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domingo, 6 de abril de 2025

PAUL NEWMAN, EL GALÁN COMPROMETIDO


 



Agraciado con un físico espectacular, Paul Newman, actor de método formado en el Actor’s Studio, comenzó primero sobre las tablas de los escenarios de Broadway, y poco después en el cine de los últimos cincuenta y primeros sesenta, haciendo siempre papeles de joven galán en aquellos melodramas tan de moda en la época. Adquirida la fama y conseguido el reconocimiento de crítica y público, Newman, haciendo honor a su apellido, el hombre nuevo, se propuso metas más ambiciosas desde el punto de vista artístico y dramático. El final de la prodigiosa década de los sesenta y el principio de la de los setenta, fueron tiempos de cambio y renovación también en el cine. Paul Newman no fue ajeno a esa tendencia, y sin dejar de lado la taquilla, único medio de sobrevivir en la industria, se embarcó en proyectos de contenido crítico con el sistema. Una rebeldía que le granjeó amigos y enemigos, y le convirtió en el imaginario colectivo de millones de espectadores, en el perfecto y mayor rebelde de Hollywood. Muchos de sus personajes nos enseñaron a los muchachos de entonces que la rebeldía y la lucha por la libertad no salían gratis. Probablemente muy pocos actores protagonistas han recibido en las pantallas tantos golpes y tantas palizas como aquel irrepetible Paul Newman buscavidas, encarcelado, tiroteado o compartiendo un destino. Su paso por las pantallas constituyó casi un documental sobre las injusticias de esa América profunda de caciques abusones y policías violentos que dibujaron los guiones como acuarelas en un lienzo de sueños y celuloide. Dirigió él mismo algunas películas y produjo otras tantas, pero no olvidó nunca lo comercial que le permitió hacer caja. Newman, el hombre nuevo, el hombre distinto, fue diferente hasta en su vida privada. Su matrimonio con Joanne Woodward causó asombro en la farándula y el papel cuché por sus inusitadas duración y normalidad. Para recordar al actor, os ofrecemos la versión en español de Distrito apache, filme de 1981 dirigido por Daniel Petrie que mostraba la cara más oscura del Bronx neoyorquino, una auténtica jungla de asfalto, que sirvió de inspiración a un sinfín de series televisivas de policías en barrios conflictivos.

Paul Newman. Distrito Apache

https://www.youtube.com/watch?v=oLr4fE2Qjsg

Próxima entrega: Robert Redford


miércoles, 2 de abril de 2025

EL SIGLO XV ARAGONÉS. LOS TRASTÁMARAS

 


El problema sucesorio que se planteó en la Corona de Aragón a partir de 1410, comenzó a dirimirse en la Concordia de Alcañiz, y se zanjó definitivamente con el Compromiso de Caspe de 1412. Aspiraban al trono el infante Fernando de Castilla, Jaime, el conde de Urgell, y Luis de Anjou, el duque de Calabria. En Caspe se reunieron nueve compromisarios, tres por cada uno de los territorios: los reinos de Aragón y Valencia, y el principado de Cataluña. Los compromisarios, entre los que se hallaba el famoso dominico valenciano Vicente Ferrer, eligieron al infante Fernando, que accedió al trono como Fernando I, e inauguró así la dinastía de los Trastámaras en Aragón. La solución de Caspe, que ha suscitado siempre grandes debates historiográficos, fue según opinión de Jaime Vicens Vives, históricamente justa en tanto que designó al candidato más universalmente aceptado por las diversas estructuras de los países de la Corona de Aragón.


No obstante, la rebeldía del conde de Urgell, dividió a los catalanes, poniéndose una parte de ellos al lado del de Urgell, y contra la autoridad real. Según algún historiador reciente, ese pudo ser el momento histórico en que comenzó el denominado problema catalán. Fernando I derrotó al conde en Balaguer, y lo desterró a la localidad castellana de Urueña. Salió robustecida en la disputa la Diputación del General, que apoyó al Trastámara, pero algunos estamentos catalanes prolongaron su descontento. Durante el reinado de Juan II de Aragón, que en 1426 sucedió a su padre Fernando I, se produjo un levantamiento armado, la llamada guerra civil de Cataluña, alentada por una facción importante de la nobleza catalana y el patriciado urbano barcelonés, que ofreció el principado de Cataluña primero al príncipe de Viana, hijo de Juan II de Aragón, y más tarde al rey castellano Enrique IV el Impotente, que no lo aceptó. El conflicto armado se prolongó hasta 1461 con la capitulación de Villafranca del Penedés. Venció Juan II pero aceptando un acuerdo que según Josep María Salrach recogía todas las reivindicaciones políticas de la oligarquía catalana desde los tiempos de Pedro el Ceremonioso. En 1462 y los años siguientes se alzaron los payeses de remensa y los sectores populares de las ciudades en favor del rey aragonés y contra los intereses de la oligarquía. Intervino también Francia en favor de Aragón, y en definitiva, el conflicto armado se prolongó hasta tiempos de Fernando el Católico.



Como consecuencia directa de los desórdenes y luchas internas, se produjo un importante declive de Barcelona y Cataluña en general. En el plano demográfico se vivió un notable incremento de la población en Aragón, Mallorca, y sobre todo en Valencia, cuya capital y puerto superaron ampliamente a Barcelona en tráfico marítimo y en el terreno económico durante el siglo XV. Entre 1378 y 1479, Cataluña perdió una cuarta parte de su población. Barcelona, que había contado con 50.000 habitantes a mediados del siglo XIV, apenas tenía 20.000 mediado el XV. Valencia experimentó un crecimiento proporcional hasta los 40.000 habitantes, y Zaragoza alcanzó los 30.000. La economía valenciana fue al alza impulsada por sectores como el textil, la cerámica, los curtidos de pieles, los tintes o la fabricación de muebles.


Según el investigador italiano Mario del Treppo, entre los años 1455 y 1470 no arribó al puerto de Barcelona ningún barco genovés de los que se dirigían a Flandes, y en el periodo comprendido entre 1465 y 1469, no salió del puerto barcelonés ningún navío con dirección a Levante. En 1468 la Taula de Canvi, que se había constituido en Barcelona a principios de siglo, hizo suspensión de pagos. En resumen, el panorama que presentó Barcelona durante el reinado de Juan II, fue agónico, en contraste con el auge de Valencia en el mismo periodo. Valencia tomó el testigo de Cataluña en el floreciente comercio mediterráneo. En el reino de Aragón se produjo también la expansión del comercio, exportando lana y trigo a Cataluña y Francia, aceite a Navarra, y azafrán a la Europa cristiana. Mallorca mantenía su vitalidad con la exportación de tejidos al norte de África.

Primero conoce los hechos y luego distorsiónalos cuanto quieras. Mark Twain.