Nacido
en 1818 en la ciudad danesa de Schleswig, este príncipe de la casa
de Oldemburg, era hijo del duque Federico Guillermo de Holstein, y de
la princesa Luisa Carolina de Hesse-Kassel. Su abuela materna, Luisa
de Dinamarca, lo destinaba a ser el esposo de la princesa Victoria de
Inglaterra, pero por diferentes motivos aquella unión se malogró, y
nuestro príncipe Cristián, que había hecho una mediocre carrera
militar (comandante de la guardia era un grado demasiado modesto para
su alta cuna), tuvo que conformarse con desposar a la landgravina
alemana Luisa Guillermina de Hesse-Kassel, sobrina de Cristián VIII
de Dinamarca. A este Cristián VIII le sucedió en el trono danés su
hijo Federico VII, pero como por más que lo intentó de mil maneras,
no pudo engendrar un heredero, la corona pasó a su prima Luisa, cuyo
esposo reinó finalmente en Dinamarca con el nombre de Cristián
IX.
A
los daneses parece que no les hizo demasiada gracia un rey tan
accidental como Cristián, y ante la creciente presión ciudadana,
nuestro hombre encargó la redacción de una Constitución, que
resultó bastante avanzada para una época en que la soberanía
popular no pasaba por su mejor momento en el continente. Como guinda
del pastel, Cristián IX aportó a la corona danesa los ducados
alemanes de Schleswig y Holstein, y el Gran Ducado de Luxemburgo.
Bueno, al menos intentó aportarlos, porque tanto alemanes como
luxemburgueses, que al parecer no habían sido consultados,
protestaron contra esa anexión unilateral. Austria y Prusia armaron
un ejército de setenta mil hombres que invadió Dinamarca la mañana
del 1 de febrero de 1864. Cristián renunció prudentemente a los
ducados alemanes la tarde de ese mismo día, y sólo unos pocos meses
después cedió también Luxemburgo.
Así
que ya veis que Cristián IX de Dinamarca no fue lo que se dice un
genio ni en la milicia ni en la estrategia política. Pero amigos,
Cristián IX era una auténtica fiera en la cama. Hasta tal punto
arraigó la semilla de nuestro hombre, que hoy en día su ADN está
presente en todas las casas reales europeas y en todas y cada una de
las dinastías reinantes o depuestas. Supo además casar muy bien a
sus retoños, de manera que con justicia ha recibido el sobrenombre
de el suegro de Europa.
Fueron sus hijos Federico VIII de Dinamarca; la princesa Alejandra,
que llegó a ser reina consorte del Reino Unido de la Gran Bretaña;
Jorge I de Grecia; Dagmar que se desposó con el zar Alejandro III de
Rusia, y tras su bautizo ortodoxo se convirtió en la zarina María
Feodorovna; Thyra, que por matrimonio llegó a ser princesa de
Hannover; y por último el príncipe Waldemar de Dinamarca. Sus
descendientes actuales se cuentan por centenares, y como hemos dicho,
no existe una sola casa real que pueda sustraerse a la herencia de
este príncipe de la fecundidad. Cristián IX es el Adán genético
de la realeza europea.
Murió
a los 87 años en Copenhague, y está enterrado en la catedral de
Roskilde. Una anécdota muy extendida en Dinamarca cuenta que yendo
de paseo por el campo con una numerosa porción de sus hijos y
nietos, Cristián ayudó a encontrar el camino a un excursionista
perdido. El hombre quiso conocer la identidad de quienes le habían
ayudado, y el viejo rey procedió a presentar uno a uno a sus
familiares, no omitiendo ninguno de sus títulos y cargos. El
caminante, seguro de estar siendo víctima de alguna broma, se
presentó a si mismo como Jesús de Galilea, y siguió su camino
tranquilamente.
Por
si alguno de vosotros tiene una especial afición a estos asuntos de
familias reales que tanto gustan a los lectores de la revista Hola,
aquí os dejo el enlace para conocer la identidad de toda la progenie
de Cristián IX. Haced
clic en el retrato de familia, y hala, a disfrutar
como enanos.
¡Ay
la nostalgia... ya no es lo que era!
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