Nació
Fernández Flórez en La Coruña y en febrero
de 1885. Le bautizaron Wenceslao,
nombre bárbaro que parece transmitir antiguos ecos de aquellos feroces suevos
pobladores de Galicia. De muchacho quiso ser médico, pero la repentina muerte
de su padre frustró sus propósitos, y le obligó a los quince años a ingresar
como meritorio en el diario coruñés La Mañana. En esa y otras cabeceras locales
veló sus primeras armas de escritor y periodista, con tanto aprovechamiento,
que a los diecisiete se convirtió en director del semanario La Defensa de
Betanzos, para lo que tuvo que falsear su edad. Marchó a Madrid en 1913, donde
primero en El Imparcial y después en el ABC, se consagró como cronista
parlamentario. En 1917 vio publicada su primera novela importante, Volvoreta, que narra los amores
prohibidos de una sirvienta y su joven señor en el marco de la Galicia rural,
un escenario muy querido para Flórez. Las
siete columnas, que fue la siguiente, le valió el Premio Nacional de
Literatura en 1926.
En
lo literario, Fernández Flórez se centró en el humor. Destila su obra una fina
ironía, muchas veces cargada de sarcasmo, en títulos como El secreto de Barba Azul, Ha entrado un ladrón, Las gafas del diablo,
El espejo irónico, El malvado Carabel, Los trabajos del detective Ring o El hombre que se quiso matar. Algunas
fueron adaptadas al cine después de la guerra por cineastas como Nieves Conde,
Rafael Gil o Edgar Neville.
En
lo político, sus orígenes burgueses y su devenir biográfico le inclinaron a la
derecha, moderada al principio como admirador de la política conservadora de
Antonio Maura, y decididamente radical más tarde. En un artículo publicado en
el ABC de 1933 Flórez acusó a la Falange de “franciscanismo”, por parecerle sus
actitudes y principios demasiado tímidos. Durante la República a menudo
idealizó los movimientos fascistas y nazis, y terminada la guerra mantuvo con
Franco una relación de cercanía, derivada de la amistad que en Galicia unió a
sus respectivas familias. A pesar de ello, no se libró el autor del celoso
escrutinio de la censura franquista que mutiló varias de sus obras y hasta
impidió la publicación de alguna. En 1945 tomó posesión de su sillón en la
Academia de la Lengua, para el que había sido elegido en 1934, y la sucesión de
acontecimientos de aquellos años impidió temporalmente.
La
sublevación del 36 le sorprendió en Madrid, donde tuvo primero que ocultarse en
casa de un amigo, y más tarde refugiarse sucesivamente en las embajadas de
Argentina y Holanda, para evitar caer en manos de los grupos revolucionarios
que operaban en la capital. La diplomacia holandesa consiguió finalmente que
pudiera viajar a Valencia en 1937, donde tras algunas dificultades, fue
finalmente autorizado a abandonar España por el ministro de Defensa
republicano, Indalecio Prieto, que optó por evitar un incidente diplomático. Sus
vivencias como refugiado en embajadas y fugitivo, junto con las de otros que
tuvieron experiencias parecidas, le inspiraron dos relatos: Una isla en el mar Rojo y La novela número 13, donde se apartó del
humor tan característico de su obra, para revivir los terrores a que estuvo
sometido durante aquellos meses.
También
se apartó de su estilo habitual en su relato El
bosque animado, publicado en 1943. Se trata de una obra
deliciosa en la que cobra protagonismo la fraga de Cecebre, isla forestal en la
que el joven Wenceslao pasó varias vacaciones de verano. Espacio onírico,
desierto boscoso y a la vez superpoblado de seres reales e imaginarios, de tanto espesor como el que puede medirse
desde lo hondo de la guarida del raposo hasta la punta del pino más alto.
Allí habitan el bandido Fendetestas, la fantasma de Fiz de Cotovelos, el topo
Furacroyos, Geraldo el cojo, la Hermelinda, las hermanas perdidas, el gato
Morriña… Toda una galería de personajes entrañables a caballo entre el lirismo
y la fantasía. La narración fue adaptada al cine y dirigida por José Luis
Cuerda en 1987, con un inolvidable Alfredo Landa en el papel del bandido.
Es este el texto que nuestra biblioteca Bigotini os brinda en edición digital (clic en el enlace para acceder). Que El bosque animado sirva para olvidar o al menos, dejar en segundo plano al Flórez personaje, y destacar la figura literaria del Flórez escritor y su animado y fantástico bosque.
Los hombres duermen; pero han dejado en los campos su siembra, en los hórreos sus frutos, y en todas partes su ley. W. Fdez. Flórez. El bosque animado.
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