Publicado en nuestro anterior blog el 30 de agosto de 2012
Clifford
Pickover escribe: “cuando veo derrumbarse los castillos de arena en
una playa, pienso en el segundo principio de la termodinámica”. La
termodinámica, como indica su etimología, es la ciencia que se
ocupa del calor y más concretamente de las transformaciones de la
energía. Ya os
hablé en un post anterior de la primera
ley o
principio de conservación de la
energía.
La segunda se enuncia así: la
entropía total o desorden de un sistema aislado tiende a aumentar
hasta aproximarse a su valor máximo.
En otros términos: la
entropía del universo tiende al infinito.
Boltzmann |
Toda
la energía del universo tiende a evolucionar hacia un estado de
distribución uniforme en el que el desorden (la entropía) es la
regla. Dos sistemas adyacentes tienden a igualar sus temperaturas,
presiones y densidades. Si sumergimos un objeto de metal al rojo en
agua fría, el metal se enfría y el agua se calienta hasta que ambos
alcanzan la misma temperatura. Las casas abandonadas empiezan por
agrietarse y acaban desmoronándose; un flamante y carísimo
automóvil deportivo recién salido de fábrica, si se abandona
durante unos años, acabará convertido en un montón de chatarra
inservible. Cuando nuestra especie se haya extinguido, llegará un
día en que desaparezca cualquier vestigio de su existencia sobre el
planeta. Sólo es cuestión de tiempo. Las construcciones se
derrumbarán, crecerá la vegetación sobre las ruinas o se cubrirán
de arena. Las piedras se erosionarán. Todo acabará (acabaremos)
convertido en polvo. Eso es la entropía, la
medida de desorden de un sistema debido al movimiento térmico de sus
moléculas (Ludwig
Boltzmann, 1844-1906). William Somerset Maugham nos dejó la
siguiente perla literaria: “no llores por la leche derramada porque
todas las fuerzas del universo se han conjurado para derramarla”.
Así de fantástico y así de terrible.
Pero
como dice la sabiduría popular, mientras
haya vida, habrá esperanza.
Precisamente la vida, la biología, los organismos vivos son (somos)
una contradicción viviente de esta implacable segunda ley. Los seres
vivos desde el microscópico virus a la fabulosa ballena azul, hemos
dado con la clave para burlar al menos temporalmente, la segunda ley.
Hemos sido capaces de crear, mantener y replicar estructuras
moleculares ordenadas y
organizadas que
luchan a brazo partido contra la inexorable tendencia universal a la
entropía y al caos. Esta flagrante violación de la norma comenzó
hace unos 4.000 millones de años y quién sabe hasta cuándo durará.
Mientras tanto disfrutemos, vivamos, sigamos generando vida y
combatiendo con nuestras escasas fuerzas a la entropía, el caos y la
muerte. Amén.
Tres
clases hay de ignorancia: no saber lo que debiera saberse, saber mal
lo que se sabe, y saber lo que no debiera saberse.
François
de la Rochefoucauld.
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