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lunes, 20 de julio de 2020

LA ROCA Y EL MARQUÉS



El 20 de junio de 1969, el comandante Neil Armstrong y el piloto del módulo lunar Edwin F. Aldrin, ambos miembros de la misión Apolo 11, pusieron por primera vez los pies sobre la superficie de nuestro satélite.
Además de las famosas y ya tópicas frases pronunciadas, la banderita y el garbeo lunar, recogieron también algunas muestras. Una especie de contenedor sirvió para traer a la Tierra unas rocas para analizar su composición.
Poco más de un año más tarde, los días 2 y 3 de octubre de 1970, Richard Nixon, presidente de los Estados Unidos, realizó una visita de Estado a la España franquista. Se entrevistó con el entonces prometedor y joven príncipe Juan Carlos de Borbón, y por supuesto, con el viejo dictador, al que obsequió con una de las rocas lunares.

En el mismo viaje, Henry Kissinger, secretario de Estado americano, visitó al almirante Carrero, hombre fuerte del régimen y entonces virtual sucesor in pectore del liderazgo en el régimen. Tuvo también el detalle de regalarle otra piedra, de manera que, cuando concluyó aquella visita, dos de las valiosas rocas lunares quedaron en nuestro país.
Sabemos qué ocurrió con la segunda. En un principio, el almirante de las cejas pobladas utilizó la suya como pisapapeles en su despacho. Ya se sabe que tres años más tarde, el 20 de diciembre de 1973, se produjo el célebre atentado reivindicado por ETA, que acabó con la vida del entonces ya jefe del gobierno. Muy poco después, el hijo del almirante donó la piedra al museo de la Marina madrileño, y más recientemente, la pieza, que forma parte del patrimonio nacional, ha pasado a engrosar la colección del museo Geológico y Minero de la capital.

Esto es cuanto concierne a la segunda roca. Sin embargo, en lo relativo al destino de la primera, la que regaló Nixon a Franco, las cosas no están tan claras. Sólo puede asegurarse que está perdida para siempre. Una historia poco creíble relatada a un periodista por el nieto del dictador, echa la culpa del extravío a la mala cabeza de su madre, Carmen Franco, que con tanta mansión y tanto viaje, debió perderla en algún traslado.
También hay malas lenguas que hablan de un viaje a Londres del marqués de Villaverde, yerno del dictador y presunto cirujano, con la roca en el bolsillo o en algún maletín. Según esta versión, el marqués, menos extenso que el Golfo de México o que el Golfo Pérsico, pero de bastante mayor golfería que los dos juntos, la habría subastado al mejor postor. El profe Bigotini, que es español desde su más tierna infancia, se decanta por una de las dos posibles versiones. Seguro que seréis capaces de adivinar cuál es.

-Cariño, ayúdame con la quiniela: Atletic – Sevilla.
-Un 1, y quiero el divorcio.
-¿Por qué?
-Porque se ha perdido la magia entre nosotros.
-No, digo lo del Atletic.
-Ah, es que en casa son prácticamente invencibles.




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