Ya
vimos en anteriores entregas que antes de la aparición de la reproducción
sexual, bacterias, virus y otros microorganismos que se reproducen por simple
división, también son capaces en ocasiones de intercambiar material genético,
lo que técnicamente podría considerarse una forma primitiva de tener sexo.
Algunos de estos seres microscópicos, no se limitan a esos intercambios con
otros organismos de su propia especie, sino que van mucho más lejos,
intercambiando genes con individuos de especies diferentes. Precisamente en
esta capacidad radica la extensión de la resistencia a los antibióticos que han
adquirido muchas bacterias, por ejemplo.
Vimos
también que ciertas especies de plasmodium,
como el toxoplasma o como el agente
causal de la malaria, sólo practican el sexo en unas condiciones favorables muy
determinadas, el Toxoplasma gondii en
el intestino de los gatos domésticos o el p.
falciparum en las tripas del mosquito anopheles.
Eso parece otorgarles pocas oportunidades para el sexo. Es como si tú sólo
pudieras acostarte con tu novia o con tu novio en la habitación 205 de cierto
hostal de carretera.
Ciertas
especies de insectos y algunos otros animales y plantas, tienen sexo una única
vez en toda su vida… Pero, en fin, si te quejas de que haces el amor con poca
frecuencia, fíjate lo que podrían sentir los miembros, o mejor dicho, “las
miembras” de la especie Philodina roseola,
un rotífero bdeloide microscópico que
vive en el musgo húmedo, cuyos individuos son todas hembras sin excepción
alguna, ya que todos los estudios apuntan a que eliminaron a los machos de su
especie, y por lo tanto, la práctica del sexo, hace aproximadamente ¡ochenta y
cinco millones de años!
Pues
sí, allá por el jurásico, cuando rugían los tiranosaurios y los pequeños y
primitivos mamíferos se escondían tímidamente en agujeros recónditos, las philodinas decidieron, quizá en una
remota asamblea feminista, prescindir por completo de los machos en su especie.
¿Cómo se las arreglan desde entonces para reproducirse? Muy sencillo, por
clonación, igual que la pobrecita oveja Dolly, pero ochenta y cinco millones de
años antes.
Bueno,
en realidad la clonación no es un fenómeno tan raro después de todo. A menudo
se produce de forma accidental en muchas especies de reproducción sexual
estricta. No hay más que fijarse en los gemelos. Los gemelos idénticos u
homocigóticos proceden ambos de un único huevo fecundado o cigoto, que se
divide prematuramente en dos perfectamente iguales. Desde el punto de vista biológico,
el fenómeno de la clonación parece retrotraernos a épocas anteriores a la
“invención” del sexo en nuestro planeta. A lo largo de la evolución no han
cesado de aparecer nuevas fórmulas y nuevas soluciones, pero las anteriores
perviven en el recuerdo biológico, y de vez en cuando se manifiestan como si
quisieran recordarnos lo que fuimos una vez.
Así
pues, no hay nada malo en una clonación ocasional, pero llevar haciéndolo nada
menos que ochenta y cinco millones de años, parece al menos un poco exagerado. Philodina es un caso singular entre los eucariotas, porque se trata de un
organismo eucariota, como tú y como
yo, no lo olvidemos.
Los
biólogos siguen investigando a este género de seres con la esperanza de
encontrar alguna trampa en su mecanismo reproductivo. No sería la primera vez
que esto sucede. Durante mucho tiempo se pensó que los Gastrotricos quetonónidos, que también habitan charcas y musgos, se
reproducían asexualmente, hasta que observaron que producían espermatozoides,
con lo que se descubrió el pastel. Otros bichos, esta vez insectos, los áfidos de la especie Tramini, pasaron durante años por ser
asexuales, hasta que los científicos descubrieron que escondían a sus diminutos
machos en las raíces de las plantas que les servían de vivienda. Otras
mentirosas.
Pero
lo cierto es que por más que se investiga, hasta ahora Philodina roseola es a todas luces un organismo próspero y asexual,
el único conocido. A nuestro querido profe Bigotini la noticia le consuela
mucho cuando piensa en el tiempo que lleva el pobre sin… en fin, ya sabes.
-Doctor,
cada vez que estornudo, tengo un orgasmo.
-¡Vaya!,
¿y está tomando algo?
-Sí,
pimienta.
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