Bajo
este título incluimos una serie de ripios pretendidamente
humorísticos, cuyo denominador común son los agravios que sufre la
mujer por parte de la religión. Se recuerda el caso de aquel imán
(por cierto, tan poco atrayente) de Fuengirola que en 2005 editó un
manual o folleto en el que instruía a los maridos para corregir a
palos a sus esposas sin dejar huellas que les incriminaran. Se alude
luego a la homilía del arzobispo de Granada en la que decía que no
debería recriminarse al violador de una mujer que hubiera abortado
voluntariamente. También se recuerda el caso de una pequeña
africana de apenas un año, a la que su familia mutiló los genitales
en Alcañiz. Por último, se glosa la machacona insistencia de la
Biblia en subrayar la inferioridad y subordinación de la mujer
respecto del varón, tachándola siempre de sucia, impura y
abominable. El benévolo lector sabrá disculpar nuestra torpeza
poética.
En
Fuengirola cierto imán ha dado
con
la musul-receta más sencilla
para
disciplinar a la costilla,
sin
tener que pasar por el juzgado.
Si
tu mujer se ducha y se maquilla,
sale
de casa sola y sin el velo,
se
va de compras o se tiñe el pelo,
una
tunda le irá de maravilla.
Pero
lo malo es que con el camelo
de
tanta democracia y tanta tontería,
podrías
verte en la comisaría
de
la Diagonal o el Paralelo.
Siguiendo
la instrucción de la sharía,
con
una fina vara de avellano
le
azotas en la palma de la mano,
de
forma que ni marca quedaría.
Si
persiste en vivir a lo cristiano,
le
azotas en las plantas de los pies
con
una regla plana de ciprés,
y
volverá a su credo musulmano.
Con
las hembras, hermano, ya lo ves,
funciona
el tanto pegas, tanto vales.
Está
el secreto en no dejar señales,
recuerda
que no estás en Marrakech.
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El
señor arzobispo de Granada,
en
un sermón contra las abortistas
las
tachó de asesinas, terroristas,
de
turba demoníaca y alienada.
Cargó
también contra esas feministas
que
animan a abortar a las mocitas,
a
las casadas, las separaditas,
las
divorciadas y las pensionistas.
Clamó
por todas las criaturitas
privadas
del derecho de nacer,
por
quienes anteponen el placer,
a
la sacratissíma
maternitas.
Dijo:
quien tenga gana de joder,
absténgase
de hacerlo con condón,
que
no es más que un recurso facilón,
para
eludir el rol de la mujer.
El
fin de la mujer y del varón
es
copular a pelo y procrear.
No
vale fornicar por fornicar,
ni
hacerse tortillera o maricón.
Así
que si os da por abortar,
no
vengáis luego con reclamaciones.
Habéis
obrado como unos zorrones,
y
si os violan, no os podéis quejar.
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En
Alcañiz, provincia de Teruel,
a
una niña pequeñita y africana
le
practicaron la ablación clitoridiana,
de
la manera más salvaje y más cruel.
Aunque
parezca una práctica inhumana,
dicen
los padres de la criatura,
no
es más que manifestación de la cultura,
y
la costumbre religiosa musulmana.
No
es una moda ni es una locura,
que
es costumbre de mucha tradición
en
Nigeria, en Tanzania y en Gabón,
y
pronto lo será en Extremadura.
Con
una hoja afilada de latón
se
corta ese muñón de carnecica,
y
de esta forma fácil e “higienica”,
tenemos
rematada la ablación.
Y
nada de antisépticos ni arnica.
Un
trapo seco detiene la sangría,
y
si hay dolor o fiebre al tercer día,
se
empapa con orín o salivica.
Servirá
la ablación de garantía
cuando
la chica sea casadera,
pues
no encontrará un hombre que la quiera,
si
conserva el botón de la alegría.
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A
Adán prometió el Señor:
tú
dominarás la Tierra,
y
a Eva anunció: mira perra,
tú
parirás con dolor.
La
enseñanza que esto encierra
es
que el macho a dirigir,
y
la mujer a parir
hijos,
para ir a la guerra.
El
hombre podrá elegir
esposas
cuantas él quiera,
mas
a la mujer ligera,
lapidadla
hasta morir.
Yahveh
habló de esta manera:
sangre
y flujo impuros son,
impura
es la menstruación,
sucia
es la mujer entera.
Con
tanta prohibición,
suciedades
e impureza,
te
llevará de cabeza
hacer
purificación.
Por
eso, ten la certeza
mujer,
tus lamentaciones
les
importan tres cojones
al
moro en su fortaleza,
a
budistas, a cristianos,
a
judíos y a paganos,
a
los santos y santones,
a
ministros y a ladrones,
a
ángeles y a querubines,
a
beatos y a serafines,
a
los obispos, al papa,
y
al cura de Villarrapa.
La
ignorancia es el pozo que te sumerge en la servidumbre. La educación
es la escala que te eleva a la libertad. Diego Luis Córdoba.