En 1912 el investigador austriaco Victor Hess descubrió la existencia de los rayos cósmicos mientras realizaba
experimentos a bordo de un globo aerostático. Hoy en día, más de un siglo
después, estas partículas que constantemente nos bombardean desde el espacio
exterior, continúan envueltas en el misterio. La velocidad de la luz en el
vacío es de unos 300.000 Km por segundo, pero en nuestra atmósfera, la luz
viaja a una velocidad ligeramente inferior. Los rayos cósmicos adquieren al
atravesar la estratosfera una velocidad mayor que la de la luz en el medio
atmosférico, así que emiten una onda de choque por un fenómeno
similar al estallido sónico que producen los aviones cuando superan la
velocidad del sonido. En el caso de los rayos cósmicos la onda de choque es
lumínica, se producen unas luces de un intenso color azul, que aunque no pueden
apreciarse a simple vista, pueden ser registrados por diferentes ingenios
ópticos y fotográficos. Esta luz, llamada luz
de Cherenkov en honor al físico soviético que la descubrió, pasa
por ser el azul más hermoso que existe. No podemos verla porque el destello
dura apenas una millonésima de milisegundo, que para que os hagáis idea, es lo
que tarda en tocar el claxon el automovilista que tenemos detrás cuando el
semáforo se pone verde.
Pero, ¿qué son en realidad los rayos
cósmicos? Por lo que conocemos sobre su naturaleza, la mayor parte (en torno a
un 90%) son protones, el 9% son núcleos de helio, y el 1% restante son núcleos
de otros elementos y electrones. No existe en el universo material alguno capaz
de detenerlos o ni siquiera frenarlos. Mientras lees estas líneas, un gran
número de rayos cósmicos te están atravesando. ¿Cuántos? Es difícil dar una
respuesta siquiera sea aproximada. Sabemos que en los lugares elevados se
detectan más rayos cósmicos que a nivel del mar. A bordo de un avión la
cantidad de ellos a los que estamos expuestos se incrementa notablemente. Como
nadie puede estar seguro de que resulten totalmente inocuos, los pilotos y
tripulantes de aerolíneas suelen tener un límite establecido de horas de vuelo
anuales.
¿De dónde provienen los rayos
cósmicos? Hoy día su origen sigue siendo un misterio. Según ciertas teorías,
los rayos cósmicos se formarían en los mismos lugares que los rayos gamma.
Puesto que los rayos gamma (lo mismo que la luz) carecen de carga eléctrica, no
son desviados por ningún campo electromagnético. Por consiguiente, cuando vemos
que los rayos gamma provienen de un lugar concreto, realmente provienen de
allí, y de ningún otro lugar, lo mismo que la luz que emite determinada estrella
proviene de esa estrella precisamente. Si aceptamos esta hipótesis, tanto los
rayos gamma como los rayos cósmicos provendrían de algunas de las explosiones
más violentas del universo, las que dan lugar al nacimiento de una supernova.
Un acontecimiento verdaderamente asombroso. También se sospecha que otros rayos
cósmicos podrían provenir de las explosiones ocurridas cuando algún objeto es
“tragado” por los agujeros negros supermasivos que parecen
existir en el centro de algunas galaxias.
El viejo profesor Bigotini tenía la
costumbre de subir a la azotea de su laboratorio, para ser atravesado por
millones de rayos cósmicos. El pobrecillo creía que así se cargaba de energía.
Abandonó este hábito cuando una noche un protón desintegró uno de los pelos de
su poblado bigote. Todavía tiembla al recordar aquel fulminante destello azul.
Un experto es alguien que te explica algo sencillo de forma tan complicada, que te hace pensar que la confusión es culpa tuya. William Castle.