Nacido
en 1732, el británico Joseph Priestley,
fue uno de los más destacados científicos de su generación,
disputando al francés Antoine Lavoisier el honor de ser el
descubridor del oxígeno. En cualquier caso, a Priestley debemos el
reconocimiento de este elemento como fundamental en la biología de
los organismos vivos.
Fue
el descubridor del agua carbonatada y de distintos
gases (que él denominó “aires”), entre los que se encontraba el
que llamó aire desflogistizado, que más tarde se
demostró como oxígeno. Cuando se produjo en Europa la
revolución química, con Lavoisier al frente, quedaron
desechadas por obsoletas las viejas teorías del flogisto. No
obstante, Priestley continuó tercamente aferrado a ellas, lo que le
valió grandes críticas por parte de sus colegas europeos. Como
filósofo, nuestro hombre intentó buscar coincidencias entre el
racionalismo científico que ya se extendía como un reguero de
pólvora entre las inteligencias de su tiempo, y una visión
cristiana del universo y la naturaleza. Como teólogo Joseph
Priestley abogó siempre por la tolerancia religiosa. Fue uno de los
muy escasos unitaristas ingleses, que preconizaban la
reunificación del catolicismo y las iglesias reformadas.
Sus
ideas revolucionarias le llevaron a apoyar públicamente la
independencia de los Estados Unidos y la Revolución Francesa. Su
casa de Birminghan fue asaltada por una multitud azuzada por sus
enemigos políticos, y Priestley se vio obligado a abandonar las
islas, para trasladarse a Pensilvania, donde falleció en 1804,
cuando contaba 72 años.
Se
interesó también por la pedagogía. Publicó una gramática inglesa
muy notable, y una enciclopédica Historia de la Electricidad,
que fue texto fundamental en esta materia durante varias décadas.
Joseph Priestley fue lo que se dice un completo polígloto, ya que
además del latín, el griego y el hebreo, que aprendió en su etapa
escolar, fue capaz de aprender y dominar el portugués, el francés,
el alemán, el italiano, el árabe y el caldeo. Como filósofo,
siempre expresó su admiración por la obra de Isaac Watts y de John
Locke.
En
Bigotini brindamos fervorosamente por la memoria de Joseph Priestley,
gran científico y gran hombre de su tiempo.
Si
Mahoma no va a la montaña... será porque prefiere la playa.
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