Edme
Mariotte nació en 1620 en Dijon, la patria de la
mostaza. Sabemos poco sobre su infancia y juventud. Al parecer sin
demasiada base, se le suele atribuir un retrato, el que aquí
reproducimos, cuya identidad no está del todo clara. Se sabe que
tuvo cuatro hijos antes de profesar en religión en el monasterio de
Saint Martin Sous Beaume, del que llegó a ser padre prior.
Comenzó
a ser conocido en las esferas científicas francesas por su
descubrimiento del llamado punto ciego del ojo. Demostró mediante
múltiples experimentos que, colocando una moneda pequeña a una
distancia y en una situación determinada, los sujetos participantes
en el estudio eran incapaces de verla. Este descubrimiento llegó a
causar un gran asombro incluso en la Corte de París, y a partir de
entonces Mariotte, que había sido un oscuro abate, se convirtió en
una celebridad nacional.
Participó
como miembro fundador en el nacimiento de la Asamblea Francesa de las
Ciencias, que tuvo lugar en 1666. Fue el equivalente continental de
la Royal Society británica. Ya instalado en París enunció la ley
del efecto de la presión sobre los gases, que conocemos como Ley
de Boyle-Mariotte, por haber sido enunciada por el
británico Robert Boyle solo unos años antes. Todo indica que
Mariotte sacó sus propias conclusiones, desconociendo los trabajos
de Boyle. Por cierto que el francés fue más meticuloso en sus
observaciones, puesto que además de establecer que el volumen de un
gas es inversamente proporcional a la presión que se ejerce sobre
él, añadió que esto se cumple a una temperatura constante,
ya que el incremento de esta actúa también sobre el volumen del
gas.
Mariotte
destacó también en la botánica, siendo pionero en el estudio de la
savia de las plantas, y comparando su circulación con la de la
sangre entre los animales. Se ocupó de temas tan diversos como la
caída de los cuerpos, la naturaleza de los colores o el retroceso de
las armas de fuego.
Por
último, a Edme Mariotte se debe un completo estudio espectral del
Arco Iris. Semejante preocupación por algo tan milagroso y poético,
merece con creces la admiración y el tributo que modestamente
hacemos en Bigotini a este gran protagonista de la Ciencia. Laus
deo.
El
tiempo es el único capital de los que no tienen más fortuna que su
inteligencia. Honoré de Balzac.
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