Publicado en nuestro anterior blog en diciembre de 2012
Recordad la reciente entrada acerca
de la teoría especial de la relatividad (Albert
Einstein, 1905), que sugería que distancia
y tiempo no son magnitudes absolutas, y que la medida del avance de un reloj,
depende de la velocidad del movimiento respecto de ese reloj. Pues bien,
diez años después, en 1915, Einstein hizo pública su teoría general de la
relatividad, que explica la atracción gravitatoria desde una nueva
perspectiva.
Según esta nueva y revolucionaria
concepción, la gravedad no es una fuerza como las demás, sino más bien el
resultado de la curvatura del espacio-tiempo provocada por la ubicación de las
masas en el mismo. Como ya comentamos, cualquier masa que se encuentra en el
espacio, lo deforma, del mismo modo que lo haría una enorme sandía que
colocáramos sobre una superficie elástica. Si situamos una liviana pelota de
ping-pong en el borde de la depresión, dándole un impulso circular, la pelota
orbitaría durante algún tiempo alrededor de la sandía, hasta terminar
precipitándose hacia el fondo de la depresión, ganando más velocidad a medida
que se fuera aproximando. Se trata de una metáfora perfecta acerca del
comportamiento de los cuerpos estelares y los demás objetos del universo.
Así pues, Einstein interpreta los
fenómenos gravitatorios como alteraciones de la curvatura del espacio-tiempo
producidas por la presencia de masas. De ello se deduce que el campo gravitatorio, al igual
que el campo electromagnético, tiene una identidad física independiente y sus
variaciones se transmiten a una velocidad finita en forma de ondas
gravitacionales. Como ya quedó
implícito en la teoría especial de 1905, nada en el universo puede
viajar a una velocidad superior a la de la luz, lo que da lugar a una nueva
y revolucionaria reinterpretación del concepto tiempo. La representación
gráfica del cono del tiempo (véase la ilustración) resulta particularmente
esclarecedora y atractiva.
Como los efectos gravitatorios se propagan a la velocidad de
la luz, si nuestro sol estallara o desapareciera de repente, la Tierra no
abandonaría su órbita ni nosotros experimentaríamos efecto alguno hasta ocho
minutos más tarde, que es exactamente el tiempo que tarda la luz en llegar
desde el sol hasta nuestro planeta. Del mismo modo que los fotones son las
partículas elementales específicas para la luz (redordad: una inquietante
mezcla de ondas y de partículas), muchos científicos piensan que la gravitación
podría cuantizarse en forma de unas partículas ideales llamadas gravitrones. He
aquí un interesante tema de reflexión.
Estos
son mis principios. Si a usted no le gustan, tengo otros. Groucho Marx.
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