Nuestra
sangre, como la del resto de los animales vertebrados, es roja porque posee hematíes
que contienen hemoglobina,
un pigmento cuyo color característico es el rojo. No ocurre lo mismo con los
insectos y los invertebrados en general. Si aplastas insectos hematófagos, como
las chinches o los mosquitos, dejarán una mancha roja que se debe a la sangre
que han ingerido. También dejan mancha roja las moscas, en este caso por causa
del pigmento rojo de sus ojos. Sin embargo, la inmensa mayoría de los insectos
aplastados liberan una sustancia lechosa, amarillenta o verde. Ello se debe a
que los invertebrados no tienen sangre propiamente dicha, sino un fluido
heterogéneo llamado hemolinfa.
La
hemolinfa recorre el cuerpo de los
insectos y va regando a su paso todos los tejidos internos. Su composición
consiste mayoritariamente en agua que tiene disueltos iones, carbohidratos,
lípidos, glicerol, aminoácidos, hormonas, algunas células y pigmentos,
generalmente de tonos suaves. A diferencia del sistema circulatorio que
poseemos los vertebrados, y que discurre por un circuito cerrado, los insectos
cuentan con un sistema circulatorio abierto carente de arterias y venas. La hemolinfa fluye libremente por el cuerpo,
lubrica los tejidos, y transporta nutrientes y desechos. Mientras que el
sistema circulatorio de los vertebrados sirve sobre todo para acarrear oxígeno,
los insectos respiran por un método completamente distinto, a través de tubos
traqueales. Así, en el caso de Drosophila,
sobre la piel impermeable de la mosca se alinean una serie de orificios
minúsculos denominados espiráculos, que permiten el transporte directo del aire a los tubos
traqueales encargados de distribuir el oxígeno a los diferentes tejidos.
Pero
eso si, los insectos también tienen corazón. En muchas ocasiones no uno solo,
sino varios situados en fila, que bombean la hemolinfa
por todo el sistema circulatorio. Tal como afirma Rob DeSalle, especialista en
zoología de invertebrados del Museo de Historia Natural de Nueva York, aunque
esta especie de corazones u órganos de bombeo de los insectos difieren
notablemente del corazón de los vertebrados, curiosamente algunos de los genes
que intervienen directamente en su desarrollo, muestran una sorprendente similitud
en ambos grupos de animales. Esto, como tantos otros hallazgos parecidos, viene
a confirmar el remoto origen común de todos los seres vivos que poblamos el
planeta.
Como
es un monigote de tebeo, el profe Bigotini tiene la sangre del color de la
tinta china. Por cierto, también tiene su coranzoncito. ¿Acaso si me pincháis,
no sangro?, exclama a veces, recordando los versos shakespearianos. Cuando se
pone tan melodramático, todos procuramos disimular, mirando para otro lado y
haciendo como que no le hemos oído. Ya se le pasará.
Las
arañas van tejiendo el futuro de las moscas.