En
una fecha tan reciente como 1936 murió el último ejemplar en cautividad de tilacino, también conocido como tilacín, lobo
de Tasmania, tigre de Tasmania o tigre marsupial. Se le asignó el nombre
científico de thylacinus cynocephalus, y era el último superviviente de su
género (Thylacinus), que se remontaba a principios del Mioceno. La especie apareció quizá hace
unos cuatro millones de años. Se han recuperado restos fósiles de al menos
otras siete especies extintas de la familia Thylacinus en la región de Queensland. La especie
más antigua parece ser Nimbacinus dicksoni, un tilacínido mucho más pequeño que sus
descendientes, que tiene unos 23 millones de años de antigüedad. La especie
mayor fue Thylacinus potens, que llegó a alcanzar el tamaño de un lobo
grande. El lobo marsupial moderno se distribuía por Australia, Nueva
Guinea y Tasmania.
Como
apuntaba en el primer párrafo, se trata de un marsupial. Era un carnívoro estricto, que presentaba una gran
semejanza con los cánidos del
Hemisferio Norte. Obviamente, el lobo marsupial no tiene el menor
parentesco con nuestros familiares lobos, zorros y perros. Sin embargo, por
obra de la evolución convergente (véase nuestro post dedicado a este
tema), al ocupar idéntico nicho ecológico que ellos, y tratarse de un
depredador de vida y hábitos similares a los cánidos, el tilacino poseía una notabilísima
semejanza física con ellos.
Tenía
la envergadura de un perro, con tamaños muy variables (entre 100 y 190 cm . de longitud los
adultos, incluyendo la cola). Su cráneo, y el aspecto exterior de su cabeza le
hacían completamente similar a un perro (el apellido cynocephalus de su nombre
científico significa precisamente cabeza
de perro). Sólo las rayas de la parte posterior de su lomo le conferían un
aspecto algo exótico, siendo el motivo de que también se le diera el nombre
común de tigre. Las semejanzas iban aun más lejos, puesto que numerosos
testimonios de los siglos XIX y XX afirman que formaban grupos familiares como
nuestros perros, y como ellos, habían desarrollado estrategias de caza en
equipo.
Al
hilo de esta semejanza, Richard Dawkins refiere la anécdota
de que los estudiantes de zoología de Oxford debían distinguir cien esqueletos
de animales como parte de su examen final. Pues bien, parece que a menudo
encontraban dificultades para diferenciar al tilacino de un perro
común. Como la prueba se repitió año tras año, entre los alumnos quedó
establecido que si se encontraban un cráneo de perro, debían identificarlo como
de tilacino,
y todo fue bien hasta que los profesores incluyeron en el lote un auténtico
cráneo de perro. Dawkins asegura que el único signo distintivo son los
prominentes dos agujeros del paladar, que caracterizan a la mayoría de los marsupiales.
En
eso paraban las semejanzas. Por lo demás, tilacino era un marsupial provisto de marsupio o bolsa donde terminaban de
desarrollarse las crías, hasta un total de cuatro, puesto que poseía cuatro
mamas en el interior de la
bolsa. Una sorprendente singularidad de tilacino era la
orientación de la bolsa, de abertura posterior al contrario que las del resto
de los marsupiales. Los machos estaban dotados de una bolsa escrotal externa
similar a la de las hembras, por lo que fuera del periodo de cría, se hacía muy
difícil distinguir los dos sexos. El pariente vivo más cercano de tilacino
es el diablo de Tasmania.
Los
primeros seres humanos en entrar en contacto con los tigres marsupiales fueron
los aborígenes de Australia y Nueva Guinea, que pisaron por vez primera
aquellas tierras hace entre 50 y 40.000 años. Cuando llegaron a ambos
territorios los primeros colonizadores europeos, el tilacino ya había
desaparecido hacía tiempo. Sólo se conservaba su recuerdo en los petroglifos y
pinturas rupestres. Si nos guiamos por estas pruebas gráficas y algunos
testimonios orales, los aborígenes daban caza activamente a los tilacinos,
a quienes consideraban competidores directos por el alimento. También debió
resultar un factor determinante la competencia de los dingos o perros
aborígenes, que colaboraban en la caza con los humanos.
Extinguidos
en el continente australiano, quedaban unas decenas de miles de supervivientes
en la isla de Tasmania. Desde 1830
a 1909, unas veces compañías privadas, y otras, las
propias autoridades, ofrecieron y pagaron recompensas por abatir tigres
de Tasmania. Diversos sujetos de gatillo fácil los exterminaron por
millares con una eficacia digna de mejor causa. Permitidme que no me extienda
más en estas miserias, que en nuestro blog, empiezan a resultar recurrentes.
En
su último refugio insular de Tasmania, tilacino sobrevivió hasta 1930 en
libertad y hasta 1936 en cautividad. Los últimos ejemplares salvajes fueron
abatidos por los granjeros tasmanos. Después de esas fechas no existe ninguna
prueba fehaciente de supervivencia de algún ejemplar, aunque se han recogido
diversos testimonios de avistamientos. En los años 80 se estableció una
recompensa para quién ofreciera pruebas fiables de supervivencia del animal,
pero hasta la fecha no se han obtenido resultados. En Australia se dispone de
ADN de tilacino, lo que haría posible su clonación.
Si
tenéis curiosidad por ver al lobo marsupial con vida, aquí os
dejo este enlace de un curiosísimo film rodado en 1933 en el zoológico de
Hobart, última morada de esta rareza desaparecida:
La
música japonesa es una tortura china.
Woody Allen.
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