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sábado, 9 de septiembre de 2023

LAS LENGUAS DE LA ESPAÑA PROTOHISTÓRICA. A VUELTAS CON EL VASCO-IBERISMO

 


Que don Manuel Gómez-Moreno González (1870-1970) fue uno de los hombres más inteligentes de que se tiene noticia, no es ninguna novedad. Ya lo dijo de él con admiración García y Bellido, y lo corrobora el hecho de que inteligencias indiscutibles como las de Jovellanos o Menéndez Pelayo estudiaran antes que él el códice de las Glosas emilianenses, sin percatarse de que en los márgenes del pergamino se encontraban las frases que inauguraban la primitiva lengua castellana. Gómez-Moreno las descubrió en el primer vistazo. También nuestro gran lingüista triunfó allí donde grandes intelectos como los del insigne epigrafista Hübner se habían estrellado. Gómez-Moreno acertó a distinguir la dualidad de signos alfabéticos y silábicos de los que se componía la escritura ibérica. De aquella forma, quedó desvelado el misterio de la primera escritura peninsular. Así, aquellos enrevesados signos encontrados por los arqueólogos en diferentes lugares, pudieron por fin trasladarse a nuestro familiar alfabeto latino. Un paso gigantesco que sin embargo, en la mayoría de las inscripciones, no resulta suficiente para saber con una mínima certeza qué demonios significan.





Lo que nos conduce a la eterna cuestión del vasco-iberismo. Un asunto ya de por sí controvertido desde el punto de vista estrictamente científico, que las disputas políticas de las últimas décadas han contribuido a complicar todavía más. Probablemente en el siglo V a.C., un viajero focense de los que comerciaban o acaso residían, en el litoral levantino peninsular, dejó grabado este texto que corresponde al primer párrafo del famoso Plomo de Alcoy:

“…Iunstir’salir’g basirtir sabaridar bir’inar gurs boistingisdid sesgersduran sesdirgadedin seraikala naltinge bildededin ildurinaenai becor sebagediran…”

Esta lengua arcana, de la que no hemos comprendido una sola palabra, tiene sin embargo para nosotros una cadencia familiar: nos sugiere o nos recuerda el euskera. Desde que Guillermo de Humboldt publicó en 1821 su Comprobación de las investigaciones sobre los primitivos habitantes de Hispania por intermedio de la lengua vasca, numerosos estudiosos han tratado de interpretar el primitivo ibérico por el vascuence, una lengua no indoeuropea como la ibérica.


 

Humboldt basaba su hipótesis en la interpretación de topónimos antiguos por medio del vascuence moderno. Así, Iliberris = “ciudad nueva” por Hiri (ciudad) y berri, barri (nuevo); o bien Calagurris con el sufijo gorri (rojo). Existen decenas de ejemplos de topónimos antiguos por el estilo, no sólo en el área pirenaica donde acaso abundan más, sino en diversas áreas del litoral mediterráneo y el sur peninsular hasta Portugal. También los textos ibéricos encierran palabras y sufijos con exactas o muy parecidas correspondencias con el vasco:


Según Blanco Freijeiro, a quien seguimos en este breve comentario, la tesis del vasco-iberismo tiene en su contra el hecho nada despreciable de que desde el desciframiento de la escritura ibérica por Gómez-Moreno en 1920, nadie hasta el presente ha logrado traducir por intermedio del vasco ninguno de los numerosos textos ibéricos conocidos, con la única excepción de la breve inscripción de una vasija de Liria, donde se representa una batalla naval con las palabras cutua teistea, que traducidas por el euskera dan “llamada al combate”, de gudu (combate) y deitzea (llamar).


Es posible pues que el vascuence esté emparentado lingüísticamente con una primitiva lengua ibérica, pero conviene no perder de vista que las aportaciones indoeuropeas a la lengua o lenguas peninsulares ancestrales también han sido intensas y precoces. Desde al menos los comienzos del primer milenio a.C. los antiguos vascones ya estaban rodeados de pueblos de habla indoeuropea que habían entrado por los Pirineos, asentándose en amplias regiones. Tovar distingue dos grandes áreas lingüísticas indoeuropeas: la occidental que abarca Cantabria, Asturias, León, Galicia y Portugal hasta el Tajo; y la oriental o celtibérica, que se extiende por las dos Castillas, la Andalucía interior y Aragón desde el valle medio del Ebro, donde se sitúa el importante hallazgo del Bronce de Contrebia-Belaiska (Botorrita). En el área pirenaica y el litoral mediterráneo podrían haber tenido mayor peso las lenguas ancestrales ibéricas no indoeuropeas, conservándose alguna (el vascuence) en el Cantábrico oriental y la Navarra pirenaica hasta el tiempo presente. Véase el mapa de más arriba donde intento reflejar con aproximación estas zonas.

Nuestro profe Bigotini lleva un tiempo interminable intentando descifrar un artículo del diario. Os dejo aquí. Voy a tener que darle la vuelta al periódico.

Hijo, hay dos palabras que te abrirán todas las puertas: tire y empuje.


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