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miércoles, 18 de septiembre de 2024

ALEX RAYMOND EN LA CIMA DEL CÓMIC CLÁSICO

 


Alexander Gillespie Raymond era el nombre completo del artista conocido mundialmente como Alex Raymond. Nacido en 1909 en el distrito neoyorquino de New Rochelle, mostró desde muy pequeño unas dotes excepcionales para el dibujo. Su padre quiso que estudiara ingeniería, pero el joven Alex tenía muy clara su vocación: quería ser rico. Lo intentó durante un breve periodo como agente de bolsa en Wall Street, pero el tristemente célebre crack de 1929 frustró su propósito de forma abrupta. En 1930 ingresó en la nómina de “negros” del King Features Syndicate, dibujando de forma anónima tiras e historietas de la exitosa serie Blondie creada por Chic Young. Terminada su jornada laboral, seguía sentado ante su mesa de dibujo durante horas, realizando ilustraciones que fascinaron a sus jefes. En 1934, adquirió ya el estatus de dibujante con firma, con tres grandes series.

Para la primera de ellas, Agente secreto X-9, Joseph Connoly, el director de la agencia, contrató como guionista nada menos que a Dashiell Hammett, el reputado escritor de novela negra. Realmente Hammett sólo escribió el guión del primer episodio. En los sucesivos se limitó a ofrecer a Raymond ideas argumentales que el dibujante fue desarrollando con gran talento. A Hammett sucedió como guionista el también escritor de éxito Leslie Charteris. Finalmente, en 1936, el mismo Raymond abandonó también la serie, que fue continuada por diferentes guionistas y dibujantes hasta fecha tan tardía como 1996.


Alex Raymond se concentró a partir de entonces en otra serie que ya venía dibujando también desde 1934, Flash Gordon, una epopeya más de fantasía que de ciencia-ficción, que fue la apuesta de KFS para competir con la entonces popular Buck Rogers, que publicaba la competencia. Las aventuras de Flash Gordon llevaban a sus protagonistas, el propio héroe Flash, Dale Arden, su eterna novia, y su amigo científico, el doctor Zarkov, a increíbles mundos de fantasía, el planeta Mongo y otros similares, inspirados en antiguas civilizaciones y dotados de tecnologías delirantes. Los argumentos en la serie eran realmente lo de menos. Lo verdaderamente importante era la extraordinaria calidad de los dibujos de Raymond, especialmente las figuras humanas de una perfección anatómica excepcional. Algún crítico hubo que acusó al dibujante de descuidar los fondos, ciertamente con no poca razón, pero es que no se puede pedir más al artista, cuyas viñetas y páginas completas constituyen muchas veces verdaderas obras de arte.

 Para complementar las páginas dominicales a todo color de Flash Gordon, la empresa encargó a Raymond otra serie, Jungle Jim, que diera la réplica al Tarzán de Edgar Rice Burroughs ilustrado por Hogart. Este Jim de la jungla ocupaba el tercio superior de la página, y constituye también un hito en la historia del cómic, aun sin llegar a la perfección y al nivel artístico de Flash Gordon.

En 1944 Alex Raymond fue llamado a filas. Combatió con la marina en el Pacífico, y durante ese tiempo otros dibujantes se hicieron cargo de sus series. Concretamente, James Raymond, su hermano que había trabajado con él como ayudante, siguió dibujando Jungle Jim.


De regreso a la vida civil, Raymond emprendió el trabajo que para algunos críticos constituye su obra principal, la serie policiaca Rip Kirby, que el artista accedió a dibujar a condición de que sus páginas no se colorearan. En efecto, Rip Kirby que comenzó como tira diaria, es probablemente el mejor ejemplo del traslado al cómic de la novela y el cine negros, tan importantes en las décadas de los cuarenta y los cincuenta. Los dibujos en blanco y negro con un empleo magistral de las sombras, sitúan a su autor en la cima del cómic clásico norteamericano. El protagonista de la serie, un elegante detective, vive además de las tramas policiacas ideadas por Fred Dickenson, el guionista más habitual, otras aventuras de carácter amoroso que convierten a la serie en un referente del melodrama gráfico sentimental.

Alex Raymond ganó mucho dinero. Consiguió al fin su propósito de hacerse rico, pero desgraciadamente disfrutó muy poco tiempo de su riqueza. Falleció con sólo 46 años al volante de su lujoso automóvil deportivo, un Corvette como el de su personaje el detective Kirby. Le acompañaba como copiloto su amigo el también dibujante Stan Drake que milagrosamente salvó la vida. Como recuerdo al extraordinario talento del autor de clásicos como los mencionados, os dejamos una selección de sus páginas y viñetas. Disfrutadlas.


























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