Cuando
en el célebre film de Spielberg se intuía la presencia del T. Rex tras la
alambrada, un escalofrío recorría las espaldas de los espectadores. No es para
menos. Tyrannosaurus rex fue seguramente la más terrible máquina de
matar que jamás ha existido. Un enorme terópodo
de hasta 15 m .
de longitud, 6 de altura y más de 7 toneladas de peso (más que un elefante
africano adulto). Tyrannosaurus rex fue el mayor de los dinosaurios carnosaurios, y sin duda el mayor de los carnívoros
terrestres conocidos.
Su
impresionante cabeza de 1,25
m . de longitud, estaba provista de largas hileras de
afilados colmillos de unos 15
cm . El primer descubrimiento fósil de esta criatura se
realizó en el oeste americano en 1902. Desde entonces se han producido multitud
de hallazgos, aunque nunca se ha podido desenterrar un esqueleto completo al
cien por cien de Tyrannosaurus. Gracias al descubrimiento de esqueletos
completos de otros tiranosáuridos,
como Tarbosaurus
de Mongolia, los paleontólogos han sido capaces de hacerse una idea mucho más
precisa de la postura de estos dinosaurios, a los que en un principio se
reconstruyó de forma errónea, completamente erguidos sobre sus patas traseras y
arrastrando la cola por el suelo.
Hoy
sabemos que la pesada cola actuaba como contrapeso facilitando el equilibrio
durante el movimiento, y que el cuerpo de Tyrannosaurus se mantenía
regularmente en una posición inclinada, casi horizontal, como en el caso de sus
parientes más pequeños, los dromeosáuridos
tales como Deinonychus o Velociraptor.
En
la década de 1960 la mayoría de los especialistas se inclinaban a favor de la
tesis de que Tyrannosaurus rex era un carroñero de movimientos lentos y
torpes, incapaz de avanzar con velocidad, debido a la estructura de su pelvis y
sus patas. Este punto de vista se ha puesto últimamente en entredicho por
muchos paleontólogos. Ello se basa en la amplia superficie craneana
postorbitaria (la parte del cráneo que queda por detrás de los ojos),
inusualmente grande y surcada de profundas irregularidades destinadas a la
inserción de unos músculos mandibulares asombrosamente poderosos. Si añadimos a
esto otras características como los terroríficos dientes aserrados, el cuello
largo y flexible, o las grandes áreas cerebrales asociadas con los sentidos de
la vista y el olfato; y si como guinda del pastel, admitimos que la posición de
las órbitas dotaría a Tyrannosaurus rex de una visión
binocular; no tenemos más remedio que concluir que este colosal dinosaurio era un depredador activo
capaz de moverse y hasta correr con una agilidad asombrosa.
Tyrannosaurus
rex debió ser
una pesadilla hecha realidad para los hadrosaurios
o dinosaurios herbívoros de pico de pato, que según parece,
constituían su dieta principal. Los hadrosaurios
vivían en manadas en los bosques norteamericanos del cretácico. Estarían siempre alerta para salir corriendo sobre sus
dos patas cuando amenazara algún peligro. Probablemente Tyrannosaurus acechaba a
sus presas entre los árboles. Cuando elegía a la más propicia, saltaba sobre
ella cargando con la boca abierta, para asestar un mordisco mortal. El impacto
lo absorberían los poderosos dientes, el enorme cráneo y el cuello musculoso
del gigante.
¿Puede
hacer eso con soltura un animal de sangre fría? Si observamos a los reptiles
actuales, la respuesta no puede ser más que negativa. Nuestro amigo,
seguramente al igual que la mayor parte de los dinosaurios evolucionados de su tiempo, debía ser homeotermo, un animal de sangre
caliente, como los mamíferos y las aves. Pero esto ya es otra historia.
Hablaremos de ello en otra ocasión.
La
bigamia consiste en tener una mujer de sobra. La monogamia es exactamente lo
mismo. Oscar Wilde.