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sábado, 31 de octubre de 2015

DICK POWELL. NUNCA ES DEMASIADO TARDE


Los que peinamos canas (y aquellos a los que no les queda pelo que peinar) recordamos el show de Dick Powell en la prehistórica televisión monocromática y singular del franquismo sesentero. Para entonces el actor había completado su curiosa metamorfosis. En efecto, Powell comenzó en los albores de la década de los treinta como el típico y tópico cantante guapete que ahuecaba la voz y pestañeaba, para rendir la fortaleza de las jovencitas y sus mamás. Esta imagen le permitió convertirse en estrella de la Warner y fenómeno de masas. Hacía entonces papelitos de chico lánguido en películas musicales o de universitario alocado en comedias más o menos insustanciales. Dick Powell popularizó en esa época el personaje de jovenzuelo medio idiota con abrigo de piel, sombrero con el ala aplastada y banjo en ristre. O sea, como una especie de veterano de la tuna de ingeniería, pero en plan yankee doodle. Vamos, una pena.
Pero he aquí que de repente el hombre maduró, se formalizó y se dedicó a hacer buenas películas sorprendiendo a propios y extraños. Cambió el tono de su voz, y hasta puede decirse que le cambió el rostro. Su nueva etapa de actor prestigioso comenzó en 1944 con Historia de un detective, y culminó en 1952 con Cautivos del mal.


En fin, como ya sabéis que en Bigotini somos un poco nostálgicos, os brindamos hoy el enlace para visionar el trailer de Dames (1934), un típico musical made in América de los que hacían las delicias del público en aquellos años. En la película acompañaban a nuestro hombre Joan Blondell y Ruby Keeler. Veréis que Powell tenía la pinta del pequeño Nicolás con sombrero. Haced clic en la imagen y pasadlo bien.https://www.youtube.com/watch?v=vc7csAWH1Ro


Próxima entrega: Loretta Young


martes, 27 de octubre de 2015

BUDAPEST AYER, HOY Y SIEMPRE

En una fecha tan cercana en la Historia como 1873, en el curso medio del Danubio se unieron oficialmente los viejos enclaves fortificados de  Buda y Óbuda con la ciudad de Pest, situada en la orilla opuesta. Así nació la gran Budapest, hoy capital de Hungría. Una urbe de dos millones de habitantes. El primitivo asentamiento celta se convirtió en Aquincum, la capital romana de la Panonia inferior. Los magiares, belicoso pueblo estepario, la ocuparon en el siglo IX, los mongoles en el XIII y los turcos en el XV. Tras sacudirse el dominio otomano, se transformó en una de las más importantes capitales del Imperio Austro-Húngaro, alcanzando en los siglos XVIII y XIX su mayor esplendor. Sobrevivió después a dos guerras mundiales, al periodo nazi, al soviético, y hasta a la frustrada revolución de 1956.


El profe Bigotini conoció la Budapest comunista, quizá un poco gris y un poco triste, pero con una formidable vida oculta bullendo en su interior y en el corazón de sus alegres, amables y siempre animosos moradores. Era aquella Budapest un poco cómica de “esta mesa no es mía”, frase que resumía irónicamente el espíritu de los trabajadores de empresas estatales (que por supuesto, eran todas). El cliente sentado a la mesa del restaurante, corría el riesgo de ser ignorado de forma sistemática por todos los camareros. En las ocasionales obras y reparaciones urbanas era común ver como un solo obrero trabajaba, mientras otros seis u ocho lo contemplaban con extrañeza, sentados sobre sus ociosas herramientas. Los húngaros, dotados de una innata facilidad para los idiomas, dominaban mayoritariamente el alemán y el inglés. No obstante, cuando querían hacerse los desentendidos, se escudaban tercamente en su lengua imposible, y no había forma humana de sacarles la mínima información.


A pesar de todo, la universidad de Budapest competía con las rusas en ciencia y tecnología, atrayendo a estudiantes y profesores de la órbita socialista. Aun conservamos el recuerdo nostálgico de un joven físico cubano, medio muerto de frío, pero feliz con sus libros rusos, con sus salchichas asadas y con las preciosas estudiantes rubias que revoloteaban a su alrededor. En eso no ha cambiado Budapest. En ninguna otra ciudad europea hallará el visitante aficionado al inocente pasatiempo del flirteo, muchachas más hermosas, más alegres ni más cariñosas. Quienes por edad o por gravedad prefieran otros entretenimientos más cultos, podrán escuchar en Budapest la mejor música clásica, o más recientemente, deleitarse con los formidables grupos de jazz, ya sean visitantes o residentes. Budapest compite con las cercanas Viena o Salzburgo por la capitalidad europea de la música.


La Budapest actual suma a sus tradicionales atractivos otros nuevos y extraordinariamente sugerentes. Uno puede disfrutar allí del mayor balneario urbano de Europa. En las espectaculares termas de los baños Széchenyi, junto a la monumental plaza de los Héroes, el viajero fatigado hallará un ambiente de sosiego, y el jovenzuelo atolondrado tendrá oportunidad de consumir cervezas o combinados sin tino en unas a modo de piscinas-discotecas repletas de chicas en bikini. En el barrio alto de Buda o en el indescriptible mercado central, los gourmands se deleitarán con los especiados goulash o con esas típicas salchichas húngaras con la piel crujiente y cristalizada. Tampoco hay que perderse los deliciosos strudells de frutas. Especialmente recomendables son los que se sirven en los bares alternativos un poco al estilo berlinés, que se han abierto en edificios ruinosos o bombardeados durante la guerra. Es obligado saborear uno de esos pasteles de manzana acompañado de pálinka, el célebre y fortísimo aguardiente húngaro.


Hace casi treinta años ya nos sorprendió el avión de combate suspendido con sirgas en el vestíbulo del lujoso hotel Hyatt. Bigotini no le quitaba ojo mientras saboreaba su té y sus pastelitos, servidos en una opulenta vajilla de plata. Con el sabor intenso del licor en el paladar, el profe dice adiós a Budapest dando un paseo por el viejo barrio judío. Suena en la lejanía un violín quejumbroso, y se consuela el alma con el recuerdo de los amables (y las bellísimas) aquincenses. El gentilicio deriva de Aquincum, el antiguo topónimo latino. Soltadlo como por casualidad en alguna reunión de culturetas, y ya tenéis el éxito asegurado.

Cuando se construyen castillos en el aire, suelen derrumbarse… Sin embargo, algunos son tan hermosos que basta con disfrutar las ruinas.



sábado, 24 de octubre de 2015

AFANASIEV Y LAS TRADICIONES POPULARES RUSAS

lexandr Nicolaievich Afanasiev fue uno de los más prolíficos escritores rusos, y uno de los más importantes folkloristas europeos del siglo diecinueve. Nacido en Boguchar en 1826, falleció prematuramente en Moscú en 1871. El joven Alexandr, hijo de una familia acomodada, se educó en la universidad moscovita, adoptando el francés como primera lengua tal como era costumbre entre la aristocracia rusa de la época. Su espíritu profundamente nacionalista hizo que muy pronto se sintiera interesado por el folklore y las tradiciones de su país.

Afanasiev, gran admirador de la obra de los hermanos Grim, se propuso la monumental tarea de recopilar las leyendas y las tradiciones fantásticas de la Rusia campesina. Una labor ingente por la extraordinaria riqueza de la cultura popular rusa. Fue fundador de la Russian Geographical Society, y consagró su vida y sus esfuerzos a la antropología cultural, disciplina de la que podemos considerarle aventajado pionero y maestro indiscutible. La obra de Afanasiev ejerció indudable influencia en compositores nacionalistas como Rimsky Korsacov o Stravinsky, que adaptaron musicalmente muchos de sus cuentos y narraciones.


De la extensísima obra de Afanasiev, una colección inmensa de alrededor de seiscientos cuentos populares, Biblioteca Bigotini extrae hoy (haced clic en la portada) el famoso relato de La bruja Baba Yaga, que espero os haga disfrutar durante unos minutos de la magia de su prosa. En la tradición popular rusa, Baba Yaga es la bruja mala por excelencia, la verdadera encarnación del mal. En los pueblos esteparios, donde el cultivo de cereales constituye un elemento esencial de la economía, las jóvenes hermosas amenazadas por brujas, ogros y otros monstruos semejantes, personifican a la doncella de la cosecha nueva, un espíritu ancestral que renace con renovada fuerza cada verano, y que por extensión representa la pujanza de la renovada juventud. Es la Perséfone de la mitología mediterránea, y no existe un solo rincón del ámbito cultural indoeuropeo donde este tipo de narraciones sencillas y apasionantes, no cumplan su misión de transmisión oral de las leyendas. Vivo legado e interminable caudal que no podemos permitirnos el lujo de relegar al olvido.

Un corazón pacífico y feliz hallará un manjar en un rústico puchero y un paraíso en cualquier aldea.



martes, 20 de octubre de 2015

PÓNGIDOS. LOS PRIMEROS HOMINOIDEOS

Los póngidos, tanto fósiles como actuales, pueden calificarse de semibípedos, ya que en ocasiones caminan a cuatro patas, y otras veces se yerguen sobre sus patas posteriores. Carecen de cola, y en la actualidad se hallan confinados a las regiones tropicales africanas y del sudeste asiático, si bien hace unos pocos millones de años, sus hábitats eran mucho más diversos. Los miembros más primitivos de la familia aparecieron a comienzos del Mioceno, hace unos 25 millones de años. Actualmente la tendencia es considerarlos a todos dentro de un mismo género. Los más recientes estudios genéticos parecen desmentir la separación entre póngidos y humanos hace 15 o 20 millones de años. Hoy se considera que ambas líneas divergieron en un momento muy posterior. Cada nueva investigación parece convertirnos en parientes más próximos de gorilas y chimpancés. Las semejanzas genéticas entre estas especies y la nuestra, aseguran que nuestra bioquímica es demasiado similar como para que hayan transcurrido más de entre 5 y 8 millones de años desde nuestra separación.

Dryopithecus
En los albores del Mioceno, hace entre 12 y 9 millones de años, apareció Dryopithecus, un póngido de unos 60 cm. de longitud, que habitó un extensísimo territorio, ya que se han hallado sus fósiles en lugares tan distantes como Francia, Grecia, El Cáucaso o Kenia. En este periodo el continente africano estaba fundido con el euroasiático. Sus extremidades, parecidas a las de los modernos chimpancés, indican que debían caminar habitualmente a cuatro patas, aunque eventualmente pudieran erguirse. El cráneo era también muy semejante al de los chimpancés, aunque carecían de una cresta sagital marcada. Estamos ante una especie trepadora y básicamente arborícola, adaptada para alimentarse de frutas, puesto que sus muelas, provistas e una capa de esmalte más bien delgada, les impedirían triturar frutos duros, raíces, hierbas o semillas. Sin embargo, todo parece indicar que en su tiempo los bosques comenzaban a desaparecer, siendo abundantes los prados abiertos, por lo que este espécimen probablemente comenzó a desplazarse en grupos por la sabana.

Sivapithecus
Sivapithecus fue un póngido de 1,5 m. de altura que vivió entre mediados y finales del Mioceno en el sudeste de Europa, Asia y África oriental. Tenía el rostro de un orangután, los pies de un chimpancé, y las muñecas rotativas, por lo que parece un simio a medio camino entre la vida arborícola y la actividad en campo abierto. Los caninos eran largos y los molares tenían una gruesa capa de esmalte, lo que les permitiría consumir semillas, tallos y otros vegetales duros o abrasivos. Hace entre 15 y 7 millones de años el clima estaba cambiando. Los bosques desaparecían, a la vez que aumentaban las praderas. Estos póngidos parecen adaptados a las nuevas condiciones de su entorno. El nombre de Sivapithecus proviene del dios hindú Siva, el señor de las bestias, ya que en la India se realizaron los más importantes hallazgos fósiles de esta criatura.

Gigantopithecus
Desde finales del Mioceno hasta mediados del Pleistoceno, transcurrió la existencia de Gigantopithecus. Tal como su nombre indica, se trató de un auténtico gigante que alcanzó una estatura de hasta 3 metros. Sus fósiles se han hallado en India, Pakistán, y sobre todo en China, donde muchos de sus valiosos huesos se han perdido para la ciencia, empleándose triturados en la composición de los discutibles remedios de la medicina tradicional de aquel país. Fue una criatura enorme que debió sobrepasar los 300 kilos de peso. Sus dientes tenían alrededor del doble de anchura que los del gorila actual. Estamos ante un simio de vida terrestre, costumbres muy similares a las del gorila moderno, y muy próximo genéticamente a Sivapithecus. La abundancia de sus restos, así como su datación, apuntan a que sobrevivió hasta bien entrado en Pleistoceno, hace alrededor de sólo un millón de años o quizá aun menos, por lo que parece probable que los rumores sobre el yeti y criaturas semejantes, estén basados en antiguas leyendas que se remontarían a tiempos en que estos especímenes pudieron haber convivido con humanos.

Ramapithecus
Ramapithecus habitó en Asia y África de mediados a finales del Mioceno. Con una estatura de alrededor de 1,2 m., debió ser pariente muy próximo de Sivapithecus, hasta el punto de que algunos paleontólogos consideran que se trata de la misma especie. Sin embargo, sus fósiles mucho más abundantes, presentan un enorme parecido anatómico con los actuales chimpancés. Recibe su nombre de Rama, el dios hindú de la nobleza y la virtud. Su naturaleza terrestre es indiscutible, y también se hace evidente su capacidad para caminar a dos patas, conservando libres las manos. Sus dientes robustos y de muy amplia superficie apuntan a una dieta compuesta de plantas duras. En realidad la dentición parece estar a caballo entre la de los grandes simios actuales y la de los humanos, lo que coloca a Ramapithecus en un interesante puesto para optar a ser el antepasado común de ambas líneas. Incluso parecen existir pruebas de la utilización de utensilios, la formación de grupos familiares, y su capacidad para cruzar ríos y cauces fluviales. Es muy probable que esta criatura fuera uno más de los callejones sin salida de la evolución. No obstante, resulta muy sugestivo considerar a Ramapithecus como una especie de hombrecito incipiente.

En sucesivas entregas iremos avanzando más en este camino apasionante que nos conduce al presente. El viejo profe Bigotini, que también (no hay más que verlo) conserva algunos rasgos arcaicos, me asegura que obtendrá gran placer rascando a conciencia la espalda de cuantos fieles seguidores de este blog se presten a tan higiénica práctica.

La incertidumbre es una margarita cuyos pétalos jamás se terminan de deshojar.



domingo, 18 de octubre de 2015

ROBERT RECORDE, EL APÓSTOL DE LA IGUALDAD

El galés Robert Recorde nació en 1510 en el seno de una familia humilde. Por méritos propios se abrió camino en el ámbito académico, llegando a ser profesor de matemáticas en Oxford y Cambridge, las dos universidades más importantes del país. Compaginó las matemáticas con la medicina, su otra gran pasión. Como médico obtuvo un éxito notable, pues llegó a estar al servicio de Eduardo VI y de la reina María. Recode destacó también como funcionario público, ostentando los cargos de inspector de minas e inspector de la moneda en Irlanda. Fue autor del Grounde of Artes (1541), un completo tratado de aritmética que alcanzó hasta doce reediciones, lo que en su tiempo constituyó todo un record. Lamentablemente, no tuvo difusión fuera de las islas, pues estaba escrito en inglés, en una época en que cualquier libro con vocación de influir en la ciencia continental, utilizaba como vehículo el latín.


Pero por lo que más se recuerda a Robert Recorde, y el detalle que le ha hecho inmortal, es la introducción del signo =, las dos líneas paralelas horizontales, para expresar la igualdad. De ahí el titular que nos hemos permitido en el encabezamiento. Antes de él, la igualdad se expresaba de forma retórica con palabras como aequales o aequantur. En la obra de Recorde el signo aparece mucho más largo de cómo ahora lo utilizamos, pero en cualquier caso, se hizo popular primero en las islas británicas y después en el continente. Otras de sus obras importantes fueron Pathewaie to knowledge (Camino hacia el conocimiento), y sobre todo The castle of knowledge (El castillo del conocimiento).

El que fue probablemente el más insigne matemático británico del siglo XVI, iniciador de la escuela matemática inglesa, murió en 1558, cuando solo contaba cuarenta y ocho años. Falleció en prisión, donde fue a parar por motivos aun no bien aclarados. Pudieron ser de índole política, ideológica o religiosa. Desgraciadamente en su tiempo era fácil caer en desgracia y terminar encerrado en un torreón o incluso decapitado. Desde aquí nuestro modesto recuerdo al gran Robert Recorde, el inventor del signo de la igualdad, que no pudo hallar en vida, ni libertad ni fraternidad.

Para poder ser dueños de la libertad, primero debemos ser esclavos de la justicia. Marco Tulio Cicerón.



miércoles, 14 de octubre de 2015

TEODORA DE BIZANCIO. DEL CIRCO AL TRONO IMPERIAL

Situémonos en los albores del siglo VI en la populosa Bizancio, la segunda Roma, la capital del mundo. Sus habitantes, como los del resto del imperio, eran oficialmente cristianos desde hacía casi un par de siglos. Sin embargo, nadie piense que se trataba de gentes especialmente piadosas. Al contrario, la urbe desde la que se manejaba el destino de millones de seres humanos, se había convertido en un gigantesco lupanar. Dos facciones enfrentadas, los verdes y los azules, se disputaban el poder político y económico sin el menor escrúpulo, llegando hasta el asesinato. Los burdeles florecían por doquier, y la vida social se centraba en el circo y el hipódromo. Un tal Acacio, del partido de los azules, sirio o tal vez chipriota, ejercía como encargado de los osos en el anfiteatro. Acacio tenía tres hijas: Cómito y Anastasia eran muy bellas, pero Teodora, la mediana, aventajaba a sus dos hermanas en talento y hermosura.


Teodora debió nacer hacia el año 500 de nuestra era. Se presentó en público cuando todavía era una niña, y ya entonces supo encender pasiones entre los espectadores varones. Tenía una belleza irresistible, unos ojos grandes y expresivos, unos pechos perfectos y unas caderas cimbreantes y magníficas. Toda una ninfa. El mosaico del coro de San Vital de Rávena no le hace justicia. Las imaginadas representaciones de los pintores pompiers franceses del diecinueve la retratan mucho más sensual. Siendo jovencísima, representó en el hipódromo a Afrodita emergiendo de las olas sobre una concha. Acostada en un lecho de transparentes gasas, la hermosa Teodora completamente desnuda, interpretó el papel de Leda siendo poseída por un cisne blanco. Sus hagiógrafos la califican de actriz. Sus detractores la tildan de ramera. Seguramente ambos tienen razón. El mero talento escénico a menudo no es suficiente para ascender socialmente.


A la belleza física, Teodora unió una aguda inteligencia. Era espiritual, ingeniosa, divertida, descarada, locuaz… A veces demasiado locuaz. Supo seducir a muchos, pero también se granjeó el odio de sus enemigos. A los diecisiete años era ya la estrella más rutilante del mundo galante bizantino, toda una celebridad. Se hizo amante de un tal Hecébolo, un funcionario de rango, y le acompañó a su destino en Pentápolis. Allí en tierras africanas, fue abandonada por ese sujeto, y Teodora se vio obligada a ganarse la vida con su ingenio y quien sabe por que otros medios, a través de Alejandría, de Siria, de Antioquía…


Acaso las penalidades le hicieron madurar y crecer en astucia y ambición. El caso es que de vuelta en Constantinopla, por medio de una amiga llamada Macedonia, fue presentada a Justiniano, el sobrino del emperador Justino I, que estaba destinado a sucederle. Teodora tenía unos espléndidos veintidós años que exhibía con orgullo, y dos hijos de los que no estaba tan orgullosa, pero que Justiniano adoptó inmediatamente como suyos. En 527 Justiniano accedió al trono del Imperio, y con él Teodora, que tanto en vida de su esposo, como sobre todo tras su muerte, se convirtió en la mujer más poderosa del orbe en su tiempo. Todo lo demás podréis encontrarlo en los libros de Historia. La Iglesia Ortodoxa la venera como santa, a pesar de que antes y después de revestirse de púrpura, Teodora se declaró abiertamente partidaria de la herejía monofisita, que reconocía a Cristo una sola naturaleza, la divina.

Desde nuestro modesto foro de afición (y pasión) por la Historia, Bigotini se descubre respetuoso ante Santa Teodora, se arrodilla ante la emperatriz Teodora de Bizancio, y se postra ante Teodora la ramera, la hija del domador de osos, que supo elevarse desde el barro y alcanzar la gloria.

-¡Dios mío, que diamantes!
-Créeme querida, Dios no tuvo nada que ver con ellos.
Mae West.



domingo, 11 de octubre de 2015

JOAN BLONDELL, EL PRECEDENTE DE BUGS BUNNY


Quienes hayan visto Grease, aquel inolvidable musical de 1978, seguro que mantienen en la retina la imagen de John Travolta y Olivia Newton John. Pero es posible que tengan más dificultades para recordar a la actriz madura que interpretaba la camarera de aquella heladería multicolor en que se reunía la pandilla. Era Joan Blondell con cuarenta años de más. La Blondell fue en los treinta el emblema de la productora de los hermanos Warner. Hasta la aparición y el arrollador éxito de Bugs Bunny, esta rubia oxigenada y pizpireta protagonizó sin descanso comedias, dramas, thrillers, musicales y puede que hasta documentales para la firma. Sola, en compañía de otras estrellas del momento o como partenaire de Dick Powell, el flamante galán con el que terminó casándose en la vida real, Joan Blondell fue una de las favoritas del público en sus años gloriosos.

Su indudable vis cómica no le impidió mostrarse sexy en ocasiones, sobre todo en los primeros años treinta, época en la que exhibió con gran aplicación sus largas piernas y sus curvas de vértigo. Desde el blog de Bigotini traemos hoy el enlace para visionar una breve secuencia de la era pre-código Hays, en la que Joan se muestra en actitud abiertamente lésbica junto a su bella partenaire. Haced clic en la imagen y procurad moderar las críticas. A fin de cuentas, es como espiar una travesura de vuestra abuelita.

Próxima entrega: Dick Powell



miércoles, 7 de octubre de 2015

HASTA EL INFINITO Y MÁS ALLÁ

Hasta el infinito y más allá. Esta era la frase que repetía como un mantra Buzz Lightyear, el simpático protagonista de Toy Story. Pero, ¿sabemos realmente dónde está el infinito? Los antiguos astrónomos y los modernos cosmólogos se han preguntado siempre dónde termina el universo. No parece verdaderamente una cuestión fácil de resolver. ¿Dónde está la estrella o el objeto más lejano? Para intentar responder a este enigma de forma experimental, recientemente el telescopio espacial Hubble fue programado para llevar a término lo que podría calificarse como una misión histórica: fotografiar el punto más lejano del universo. La tarea no era sencilla. El telescopio tuvo que enfocar un punto preciso del cielo, cerca de la constelación de Orión, durante varios centenares de horas. Este trabajo titánico requirió que el telescopio estuviera perfectamente alineado durante nada menos que cuatrocientas órbitas terrestres. El proceso se prolongó durante cuatro largos meses.


Y el resultado no pudo ser más asombroso. La fotografía, hecha pública en 2004, fue portada en los principales diarios del mundo. Mostraba nada menos que diez mil galaxias recién nacidas que se estaban condensando a partir del caótico estallido del big Bang. Este revoltijo de galaxias se encontraba a más de 13.000 millones de años luz de la Tierra. Considerando que la edad atribuida al universo con bastante precisión se cifra alrededor de los 13.700 millones de años, puede afirmarse que esas galaxias se formaron sólo unos cientos de millones de años después de la creación. Es como contemplar el principio. Hubble nos proporciona la imagen más cercana al big Bang que la tecnología actual nos permite obtener.


La pregunta inmediata es ¿qué hay más allá de la galaxia más lejana? En la fotografía del Hubble sólo se aprecia una profunda oscuridad. El límite final de la luz de las estrellas más lejanas. Precisamente esa oscuridad es la que hace que el cielo nocturno sea negro. ¿Es que no hay nada en esa profunda negrura? Naturalmente hay algo: la oscuridad es en realidad la radiación de fondo de microondas. Aquí está la luminosa respuesta. Contra lo que perciben nuestros limitados sentidos, el cielo nocturno no es negro en absoluto. Está inundado de la radiación de microondas que originó el propio big Bang. Ocurre que nuestros ojos sólo son capaces de percibir la radiación visible. Si pudiéramos apreciar la radiación de microondas, veríamos cómo la radiación del big Bang inunda literalmente el cielo nocturno. Una luz más allá de la luz. Veríamos que más allá de la estrella más lejana, está la creación, el origen de toda la materia que nos rodea y de la que nosotros mismos estamos hechos. El viejo profe Bigotini se ha puesto gafas de sol, cegado por la infinita luminosidad del universo.

Uno no sabe física si no es capaz de explicársela a su abuela. Albert Einstein.



domingo, 4 de octubre de 2015

LÁZARO DE TORMES Y SU LACERADA VIDA

La novela picaresca es sin duda el género más emblemático de la literatura española durante el mal llamado siglo de oro, que abarca prácticamente dos centurias. Cervantes, en su primera parte del Quijote, utiliza el término género, precisamente referido al Lazarillo. Antes Mateo Alemán había introducido el adjetivo pícaro en su Vida del pícaro Guzmán de Alfarache (1599). Más tarde llegarían La pícara Justina, El buscón, El Marcos de Obregón, El Guitón Onofre, La ingeniosa Elena, La garduña de Sevilla, La niña de los embustes, El Estebanillo González, El Lucas Trapaza, Don Gregorio Guadaña, Periquillo el de las gallineras, y tantos otros personajes que fueron a engrosar la nutrida tropa de nuestros pícaros nacionales. Por haber los hubo hasta internacionales, como el germánico Simplicius Simplicísimus o el irlandés Tristram Shandy.


A Lázaro de Tormes le cabe el honor no solo de ser el primero, sino de ser acaso el más genuino y logrado de nuestros pícaros. La primera edición segura es la cuádruple de 1554 (Burgos, Amberes, Medina del Campo y Alcalá), aunque todo indica que debió existir una edición anterior hoy perdida, de 1552 o 53. Los investigadores sitúan su escritura entre 1540 y 1550. Ninguna de las ediciones incluyó el nombre de su autor, que optó prudentemente por conservar el anonimato. Hizo bien. En la España teocrática y contrarreformista de su tiempo en que el Santo Oficio no se andaba con chiquitas, resultaba muy peligrosa la exhibición de ciertas ideas contenidas en El Lazarillo. En 1559 se incluyó en el tristemente célebre índice de libros prohibidos, no permitiéndose su reimpresión hasta 1573 en un formato convenientemente expurgado y mutilado.

La obra está impregnada de un erasmismo inequívoco y patente. Lázaro, cuyo único delito es haber nacido pobre, comienza sirviendo a un ciego, en el que sin duda es el episodio más conocido y popular, hasta el punto de originar el término lazarillo para describir a quienes ejercen esa función. Pasa sucesivamente por servir a un clérigo en Maqueda, a un hidalgo paupérrimo, a un fraile mercedario, a un charlatán vendedor de bulas, un pintor de panderos, un capellán y un aguador, antes de conseguir un puesto como alguacil y pregonero a través de su matrimonio de conveniencia con la amante de un arcipreste. El lacerado Lázaro acaba como casado cornudo que renuncia a su dignidad para poder comer caliente. El mensaje no puede ser pues más fatalista. Una lucha a brazo partido por la supervivencia en una sociedad podrida y miserable, que concluye de la peor manera, con una rendición incondicional en la que el protagonista termina por aceptar la derrota afrentosa, integrándose y formando parte activa de la injusticia contra la que durante toda su vida se había rebelado.

Los antecedentes del Lazarillo habrá que buscarlos en los clásicos. Luciano de Samosata y Apuleyo, cuyo Asno de oro fue traducido del latín precisamente por el mismo Erasmo de Rotterdam. Las Confesiones de San Agustín, una de cuyas reediciones apareció por cierto poco antes de la publicación del Lazarillo. Acaso también el autor bebió en las fuentes de Bocaccio y en las muy caudalosas de la infinidad de libros de caballerías, género de ficción que hizo furor en su tiempo. A su vez, la obra dio lugar a diferentes secuelas. Hay una Segunda parte también anónima aparecida en Amberes en 1555, en la que Lázaro participa en guerras submarinas transformado en atún. Otra Segunda parte se publicó en París en 1560, y estaba firmada por el aragonés Juan de Luna.

Diego Hurtado de Mendoza

En cuanto a la autoría del Lazarillo, los diferentes estudiosos han propuesto a varios posibles candidatos, como Juan de Ortega, un protegido del emperador Carlos, el dramaturgo Sebastián de Orozco, o los hermanos Juan y Alfonso de Valdés, ambos erasmistas declarados. Aquí en casa Bigotini, nos abonamos a la autorizada opinión de la prestigiosa paleógrafa Mercedes Agulló, que atribuye la autoría del Lazarillo a Diego Hurtado de Mendoza, militar, poeta, diplomático y reputado humanista, muy cercano ideológicamente al pensamiento de Erasmo que impregna la novela. Más allá de la simple teoría, Agulló aporta pruebas documentales indiscutibles, que hasta ahora han sido sorprendentemente ignoradas por el staff académico.
Sea como fuere, Biblioteca Bigotini tiene hoy el honor y el placer de ofrecer a sus lectores una magnífica edición digital de la Vida de Lazarillo de Tormes y de sus fortunas y adversidades. Está tomada de la publicada en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, y se atiene a las primeras ediciones de 1554. Haced clic en la portada y deleitaos con el discurso de la vida del pobre Lázaro, del lacerado y mísero Lázaro de Tormes, un español de su época, y casi pudiera decirse que simplemente un español.

Las desgracias y los mellizos raras veces vienen solas. Enrique Jardiel Poncela.