Ningún
ejemplo mejor que el de Mary Astor
para ilustrar el salto, muchas veces difícil del cine mudo al
sonoro.
En
Efecto, Mary debutó en los veinte al lado de su amante y mentor John
Barrymore. Entonces no era más que un rostro hermoso, eso sí, muy
hermoso. No tenía más que ponerse ante las cámaras y expresar
alegría, tristeza, ansiedad... Pero al llegar el sonido las cosas se
complicaron. Había que actuar. Había que interpretar un texto, y
aquella pobre muchacha tenía una voz horrible y un acento extraño.
Todo parecía indicar que, como tantas otras estrellas del cine
silencioso, Mary Astor se extinguiría sin remedio.
Pero
he aquí que la joven Mary era persona que no se rendía fácilmente.
Desapareció temporalmente de los platós, y se dedicó de forma
infatigable al estudio de la interpretación y al perfeccionamiento
de la dicción. Le costó sangre, sudor y lágrimas, pero al fin
regresó a las pantallas convertida en otra mujer. Incluso cambió su
aspecto físico. Adquirió madurez y comenzando desde abajo,
interpretó un montón de papeles secundarios hasta regresar por
méritos propios a la cabecera de los carteles. El Oscar de la
Academia que recibió en 1941 por su trabajo en La gran mentira,
o su inolvidable femme fatale de El halcón maltés,
dan testimonio de ello.
Aquí
os brindamos un enlace (haced clic en la
foto) para contemplar un pequeño homenaje en música e
imágenes a la hermosa y voluntariosa Mary Astor.
Próxima
entrega: Paul Muni
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