¿Qué tal una fórmula para empezar?
Q = [(pr4) / (8m)] x (DP / L),
donde Q es el caudal de un fluido, r es el radio interno del tubo por el que fluye, m es la viscosidad del fluido, DP es la diferencia de presión existente entre los dos extremos del tubo, y L es la longitud de éste.
Estamos ante lo que se conoce en Hidrodinámica como la ley de Poiseuille, que enunció el médico francés Jean Louis Marie Poiseuille en 1840. ¿Qué tiene esto que ver con la arterioesclerosis? Más de lo que parece, desde luego, porque nos proporciona la relación matemática entre el caudal de un fluido que discurre por un tubo y la anchura del mismo. En el terreno de las cosas banales explica por qué resulta mucho más fácil sorber un refresco con una pajita ancha que hacerlo con una estrecha. Concretamente, quien aspire con la misma fuerza el refresco con una pajita que sea el doble de ancha que otra, conseguirá terminarlo en un tiempo dieciséis veces menor que el de su contrincante.
Si llevamos el principio de
Poiseuille al ámbito de la medicina, nos damos cuenta de que un depósito graso
que obstruya una arteria coronaria reduciendo su diámetro a la mitad, tendrá
como consecuencia una disminución del flujo coronario que será dieciséis veces
menor que el deseable. Del mismo modo, por medio de la ecuación nos explicamos
por qué una pequeña dilatación de la próstata que estreche muy ligeramente el
radio de la uretra, hace que la micción resulte tan difícil y penosa.
Claro que no todo son malas noticias. La parte positiva es que cualquier intervención que consiga ensanchar un poquito un vaso sanguíneo obstruido, tendrá una enorme repercusión favorable en la capacidad circulatoria del paciente. Al duplicar la anchura de una arteria, el valor de Q se multiplica por dieciséis. Ya veis que la Cirugía neomilenaria y ultratecnificada se alía con un viejo médico decimonónico para salvar vidas. Así que ya sabéis, amigos, elegid siempre la pajita ancha y procurad no obstruir vuestras arterias más de lo conveniente, porque la vieja ley de Poiseuille, como todas las leyes de la Física, es inexorable y nos alcanza a todos, aunque no se haya publicado en ningún boletín oficial.
Breve no es sinónimo de corto. Lo breve termina a su debido tiempo; lo corto se acaba antes de llegar al final. El breviario de Corto Maltés.