina de Fuente Vaqueros vino al mundo Federico García Lorca el 5 de junio de 1898. Fue hijo de un hacendado y una maestra de escuela, que se mudaron a Granada cuando el pequeño Federico tenía once años. Su primera pasión fue la música, a la que le aficionó su madre, llegando a ser un aceptable intérprete de piano. En 1914 inició sus estudios de filosofía y de derecho en la Universidad de Granada, y a partir de 1919 los prosiguió en la madrileña y emblemática Residencia de Estudiantes, a instancias de Fernando de los Ríos. Coincidió allí con compañeros como Rafael Alberti, Salvador Dalí, Luis Buñuel o Pepín Bello, y tuvo oportunidad de tratar a personalidades importantes de la cultura universal que pasaron por la institución, como Albert Einstein, Marie Curie, Juan Ramón Jiménez o John Maynard Keynes. Publicó entonces su primer poemario, El maleficio de la mariposa.

Regresó a Granada en 1921, y allí recuperó el piano y cultivó la amistad de Juan Ramón y de Manuel de Falla en la célebre tertulia de El Rinconcillo, que se reunía en el café Alameda. Se apasionó también por el teatro, sobre todo el teatro de títeres, los infantiles títeres de cachiporra, para el que compuso varias piezas que se representaron en su casa con participación de sus hermanas, para un selecto grupo de amigos de la familia. Paralelamente surgió torrencialmente su pasión por el folklore, el flamenco, el cante jondo y el mundo de los gitanos. Escribió entonces su Poema del cante jondo, que no se publicaría hasta 1931. Colaboró también con Falla en la puesta en escena y la música de varias piezas de títeres: La niña que riega la albahaca y el príncipe preguntón, el Misterio de los Reyes Magos, y una opereta lírica que titularon Lola, la comedianta. En 1925 pasó en Cadaqués las vacaciones con Salvador Dalí, al que alentó a dedicarse a la pintura, correspondiéndole Dalí con animarle a escribir poesía. Es dudoso que hubiera entre ambos una relación homosexual, aunque por entonces Dalí definió en alguna carta a Lorca como su “amor erótico”. Sí parece probado que Lorca inició ese mismo año una relación con el escultor Emilio Aladrén, que duró hasta 1927, fecha en la que Aladrén se casó con Eleanor Doven.


La expresión generación del 27 pudo acuñarse en la reunión que organizó en Sevilla la Sociedad Económica de Amigos del País para conmemorar el tricentenario de Góngora. Se discute siempre si la etiqueta resulta apropiada, y cada crítico incluirá o excluirá del grupo a unos u otros, según le dicte su criterio. En casa Bigotini optaremos por citar como miembros de la generación en lo relativo a poesía, además de Lorca, a Rafael Alberti, Vicente Aleixandre, Jorge Guillén, Dámaso Alonso, Pedro Salinas, Gerardo Diego, Manuel Altolaguirre, Luis Cernuda y Emilio Prados, sin olvidar a Miguel Hernández que aun con orígenes sociales y literarios diferentes al resto, merece a nuestro juicio figurar en aquella brillante nómina poética tanto por coincidencia generacional como por la calidad de su obra.

En 1928 publicó Federico su Romancero gitano, poemario que le catapultó a la fama de forma inmediata. Éxito poético sin precedentes, el Romancero rebasó los límites de las librerías, calando muy hondo en la cultura popular y sirviendo de inspiración a coplas y otras manifestaciones artísticas populares, hasta el punto de que su autor llegó a sentirse encasillado y algo molesto, según se refleja en alguna de sus cartas. Sus amigos Dalí y Buñuel tildaron el Romancero de populachero, criticas que hirieron la autoestima de Federico. En 1929 fundó Lorca la efímera revista literaria Gallo, y ese mismo año escribió la obra Amor de don Perlimpím con Belisa en su jardín, que no llegó a estrenarse porque la prohibió la censura del dictador Primo de Rivera. También aquel mismo año se embarcó con Fernando de los Ríos en el Olympic, buque hermano del naufragado Titanic, para navegar hasta Nueva York y acaso olvidar el desengaño de su ruptura con Emilio Aladrén. Para Federico el viaje resultó una experiencia vital inolvidable. Aprendió poco inglés pero descubrió los barrios de los negros y su música, que le fascinó, descubrió el capitalismo americano y descubrió la vertical inmensidad de la Gran Manzana, un lugar de alambre y muerte, geometría y angustia, como lo llegó a calificar. Fruto de aquel viaje fue su Poeta en Nueva York, otra de sus obras capitales que no llegaría a publicarse hasta después de su muerte. Completó su periplo americano con su estancia en La Habana en 1930. Todavía regresaría al nuevo continente, concretamente a Buenos Aires en 1933 de la mano de la actriz Lola Membrives que estrenó en la ciudad del Plata Bodas de sangre. También se representaron en la capital argentina Mariana Pineda, La zapatera prodigiosa, El retablillo de don Cristóbal y una adaptación de La dama boba de Lope de Vega. Conoció allí a figuras importantes de la cultura como Ricardo Molinari, Pablo Neruda o Juana de Ibarbourou, y ganó suficiente dinero como para ser independiente económicamente durante el resto de su vida que, desgraciadamente, no iba a ser muy larga.


Antes de su viaje a la Argentina, durante los primeros años de la República, Federico colaboró con el escritor granadino Eduardo Ugarte en la dirección del grupo de teatro universitario La Barraca, con el que recorrieron gran parte de la geografía rural española representando obras clásicas del siglo de Oro: Cervantes, Lope o Calderón llegaron hasta los más apartados rincones, a veces atravesando caminos de herradura. Fue esta una etapa emocionalmente enriquecedora para el poeta. A la vuelta de América, entre 1934 y 36, Lorca vivió acaso su periodo de creación más fecundo. A esta etapa pertenecen obras como Yerma, La casa de Bernarda Alba, Doña Rosita la soltera, Llanto por Ignacio Sánchez Mejías, Suites o Diván del Tamarit.


Mientras tanto, el ambiente político y social se iba enrareciendo, comenzando a soplar ya los vientos de una sublevación que a la postre resultaría tan terrorífica y cruel para los vencidos como desgraciadamente conocemos. A pesar de que nunca se afilió a ningún partido ni organización, la amistad de Federico con destacadas figuras políticas de la izquierda, como el ministro socialista Fernando de los Ríos o el comunista Rafael Alberti, situó al poeta en el punto de mira de la Falange y de los sectores más reaccionarios. La prensa conservadora le tildó de peligroso revolucionario y hasta revistas satíricas alentadas por la derecha, se permitieron alusiones infamantes sobre su homosexualidad. Unos días antes de la sublevación, los embajadores de Colombia y de México le ofrecieron marchar al exilio, algo que Lorca rechazó. En julio del 36 buscó refugio en casa de su amigo Luis Rosales, confiando en la protección de dos de sus hermanos, destacados falangistas de Granada. Pero de nada sirvió. El 16 de agosto de 1936 se presentó allí la guardia civil y lo detuvo. El gobernador civil de Granada, un tal Valdés, consultó con el general sublevado Queipo de Llano qué debía hacer con el detenido. Queipo respondió: “dale café, mucho café”. A las 4:45 h. de la madrugada del 18 de agosto Federico García Lorca fue asesinado sin la menor compasión en algún lugar del camino que va de Víznar a Alfacar, junto a Dióscoro Galindo, maestro nacional, y a Francisco Galadí y Joaquín Arcollas, banderilleros anarquistas. Cuando escribo estas líneas aún no ha sido localizado su cadáver. Tres golpes tuvo de sangre y se murió de perfil, viva moneda que nunca se volverá a repetir.

Biblioteca Bigotini os ofrece una breve edición digital de su Romancero gitano. Basta con hacer clic en el enlace: 

https://www.dropbox.com/home/Profesor%20Bigotini?preview=ROMANCERO+GITANO.pdf

La noche se puso íntima

como una pequeña plaza.

Guardias civiles borrachos

en la puerta golpeaban…


domingo, 21 de mayo de 2023

SORDERA PROFESIONAL

 

El oído humano consta de tres partes anatómicamente diferenciadas: oído externo, formado por el pabellón de la oreja y el conducto auditivo externo; oído medio, que comprende la membrana timpánica y la cadena de huesecillos; y oído interno, formado por la cóclea o caracol y el nervio auditivo, encargado de transmitir los impulsos nerviosos de la audición a la zona del cerebro correspondiente situada en la región temporal.



Las ondas sonoras captadas por el pabellón aurícular penetran en el conducto auditivo externo y producen la vibración de la membrana timpánica, que se comporta como la piel de un tambor. Las vibraciones se transmiten a través de la cadena de huesecillos (martillo, yunque y estribo), para penetrar en el oído interno a través de la ventana oval, que comunica el pie del estribo con la cóclea o caracol.

Merece la pena abrir un paréntesis al hablar de los huesecillos, mejor dicho de su origen evolutivo. Tienen apenas el tamaño de la cabeza de un alfiler, y sin embargo proceden (¡quién lo diría!) de la mandíbula articulada de los reptiles. En efecto, la mandíbula reptiliana, concebida con cierta movilidad que permite tragar presas de tamaño considerable, está compuesta por cuatro huesos. Sin embargo en sus descendientes los mamíferos, la mandíbula es de una sola pieza, los otros tres huesos primitivos han migrado para formar parte de nuestro oído medio. Ni más ni menos.


La clave de la audición radica en la cóclea, un órgano de forma espiral, cuyas rampas internas se hallan tapizadas de infinidad de células ciliadas, provistas de filamentos capaces de vibrar en diferentes frecuencias, y de sintonizar con las frecuencias de los diferentes sonidos que nos llegan. De esta manera se produce una auténtica sintonía, o lo que es lo mismo, una amplificación extraordinaria de dichos sonidos. Cada una de estas microscópicas células ciliadas, mediante su minúscula terminación nerviosa, transmite el sonido a través de las fibras del nervio auditivo, al cerebro, que se encarga de procesar y discriminar el significado de cada sonido. De esta manera, como se ha comprobado en muchos casos de lesión cerebral, podemos afirmar que el oído (fundamentalmente los cilios cocleares) oye los sonidos, pero es el cerebro el que verdaderamente los escucha y los entiende. 



En caso de exposiciones prolongadas a ruidos muy intensos, sobre todo los que sobrepasan 80 u 85 decibelios, un número creciente de células cocleares resulta dañado. De esta manera, en trabajadores sometidos durante largos periodos de tiempo a ruidos de notable intensidad, se va fraguando la sordera profesional, un clásico de la patología de origen laboral. De forma característica, la pérdida auditiva comienza en la frecuencia de 4000 Hercios (Hz), para ir extendiéndose más tarde a las frecuencias contiguas (3000 y 6000 Hz), y con el tiempo a las siguientes (2000 y 8000 Hz). En una fase avanzada resultan dañadas las frecuencias habituales de la conversación que son las que suele comprender la voz humana (entre 500 y 2000 Hz). Es en esta fase cuando el deterioro de la calidad de vida del paciente alcanza su verdadera dimensión.

Lo más dramático es que la sordera profesional es irreversible. Lo son incluso las pérdidas auditivas incipientes. Las células ciliadas cocleares que han resultado dañadas no se recuperarán jamás. Se trata de una sordera de percepción. A diferencia de las sorderas de transmisión, que se producen en el oído externo y el oído medio, y que son debidas por ejemplo, a un obstáculo mecánico (clásicamente un tapón de cerumen), a una infección, etc.; la sordera de percepción es propia del oído interno, en este caso de la cóclea, y afecta a la percepción del sonido, a su procesamiento neurocerebral. No existe tampoco la posibilidad de beneficiarse de un audífono. Con este aparato podrá incrementarse la intensidad de las frecuencias que aun se conservan, pero jamás volverán a oírse las frecuencias perdidas en las células ciliadas.


Por regla general la sordera profesional es bilateral y simétrica. El trabajador de una fábrica con ambiente ruidoso está expuesto al ruido ambiental, y ambos oídos se dañan por igual. Sin embargo existen casos, como el de los conductores o los operadores de cierta maquinaria industrial, en que el oído más expuesto es el que queda cerca de la ventanilla del vehículo (en Europa continental el izquierdo).

La prevención de la sordera profesional pasa por la reducción o atenuación de los niveles de ruido en los centros y lugares de trabajo. Lamentablemente, esta es una posibilidad muchas veces voluntarista, y más teórica que práctica. En el mundo laboral actual, la prevención del deterioro auditivo se encuentra básicamente centrada en el empleo de protectores, bien de tipo "cascos" u orejeras o bien de tipo tapón, ya sean desechables o de uso prolongado. Su uso puede en ocasiones resultar incómodo al trabajador. No obstante, si tenemos en cuenta el daño irreversible que puede evitarse con su empleo, los responsables de la prevención de riesgos aconsejarán, y en algunos casos obligarán preceptivamente su utilización.

No hay peor sordo que el que no quiere oír. 

jueves, 18 de mayo de 2023

EL DESARROLLO EN SERIE DE Pi

 


Pi, que se representa con la letra griega p, es con toda probabilidad el número irracional más célebre, el más presente tanto en la naturaleza como en la ciencia y la tecnología, y también el que se conoce desde tiempos más antiguos. El hecho de que fuera descubierto por diferentes personas de diferentes culturas, demuestra el carácter universal de las matemáticas. Para reforzar este carácter de disciplina universal, contamos con otro ejemplo también relacionado con p. Se trata de su desarrollo en serie, que también se propuso por matemáticos distintos en contextos diferentes.


El más antiguo del que tenemos noticia fue el que aparece en el libro escrito por el matemático indio Nilakantha Somayaji, y que probablemente recoge el trabajo de algunos matemáticos indios incluso anteriores al siglo XIV, época en que se publicó el libro. La obra permaneció desconocida en Occidente, hasta que de forma independiente, el matemático y astrónomo escocés James Gregory dio a conocer el desarrollo en un trabajo de 1671. Paralela e independientemente, el científico alemán Gottfried Wilhelm Leibniz publicó la fórmula en 1673, lo que al decir de muchos, incluso del mismo Newton que nunca le tuvo mucha simpatía, fue el primero y principal de los grandes logros científicos de Leibniz.



Siguiendo a Clifford Pickover, las series infinitas, sumas de infinitos números, desempeñan un papel decisivo en las matemáticas. En una serie tan simple como 1 + 2 + 3 +…, la suma de todos los términos es infinito. Decimos entonces que la serie diverge. Llamamos serie alterna a aquella en que se alternan los términos positivos y negativos. Un caso particular de estas series alternas, precisamente el que ha fascinado y sigue fascinando a cualquier matemático, es precisamente el desarrollo en serie de p, de la que tratamos. Se trata como es sabido, de la constante que relaciona la longitud de una circunferencia con su diámetro. Su desarrollo puede expresarse mediante una fórmula muy sencilla: p/4 = 1 – 1/3 + 1/5 – 1/7 +…

Nótese además, que en trigonometría la función arcotangente puede expresarse: arctg(x) = x –x3/3 + x5/5 – x7/7 +… Mediante este desarrollo en serie de potencias del arcotangente, la serie de p/4 puede obtenerse si se fija x = 1. Nuestro viejo profe Bigotini está interesado en aplicar el desarrollo en serie de pi a su asombrosa nariz.

Nada se parece tanto a la ingenuidad como el atrevimiento. Oscar Wilde.


domingo, 14 de mayo de 2023

REG PARLETT, EL REY DEL CÓMIC BRITÁNICO

 


Nacido en Londres en 1904, Reginald Parlett, o Reg Parlett, como solía firmar, fue junto a Frank Minnitt, el principal creador de la historieta cómica del Reino Unido. Comenzó su andadura profesional en 1923 dibujando en revistas como Merry and Bright o Funny Wonder. En los años treinta fue el principal artista de las popularísimas Charlie Chaplin y Radio Fun. Luchó con la RAF en la Segunda Guerra Mundial, y a su vuelta a la vida civil obtuvo sus mayores éxitos como historietista, siendo durante los cincuenta y los sesenta el principal representante de la llamada escuela británica del Cómic, cuyo estilo hizo época y se exportó a prácticamente el resto del mundo.

Aparte de su agilidad en el dibujo y su fluido trazo, Parlett destaca de forma especial como guionista de historietas infantiles. A España llegó su trabajo con algún retraso, a partir de la década de los sesenta. Primero en publicaciones de la editorial valenciana del Jaimito, y más tarde, ya en los setenta, en la revista Zipi y Zape que editó Bruguera. Falleció en 1991 después de haberse retirado nueve años antes. Parlett dibujó y guionizó algunas series ya clásicas como la famosísima Billy Bunter, que entre nosotros se tradujo como Guillermito y su voraz apetito, pero fue también creador de muchas otras completamente originales. Pongo aquí algunos de sus títulos en español que resultarán más familiares a nuestros lectores: Fantasmín, Fantasmas de alquiler, Cuervo loco, pica pero pica poco, Fina, el terror de El Remanso, Urtanín, ¡Todo el mundo al cole!, Sabanito o Barón, el gato pardo y el mayordomo Abelardo. Y os dejo a continuación una selección de sus páginas para que recordéis los maduritos y descubráis los jovencitos el enorme talento cómico de Reg Parlett, todo un clásico del género.














jueves, 11 de mayo de 2023

KIRK DOUGLAS, EL JUDÍO RUSO QUE CONQUISTÓ HOLLYWOOD

 





La historia personal de Kirk Douglas, hijo de un barrendero emigrante judío ruso, que se crió en el suburbio más pobre de Nueva York, parece recoger la esencia del célebre sueño americano. El joven aspirante a actor tuvo que ganarse el sustento ejerciendo hasta cuarenta oficios diferentes, según propia confesión, y viendo como se le iban cerrando una tras otra, todas las puertas, hasta que pudo colarse por el resquicio teatral de Broadway donde asombró a todos con su enorme talento interpretativo. Dio luego el salto a Hollywood protagonizando en La Meca del cine una carrera dilatada y desigual.

Douglas fue ante todo un trabajador infatigable que como actor o como productor, no pasó un solo día de su vida profesional sin trabajar dedicado en cuerpo y alma a su pasión por las cámaras. Se le recuerdan tanto actuaciones gloriosas como algunas otras infames, quizá porque nunca supo decir no. En el terreno amatorio debió sucederle otro tanto, a juzgar por la fama de mujeriego irredento que le acompañó hasta las mismas puertas de la vejez. No recibió un Oscar honorífico hasta edad ya provecta, reconocimiento que acaso pretendió enmendar varias décadas de olvido. Hombre de carácter huraño, sus orígenes y su comportamiento le granjearon fama de rojo en esos años difíciles del macartismo. En las distancias cortas Kirk Douglas seguramente fue muy persuasivo, porque hasta logró embarcar a Stanley Kubrick en el proyecto faraónico de Espataco, una aventurada superproducción que en principio no entraba en los planes del director británico, pero que a la postre resultó ser uno de esos clásicos imprescindibles.

Para homenajear el recuerdo del actor, os proponemos precisamente visionar el tráiler oficial de esa película, una de las más emblemáticas de las protagonizadas por Kirk Douglas. Clic en el enlace: 

https://www.youtube.com/watch?v=HcIMY1Ah3aw

Próxima entrega: Stanley Kubrick


lunes, 8 de mayo de 2023

LOS SEVEROS. LA ROMA DEL LUJO Y LA ANARQUÍA

 


Cómodo, el hijastro de Marco Aurelio, fue una desgracia para Roma. Como era un mocetón aficionado a degollar fieras y a luchar en el Circo, al principio la soldadesca le recibió bien, pero muy pronto se desengañaron. Su primera acción militar fue firmar una paz apresurada con los germanos, cuando tenía todo a favor, sólo porque tenía prisa por volver a Roma y a sus diversiones. Mantuvo un harén de jóvenes de ambos sexos, pero su favorita fue una cristiana: Marcia. La política imperial volvió con Cómodo a los peores tiempos de Calígula o Nerón. Dejó el gobierno en manos del comandante de los pretorianos, un tal Cleandro que robó y asesinó a su antojo. A tal punto llegaron los desmanes que el pueblo se levantó en armas exigiendo la cabeza de Cleandro. Cómodo no se lo pensó dos veces. Sacrificó a Cleandro para nombrar como sustituto a Leto. Y parece que este Leto era un tipo listo. Comprendió que su cargo era muy arriesgado: o se hacía matar por el pueblo para complacer al emperador, o se hacía matar por el emperador para complacer al pueblo. Así que tomó la decisión más prudente, es decir, matar al emperador. Contó para ello con la complicidad de Marcia, la amante cristiana de Cómodo, que lo envenenó, para que luego los pretorianos le remataran en el baño, una orgía de diarrea y sangre.


Cómodo acababa de cumplir los treinta. Corría el año 192. Los senadores se vinieron arriba nombrando emperador a uno de ellos, Pertinax, que protagonizó uno de los mandatos más efímeros de los emperadores romanos. Siguiendo instrucciones del Senado, el hombre se propuso sanear las finanzas del Estado. Había que hacer economías, y comenzó por rebajar salarios y despedir a muchos funcionarios y aprovechados de todo tipo, entre otros a los pretorianos. Grave error, naturalmente. El pobre Pertinax duró dos meses en el trono. Le encontraron una mañana en el baño cosido a puñaladas mientras los pretorianos silbaban mirando al techo distraídamente. Los guardias no se cortaron un pelo. Antes de que ni el Senado ni nadie pudiera reaccionar, anunciaron públicamente que proclamarían emperador a quien les ofreciera más dinero. Así como suena, el Imperio puesto a subasta como si fuera una mercancía cualquiera.


A esas alturas los romanos ya no se escandalizaban por nada. Uno de los patricios más ricos, Didio Juliano, estaba tan tranquilo el hombre comiendo en su casa, cuando su esposa y su hija, unas mujeres muy ambiciosas, le echaron encima la toga y le empujaron a concurrir a la subasta. Juliano, que debía ser todo un calzonazos, temía más a las mujeres de su casa que a los tigres del Circo, así que se presentó ante los pretorianos y les ofreció tres millones de sestercios a cada uno, una fortuna que no pudieron rechazar, claro. Y si Pertinax había sido efímero, Didio Juliano lo fue aún más. Los senadores maniobraron en secreto ante los principales generales, y uno de ellos, Septimio Severo, se apresuró a recoger el guante. Llegó a Roma, ofreció a los pretorianos el doble y asunto arreglado: decapitaron a Juliano en su cuarto de baño, por lo visto, uno de los lugares más peligrosos de los palacios en Roma.


Septimio Severo inauguró la dinastía de los Severos y transformó el principado en una monarquía hereditaria de cuño militar. Era un africano de origen hebreo. Cuando accedió al trono era ya cincuentón, pero mantenía una forma física excepcional fruto de sus campañas militares. Había estudiado filosofía y derecho, y hablaba latín con un marcado acento oriental. Carecía de las cualidades morales de un Antonino o un Marco Aurelio. Carecía de la brillantez de un Trajano o un Adriano. Pero era un hombre recto e íntegro. Actuó con mano de hierro para poner orden y acabar con la lacra de los pretorianos. Actuó con mano izquierda y hábil estrategia cuando fue necesario ser sutil en la política. Su principal defecto era quizá una excesiva credulidad en la astrología. Su primera mujer murió prematuramente, y siguiendo la estela de un meteorito, llegó hasta Emesa, en Siria, donde se había erigido un templo para adorar la piedra celeste. Allí conoció y se prendó de Julia Donna, la joven y bellísima hija del sacerdote, y claro, la convirtió en emperatriz. Fue esta Julia Donna una mujer inteligente y culta que reunió en Roma un salón literario e importó a la Metrópolis los lujos y las modas de Oriente. La principal tacha que puede ponérsele, acaso la única, es la de traer al mundo a los dos hijos de Septimio Severo: Caracalla y Geta.


El mandato de Septimio Severo duró diecisiete años. Extendió la ciudadanía romana a los hombres libres de las provincias e instauró el servicio militar obligatorio con la única excepción de los itálicos. A partir de entonces, los ejércitos romanos se convirtieron en la legión extranjera. A sus hijos, Caracalla y Geta, les recomendó: no escatiméis el dinero con los soldados, y burlaos siempre de todo lo demás. Tanto les aprovechó el consejo, que efectivamente, se burlaron de todo lo demás, y en ese todo incluyeron a su propio padre, cuyo final aceleraron dando a los médicos las instrucciones pertinentes. Corría el año 211. Caracalla no quiso compartir el poder con su hermano, y le hizo asesinar. No recibía nunca a los senadores, pero mantenía un trato franco y cordial con los soldados a quienes llenaba los bolsillos a la menor ocasión. Por lo demás, Caracalla fue una especie de segundo Cómodo. Luchaba cada mañana con un oso y hacía sentar a la mesa o subir a su lecho a tigres y leones. La política la dejó en manos de su madre, y Julia Donna no lo hizo mal. Gobernó con moderación y solvencia, y el único reproche que le hicieron sus enemigos fue el de favorecer a quienes le caían bien. Un reproche ciertamente menor. Pero el joven emperador estaba un poco loco, y añadiríamos quizá que era bastante gilipollas. Alguien le calentó la cabeza hablándole de las hazañas de Alejandro Magno, y Caracalla se propuso emularlo. Partió hacia Oriente con un ejército en el que los soldados iban disfrazados de falanges macedónicas, y allí se puso a guerrear sin pies ni cabeza. Los legionarios cansados de ir de aquí para allá y no obtener ningún botín, le despacharon a puñaladas en su tienda de campaña. No sabemos si tenía allí también cuarto de baño.


Tal como ya estaba instituido, los soldados debían elegir un nuevo emperador. Julia Donna había fallecido, pero su hermana menor, Julia Mesa, no menos ambiciosa e inteligente, difundió el rumor de que el emperador había dejado un hijo natural que casualmente era nieto suyo. Que el difunto Caracalla se hubiera acostado con una prima que vivía a miles de kilómetros de Roma, parece bastante inverosímil. No obstante, pocas cosas hay más oportunas que una mentira oportuna, así que los legionarios proclamaron nuevo emperador a un joven sirio llamado Vario Avito, sacerdote en Emesa, cuyo nombre religioso era Heliogábalo, es decir, el dios-sol, un chiquillo de catorce años que apenas hablaba latín y accedió al trono con los labios pintados de carmín, las pestañas teñidas con henna, una túnica de seda roja, un collar de perlas, brazaletes y una corona de brillantes. Pasó su mandato rodeado de lujo y fastos. Era aficionado a gastar bromas inocentes, a cubrir de pétalos de rosa a sus invitados, y a toda clase de excesos místicos tales como circuncidarse él mismo o intentar otro día castrarse. Se propuso establecer su exótica religión del meteorito como la oficial del Imperio. Su abuela, Julia Mesa, que era la que realmente ejercía el gobierno, comprendió que aquel jovencito iluminado ponía en peligro el Imperio, así que le convenció de que nombrara sucesor a su primo Alexiano o Alejandro, y a continuación le hizo degollar junto a su madre que para más inri, era hija suya.


Del horrible degüello de Heliogábalo surgió el reinado de un gran emperador: Marco Aurelio Alejandro Severo, a quien conoce la Historia como Alejandro Severo, otro joven de catorce años, pero completamente distinto a su primo. Alejandro era un joven sensato y muy preparado. Su lema, que hizo esculpir en muchos monumentos, era: no hagas a los demás lo que no quieras que te sea hecho, una máxima que él mismo cumplió con toda fidelidad durante su mandato. Se apoyó para gobernar en Mamea, su madre, una cristiana que sustituyó a la difunta Julia Mesa. La emperatriz madre se hizo aconsejar por dos excelentes consejeros, Orígenes y Ulpiano, que supieron orientar a Alejandro por el buen camino. En política interior su mandato fue un camino de rosas. Muy distinta fue su suerte en lo relativo al ejército. Los soldados se habían convertido hacía décadas en el verdadero poder imperial. Alejandro Severo marchó al frente de las legiones a sofocar una rebelión en la Galia. En Panonia prefirió comprar la paz con tributos a guerrear contra los germanos. Era un emperador pacífico, pero los generales de Roma no podían sufrir aquella afrenta. Le asesinaron en su tienda junto a Mamea, su madre, y el resto de su séquito. Corría el año 235.

Es una lástima que no se pueda ser célebre sin que los demás se enteren. Jardiel Poncela.


viernes, 5 de mayo de 2023

LUDOVICO ESCRIVÁ. VENERIS TRIBUNAL

 


Traemos hoy a nuestra sección de Bigotini literario una obra de cuyo autor se sabe bien poco. Se trata de Veneris tribunal, El tribunal de Venus, que fue publicada por vez primera en Venecia el año de 1537. Tanto en aquella primera edición como en las posteriores, aparece como autor Ludovico Escrivá, un español, valenciano por más señas, que escribía en castellano. No está nada claro de quién se trata. Encontramos un poeta valenciano de principios del siglo XVI que firmaba como Comendador Escrivá, pero nada indica que el autor de aquel Veneris tribunal ostentara el título de comendador, ni que el poeta valenciano viajara a Italia. El Escrivá comendador fue autor de una obra titulada Querella del dios Amor, también de tema profano y ambientación claramente renacentista. También se publicaron algunas de sus coplas en el Cancionero General de Hernando del Castillo, así como en el Cancionero de Elvás. Una de estas coplas por cierto, se hizo muy popular y la reprodujeron Lope de Vega y hasta Cervantes en El Quijote:

Ven, muerte, tan escondida,

que no te sienta venir,

porque el placer de morir

no me torne a dar la vida.



Menéndez y Pelayo identifica a Ludovico Escrivá con Mosen Joan Ram Escrivà, y Martín de Riquer con el también valenciano Pedro Lluis Escrivà, pero en ningún caso tenemos completa seguridad de que uno de ellos sea el autor del Veneris tribunal, así que a la espera de mejores y más fiables criterios, la identidad de nuestro Ludovico Escrivá continúa envuelta en el misterio más insondable. Parece seguro que se trata de un poeta valenciano cuya vida transcurrió en su mayor parte en la primera mitad del XVI, y que vivió y escribió en Italia. De su obra deducimos que en Roma fue testigo del célebre saco que llevaron a cabo las tropas hispano-alemanas comandadas por el duque de Borbón, por orden del emperador Carlos V. También resulta claro que tras el terrible episodio bélico se trasladó a Venecia como hicieron muchos otros españoles en aquel tiempo.

En cuanto a la obra en sí, este singular Tribunal de Venus, digamos que se trata de una obra típicamente renacentista. Uno de los ejemplos más preclaros del Renacimiento literario en lengua castellana. Planteado en forma de discurso monologado, el autor se dirige a la diosa Citerea, ofreciendo argumentos del más clásico pensamiento renacentista que puedan concebirse. Es naturalmente, la lectura que hoy proponemos a todos los amigos de nuestro Bigotini literario. Se trata de una edición digital tomada de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, que sigue la edición veneciana primitiva de 1537. Clic en el enlace y recrearos con la prosa de este misterioso Escrivá, que os trasladará al más puro Renacimiento. 

https://www.dropbox.com/home/Profesor%20Bigotini?preview=Veneris+tribunal.pdf

…el tal odio assí nascido en el alma, fuera de la presencia del enemigo se confirma dentro de la memoria, y con essa misma se aumenta. Ludovico Escrivá. Veneris tribunal.