Desde
tiempos inmemoriales en que los seres humanos se han interesado por saber cuál
era el origen de nuestro mundo, tanto en los mitos de la creación de las
distintas religiones, como en las especulaciones filosóficas, se han barajado
dos tipos de hipótesis radicalmente enfrentadas. Por una parte la creatio ex nihilo o creación a partir de
la nada, en la que por voluntad de algún ente superior o por otras causas, el
orden emerge del caos, tal como contemplan entre otras, la mitología griega, la
egipcia, la maya, la polinesia, o nuestra tradición judeo-cristiana, bien
conocida. En el polo opuesto, están la mitología budista y algunas formas de
hinduismo. En ellas el universo es intemporal, y carece de principio y de fin.
En el Mahapurana hindú está escrito: Si Dios creó el mundo, ¿dónde estaba Él
antes de la creación? Has de saber que el mundo no fue creado, como el propio
tiempo, que no tiene principio ni final.
Ambas
visiones son mutuamente excluyentes y no admiten término medio. Sin embargo,
los más recientes descubrimientos científicos parecen ofrecer una solución en
una dirección totalmente nueva. Ingenios espaciales como el satélite WMAP, nos
han proporcionado una imagen detallada de cómo era el universo cuando tenía
sólo 380.000 años de edad. El WMAP ofrece un mapa asombroso que muestra con
extraordinaria precisión la radiación de microondas creada por
el propio big Bang, poco después del estallido que dio origen a nuestro
universo. Es en palabras de la revista Time, el eco de la creación. Esta luz fósil nos facilita una medición
precisa de la edad del universo, que los cosmólogos cifran actualmente en
13.700 millones de años, con el margen de error de un insignificante 1%.
Colateralmente,
las más sofisticadas técnicas de exploración han confirmado la existencia de
una misteriosa materia oscura que ocupa aproximadamente el 23% del universo
que podemos observar con la tecnología actual. Y lo que aun resulta más
sorprendente, un 73% del universo está constituido por una forma totalmente
desconocida de energía, llamada energía oscura. Un descubrimiento
que ha hecho tambalear los cimientos de la comunidad científica. Esta energía
oscura ha sido al parecer, el principal motor de la expansión que sufre nuestro universo, con galaxias separándose a
una velocidad inimaginable, que va aumentando exponencialmente. Según la teoría
inflacionaria del universo, en la primera billonésima de una
billonésima de segundo, una misteriosa fuerza antigravitatoria hizo que el
universo se expandiera a una velocidad increíble que supera en un factor de 1010 a la
velocidad de la luz. Eso no viola el principio de que nada puede viajar más
rápido que la luz, porque en este caso fue el espacio vacío el que se expandió,
y no los objetos materiales.
Establecida
la certeza científica de esta inflación, persiste la duda de cómo
comenzó y por qué se produjo. Como nadie conoce el mecanismo inflacionario,
siempre existe la posibilidad de que vuelva a producirse de nuevo. ¿Pueden
ocurrir repetidamente las explosiones inflacionarias? Fuera cual fuera el
mecanismo que la produjo, ese mecanismo continúa en funcionamiento. Por lo
tanto, es posible que otras regiones del universo estén experimentando el mismo
fenómeno. El físico ruso Andrei Linde llama a esta teoría inflación eterna autoreproducida o inflación caótica, porque prevé un proceso
interminable de inflación continua de universos paralelos. Lo que llamamos
convencionalmente “el universo” bien podría ser sólo un elemento de un conjunto,
un multiverso o megaverso, donde los
distintos universos individuales estén dando a luz continuamente nuevos
universos. Si es así, puede que habitemos en un mar de universos, una especie
de burbuja flotando en un océano de otras burbujas. Pueden estar produciéndose
big bangs continuamente.
Esta
hipótesis no contradice las leyes físicas conocidas. Es más, desde que se
formularon la teoría de cuerdas y algunas de sus versiones avanzadas, cada
vez existen más pruebas teóricas para sostener la existencia de un multiverso
del que siguen saliendo o brotando otros universos como retoños. Si es así, se
unificarían las dos grandes líneas mitológicas tradicionales. Un Génesis
que tendría lugar una y otra vez, dentro de un Nirvana intemporal. El
viejo profe Bigotini se ha retirado a meditar sobre ello. El pobrecillo parece
un conejo asustado. Cualquier ruido le sobresalta y se le antoja un nuevo big
Bang.
Todas
las cosas son imposibles mientras parecen imposibles.