Ichthyostega es
considerado por muchos especialistas el anfibio fósil más antiguo de los
conocidos hasta la fecha. Fue hallado en rocas correspondientes a finales del Devónico
en Groenlandia. Un territorio que entonces (hace unos 370 millones de años)
formaba parte de un continente euroamericano, después fraccionado, y ocupaba
una latitud ecuatorial. Este Ichthyostega,
o algún otro de sus parientes próximos como Seymouria,
debió ser el primer vertebrado que abandonó el medio acuático, al menos
parcialmente, para habitar la tierra firme. Los paleontólogos coinciden en que
los primeros anfibios evolucionaron a partir de uno de los grupos de peces de
aletas carnosas: los peces pulmonados
o dipnoos, que han sobrevivido hasta el presente, o los
extinguidos ripidistios. Mirad el
esquema que ilustra la evolución de las patas delanteras, y juzgad vosotros
mismos.
Ripidistio |
Los
numerosos paleontólogos que consideran que los anfibios evolucionaron a partir
de peces ripidistios, se basan en la
notable similitud entre los huesos del cráneo y de las aletas-patas de ambos
grupos. No obstante, quienes sostienen que los ancestros de los anfibios fueron
los dipnoos o peces pulmonados,
apuntan al desarrollo de los pulmones, los orificios nasales y las
extremidades. El análisis del ADN parece dar la razón a estos últimos, si bien,
la extinción de los ripidistios hace
imposible llegar a una conclusión definitiva.
Dipnoo |
Aunque
una de las características más evidentes de los anfibios actuales es la humedad
de su piel, este es realmente uno de los rasgos que más los diferencian de sus
remotos antepasados. La mayoría de los anfibios modernos complementan la respiración pulmonar con el
intercambio respiratorio a través de la piel húmeda. Sin embargo, muchos
anfibios paleozoicos tenían el cuerpo revestido de escamas o corazas, y a
diferencia de sus modernos descendientes, llegaron a alcanzar en muchos casos
tamaños considerables. Los anfibios arcaicos debieron tener la piel
impermeable, escamosa y con la consistencia del cuero, para evitar la pérdida
de agua. Lo más probable es que fueran animales lentos y voluminosos.
Pero
acaso lo más interesante sea averiguar el mecanismo por el cual aquellos
anfibios primitivos abandonaron las aguas para habitar la tierra, haciendo
frente a temperaturas variables y al consiguiente riesgo de deshidratación. En
principio se creyó que las responsables pudieron haber sido las sequías
estacionales. Un pez capaz de abandonar el barrizal a punto de secarse en que
se había convertido su laguna, para aventurarse caminando unos metros hasta la
charca más próxima, habría tenido mayores oportunidades de supervivencia. No
obstante, siguiendo la teoría más reciente, parece incluso más probable que lo
que empujó a los peces hasta más allá de las orillas pudo haber sido la presión
de los predadores. Es muy posible que para huir de ciertos monstruos armados
con dentaduras terroríficas, los jóvenes sarcopterigios emplearan sus robustas aletas
carnosas para ganar la tierra firme, y sus pulmones para respirar el aire
oxigenado de aquel Devónico tardío. Una vez en tierra habrían
sobrevivido fácilmente alimentándose de los numerosos insectos, gusanos,
caracoles y demás invertebrados que habitaban el barro y la húmeda vegetación
de las orillas.
Nos
hallamos por lo tanto, ante un momento determinante en la Historia de la evolución
y de la biología.
Cuando los primeros vertebrados pisaron la tierra, abrieron un camino que paso
a paso, primero torpemente, y más tarde a grandes zancadas, nos ha traído hasta
el presente. El profesor Bigotini, aun a costa de agarrar un buen catarro, se
descubre quitándose el sombrero ante tan glorioso y decisivo acontecimiento. Trepa
la pequeña lagartija por la vieja y soleada pared, le hace un guiño con uno de
sus ojillos traviesos, y el profe sonríe bajo su enorme bigote, porque sabe que
es un guiño que ha recorrido cientos de millones de años. Siendo viejo como el
mundo, se renueva cada día y cada minuto cuando los tímidos brotes surgen de la
tierra y cuando las pequeñas criaturas salen de su cascarón.
Todo
en esta vida tiene un principio y un final. Donde esto se aprecia con mayor
claridad es en las longanizas.