Publicado en nuestro anterior blog en junio de 2012.
Creacionistas, fanáticos religiosos
y negacionistas de toda condición, en su afán de contradecir la evidencia
científica, se han servido durante más de siglo y medio del ejemplo del ojo
humano. El argumento que esgrimían podría simplificarse más o menos de esta
manera: ¿Cómo es posible que un instrumento de tan delicada perfección como
nuestro ojo, sea fruto de sucesivos y aberrantes cambios que se han sucedido de
forma aleatoria? ¿No es el ojo humano, como lo es el cerebro y otros órganos,
una prueba palpable del plan divino? ¿Qué puede ser sino el testimonio vivo de
la obra de Dios? ¿De qué servían unos ojos primitivos, chapuceros e imperfectos
a las criaturas que según los darwinistas, vivieron hace millones de años? Sin
duda aquellos remotos reptiles y toda suerte de desgraciadas criaturas medio
ciegas debieron pasar sus miserables existencias tropezándose unas contra
otras, y sumidas en densas tinieblas…
De este tenor era el discurso, y ciertamente
puso en más de un aprieto al propio Charles Darwin y a no pocos de sus
seguidores decimonónicos, que por entonces aun no poseían muchas de las claves
evolutivas de que disponemos actualmente.
Conviene matizar para empezar, que
el ojo humano dista mucho de poseer la precisión y la sutileza que a veces se
le atribuye. Hoy sabemos que algunas aves rapaces, ciertos carnívoros e incluso
muchos insectos, tienen órganos visuales que superan en muchos aspectos a los
nuestros. En cuanto a la historia evolutiva, los investigadores y especialistas
en la materia tienen bastante claras las sucesivas etapas del desarrollo
filogenético de los órganos visuales. Aquí ofrecemos algunas ilustraciones
donde pueden distinguirse esas etapas de forma esquemática.
1. Ciertas criaturas
primitivas parecidas a gusanos, que se desenvolvían en la turbidez del medio
acuático hace más de quinientos millones de años, poseían algunas células
fotosensibles en su piel, con terminaciones nerviosas que conducían los
estímulos luminosos
hasta el nudo neural o cerebro primitivo.
2. El siguiente paso
fue la aparición de un pliegue en la zona de piel fotosensible, formando una
especie de copa, en cuyo fondo las fibras nerviosas se aglutinaron para dar
lugar a un primitivo nervio óptico. Es el “ojo” que aun podemos apreciar en
determinados moluscos gasterópodos.
3. La hendidura fue haciéndose más
profunda, hasta constituir una estructura esférica hueca y abierta al medio
acuático, tapizada por la capa de células fotorreceptoras que podría ya
considerarse precursora de la retina. El estrechamiento progresivo del orificio
de entrada, iría consiguiendo mayor resolución visual. Este tipo de ojo
corresponde a cefalópodos del tipo del nautilus,
que puede verse en la ilustración de más abajo.
4. El salto siguiente conduce al
cierre de la esfera mediante una fina cutícula transparente, quedando la
cavidad ocular ocupada por un fluido celular de consistencia uniforme. En este
medio estable, las células receptoras se habrían ido diferenciando, especializándose
en diferentes tareas, tales como distinguir colores o formas. Tenemos ya una
verdadera retina que podría corresponder al ojo de un caracol terrestre.
5. La cutícula aislante se convierte
en una capa córnea, y en la región frontal aparece una estructura lenticular
rellena de líquido transparente. Es el ojo de los peces.
6. Finalmente la lente o cristalino
se rodea de una estructura pupilar capaz de cambiar de tamaño según la
intensidad de la luz, del mismo modo que los obturadores de las cámaras
fotográficas. Ya tenemos un ojo moderno correspondiente a los tetrápodos
terrestres.
El milagro de la visión está
servido, amigos. ¿Hay algo más asombroso y más mágico que la vida y la
naturaleza? Probablemente no. Y para que sigáis asombrados, permitidme que os
sugiera un pequeño juego con la imagen de la modelo cuyo negativo reproducimos
al pie.
Se trata en realidad de un truco
basado en la tricromía y en el fenómeno conocido como persistencia de la visión.
Tenéis que mirar fijamente el punto
rojo de la nariz durante 30 segundos. A continuación fijar la vista en una
pared blanca o en una superficie clara, y parpadear unas cuantas veces…
¿Verdad que es asombroso?
Recordad que estamos luchando por el honor de
esa mujer, lo que probablemente es más de lo que ella hizo jamás. Groucho
Marx.
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