Si
hay algo en lo que están de acuerdo todos los investigadores de posible vida en
otros mundos, es la necesidad de la existencia de agua. Está probado que los
primeros organismos vivos se desarrollaron en el medio acuático. Incluso el
paso de la vida a tierra firme exige una importante dependencia del agua.
Pensamos
siempre en el agua líquida, pero conviene recordar que en la naturaleza podemos
encontrarla en sus tres estados. El agua sólo es líquida entre los cero y los
cien grados centígrados. A menos de cero, se convierte en hielo, y a más de
cien, en vapor. Por cierto que el vapor puede considerarse una especie de
estado intermedio entre el líquido y el gaseoso. La especie de humo que vemos
salir de una olla cuando hierve, se compone en realidad de diminutas gotas de
agua líquida que se forman cuando el vapor de agua caliente entra en contacto
con el aire más frío alrededor de la olla.
El
vapor, antes de evaporarse por completo, es capaz de mojar lo mismo que el agua
líquida. Basta con tomar un baño de vapor para comprobarlo. El hielo, sin
embargo, en principio no moja. Un cubito de hielo puesto sobre la piel no
produce la sensación de mojado hasta que el mismo calor de la piel hace que se
comience a derretir, pasando una mínima cantidad de su superficie al estado
líquido. Es entonces cuando se produce la sensación de mojado. Los impulsos
nerviosos envían constantemente mensajes sobre el mundo que nos rodea desde la
piel al cerebro. El sentido del tacto posee en la superficie de la piel
receptores específicos para lo caliente, lo frío, lo suave, lo rugoso… También
para lo seco y lo húmedo. El agua y otros líquidos producen la sensación de
mojado. Esto es debido a la tensión superficial, responsable de que en el agua
líquida se forme una fina capa, una especie de piel que la aísla del medio
atmosférico. La tensión superficial es la responsable de que muchos insectos
sean capaces de caminar sobre el agua, y de que ciertos objetos muy ligeros e
impregnados de grasa como plumas de ave, por ejemplo, permanezcan durante algún
tiempo sobre la superficie de las aguas sin llegar a mojarse y hundirse.
Pero
no todos los líquidos mojan. Es el caso del mercurio, que en su estado líquido
puede derramarse por la mano sin llegar a mojarnos. El mercurio resbala en la
piel, rodando en diminutas bolas y nunca llega a causar sensación de mojado.
Pero
acaso lo más sorprendente de todo, en relación con la sensación de mojado de la
que hablamos, sea un reciente descubrimiento llevado a cabo por Saykally y
Clary. Estos científicos han demostrado que para mojarte son necesarias un
mínimo de seis moléculas de agua líquida. Si hay menos, por ejemplo cinco, las
moléculas forman películas muy delgadas incapaces de mojar. Sólo añadiendo una
sexta molécula, se forma un microscópico charco que ya percibimos húmedo. En el
aire que nos rodea hay siempre presentes minúsculas gotas de agua compuestas
por menos de seis moléculas. Constituyen la humedad relativa del aire mucho
mayor en regiones costeras que por ejemplo, en un desierto del interior. Sólo
cuando una micro-gota de seis o más moléculas roza nuestra piel, percibimos la
sensación de mojado.
Parece
que va a empezar a llover.
Empezó bebiendo agua con unas gotas de güisqui, luego se aficionó al güisqui con un poco de agua, después lo tomó sin agua… Ahora se bebe el güisqui como si fuera agua.
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