Ramón de la Cruz o más bien, Don Ramón de la Cruz Cano y Olmedilla, así con un Don mayúsculo, como aparece en todas las reseñas literarias, fue un madrileño nacido en 1731. Pasó su infancia en la ciudad africana de Ceuta, donde su padre ejerció un cargo administrativo. A los trece años ya componía décimas y a los quince publicó un Diálogo Cómico. Se dedicó profesionalmente a la administración de prisiones, y se casó con una dama ilustre, Doña Margarita Beatriz Magán Melo de Bargas, con la que tuvo cinco hijos. Uno de ellos, Antonio Ramón, llegó a ser comandante general de artillería, y se distinguió en la batalla de Bailén.
Don Ramón fue protegido del duque de Alba, a quien acompañó en varios de sus viajes, y tuvo amistad con la condesa de Benavente y con su hija, la duquesa de Osuna, para quienes compuso algunas piezas teatrales que se representaron en los salones privados de aquellas nobles damas.
Se inició en la dramaturgia con varias tragedias a imitación de los franceses Racine y Voltaire. También produjo una versión del Hamlet shakesperiano, y otras piezas inspiradas en los clásicos grecolatinos, Andrómeda y Perseo, versionando a Calderón, e Ifigenia, haciendo lo propio con Cañizares. Pero el gran éxito de Ramón de la Cruz llegó con sus comedias costumbristas, verdadero hallazgo estilístico, basado en parte en los entremeses y comedias de nuestro siglo de oro, y enriquecidas con rasgos humorísticos tomados del casticismo popular madrileño. De la Cruz fue el verdadero inventor del sainete, tal como lo conocemos, género que alcanzó con él un gran apogeo, cuya vigencia cubrió todo el siglo XIX y buena parte del XX.
El autor se ganó el aplauso del público, la admiración del conde de Aranda, principal gobernante de su tiempo, que le aupó al cargo de director de los teatros de la Corte, el de la Cruz y el del Príncipe. Fue aclamado por la nobleza y el pueblo llano, y denostado por los críticos más puristas del neoclasicismo, que consideraron sus sainetes y zarzuelas piezas zafias y por completo carentes de valor literario. Esta hostilidad no sólo alcanzó a Ramón de la Cruz en vida, sino que se extendió muchas décadas más tarde al resto de cultivadores del género. Bretón de los Herreros, Mesonero Romanos o hasta el mismo Arniches, no se libraron de ese baldón intelectual que los estigmatizó como populacheros y chabacanos.
En cualquier caso, no puede negarse a Ramón de la Cruz la paternidad de un género, popular, sí, pero no exento de calidad literaria, ingenio y gracia. Le avalan más de trescientos títulos, parodias, sainetes y juguetes escénicos, salpicados de música y versos, en los que se refleja el Madrid de su tiempo con deliciosos apuntes costumbristas.
Destacan en su obra títulos como Manolo, El licenciado Farfulla, Inesilla la de Pinto, El sainete interrumpido, El teatro por dentro, Las tertulias de Madrid, El Prado por la noche, Las castañeras picadas o La maja majada. De nuestra Biblioteca Virtual, hemos escogido su sainete La merienda a escote. Haced clic en la portada y disfrutad la chispa y la comicidad de Ramón de la Cruz.
-Matute, ¿qué apostáis que agarro un canto, y os parto por medio la mollera? Ramón de la Cruz. Manolo.
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