En
1867 nació Winsor McCay.
Spring Lake, Michigan, y Woodstock, Canadá, se disputan ser su lugar
de nacimiento. Probablemente nació en la segunda localidad, aunque
su infancia transcurrió en la primera. Ambas están orgullosas de su
hijo más ilustre. McCay sería al comic lo que Mozart a la música.
En esta informal Historia del Comic y la Ilustración que vamos
desgranando por entregas, él es el primer grande entre los pioneros
de los primeros tiempos. Eso por no hablar de su faceta de precursor
en la animación. Winsor McCay es sin duda el primer gran rey del
comic, y como tal lo coronamos ya desde el mismo título de este
artículo.
El
joven Winsor comenzó a dibujar precozmente. Su primer trabajo
remunerado como dibujante lo inició en una especie de circo
ambulante o feria de atracciones, donde realizaba caricaturas con
gran soltura. Fue en esa primera época de su incipiente carrera
cuando desarrolló su trazo fácil, ágil y genial. Se trasladó a
Chicago con poco más de veinte años. Allí dibujó carteles
publicitarios para una compañía gráfica que comenzó a utilizar
nuevas técnicas de litografía. Y fue en esa etapa cuando McCay
aprendió y dominó todos los recursos técnicos del oficio, lo que
le ayudó el resto de su carrera. No se limitó al dibujo, sino que
la impresión y hasta la comercialización, no tuvieron secretos para
él desde aquel momento. Pasó más tarde a residir en Cincinnati, y
allí comenzó a dibujar caricaturas e historietas en algunas
publicaciones locales, así como para el semanario Life, de
ámbito nacional.
En
1903 apareció su primera serie de historietas en el Cincinnati
Enquirer, con el título A tale of the jungle imps, by
Felix Fiddie, su bautismo como historietista en 43 episodios
a todo color, todo un alarde tipográfico que cosechó un gran éxito
de lectores. Llegó a Nueva York ya como un artista consagrado, y
allí pasó el resto de su carrera y de su vida hasta su
fallecimiento en 1934 a causa de un ictus. Aparte de sus caricaturas
de sátira política, que no dejó de cultivar de forma periódica,
cabe destacar las tiras cómicas de Little Sammy Sneeze,
que produjo entre 1904 y 1906. Su protagonista era un chiquillo que
daba unos estornudos descomunales, produciéndo diversas catástrofes.
También tuvo gran éxito su serie Dreams of a Rarebit Fiend,
publicada entre 1904 y 1911. Esta tira narraba las estrafalarias
pesadillas de un señor aficionado a las cenas copiosas. La tira se
publicó con el seudónimo de Silas.
Pero
la que sin duda ninguna es la obra cumbre de Winsor McCay en el
terreno del comic, es Little Nemo in Slumberland, que
comenzó a publicarse en 1905 en el New York Herald. Son
historietas de una sola página (¡pero qué página!) que terminan
siempre con el pequeño Nemo cayéndose de la cama en el último
recuadro. En la entrega siguiente, se retomaba el argumento del
sueño, con lo que la serie pudo contar con personajes secundarios
reconocibles. La serie se prolongó en diversas etapas hasta 1926.
Son varios los factores que hacen de Little Nemo una joya del comic.
Aparte del trazo genial de McCay, están el fabuloso color, lo
revolucionario de la composición de los recuadros, la fenomenal
estética cercana al art dèco, y sobre todo la extraordinaria
imaginación de su autor. Nemo viaja a mundos imaginarios poblados de
criaturas fantásticas, animales imposibles y paisajes oníricos.
Curiosamente,
las aventuras del pequeño Nemo no tuvieron en su momento la difusión
que han tenido en tiempos recientes. Los lectores de su época fueron
casi exclusivamente neoyorquinos. En aquel entonces Winsor McCay
estaba enfrascado en el cine de animación. Produjo alguno de los
filmes pioneros en este género, entre los que cabe destacar el corto
de 1911 cuyo enlace os ofrecemos hoy. Es el titulado Little
Nemo, que está parcialmente coloreado y cuenta con la
presencia como actor del propio Winsor McCay. Haced
clic en la ilustración de la izquierda y deleitaos con
esta pequeña joya de la primitiva animación. Sirva también como
modesto homenaje de Bigotini al que fue gran pionero, genial artista
y mayúsculo dibujante.
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