Alexander
Gillespie Raymond era el nombre completo del artista conocido mundialmente como
Alex Raymond. Nacido en 1909 en el
distrito neoyorquino de New Rochelle, mostró desde muy pequeño unas dotes
excepcionales para el dibujo. Su padre quiso que estudiara ingeniería, pero el
joven Alex tenía muy clara su vocación: quería ser rico. Lo intentó durante un
breve periodo como agente de bolsa en Wall Street, pero el tristemente célebre
crack de 1929 frustró su propósito de forma abrupta. En 1930 ingresó en la
nómina de “negros” del King Features Syndicate, dibujando de forma anónima
tiras e historietas de la exitosa serie Blondie
creada por Chic Young. Terminada su jornada laboral, seguía sentado ante su
mesa de dibujo durante horas, realizando ilustraciones que fascinaron a sus
jefes. En 1934, adquirió ya el estatus de dibujante con firma, con tres grandes
series.
Para
la primera de ellas, Agente secreto
X-9, Joseph Connoly, el director de la agencia, contrató como
guionista nada menos que a Dashiell Hammett, el reputado escritor de novela
negra. Realmente Hammett sólo escribió el guión del primer episodio. En los
sucesivos se limitó a ofrecer a Raymond ideas argumentales que el dibujante fue
desarrollando con gran talento. A Hammett sucedió como guionista el también
escritor de éxito Leslie Charteris. Finalmente, en 1936, el mismo Raymond
abandonó también la serie, que fue continuada por diferentes guionistas y
dibujantes hasta fecha tan tardía como 1996.
Alex
Raymond se concentró a partir de entonces en otra serie que ya venía dibujando
también desde 1934, Flash Gordon, una epopeya
más de fantasía que de ciencia-ficción, que fue la apuesta de KFS para competir
con la entonces popular Buck Rogers,
que publicaba la competencia. Las aventuras de Flash Gordon llevaban a sus protagonistas, el propio héroe Flash, Dale
Arden, su eterna novia, y su amigo científico, el doctor Zarkov, a increíbles
mundos de fantasía, el planeta Mongo y otros similares, inspirados en antiguas
civilizaciones y dotados de tecnologías delirantes. Los argumentos en la serie
eran realmente lo de menos. Lo verdaderamente importante era la extraordinaria
calidad de los dibujos de Raymond, especialmente las figuras humanas de una
perfección anatómica excepcional. Algún crítico hubo que acusó al dibujante de
descuidar los fondos, ciertamente con no poca razón, pero es que no se puede
pedir más al artista, cuyas viñetas y páginas completas constituyen muchas
veces verdaderas obras de arte.
En
1944 Alex Raymond fue llamado a filas. Combatió con la marina en el Pacífico, y
durante ese tiempo otros dibujantes se hicieron cargo de sus series.
Concretamente, James Raymond, su hermano que había trabajado con él como
ayudante, siguió dibujando Jungle Jim.
De
regreso a la vida civil, Raymond emprendió el trabajo que para algunos críticos
constituye su obra principal, la serie policiaca Rip
Kirby, que el artista accedió a dibujar a condición de que sus
páginas no se colorearan. En efecto, Rip
Kirby que comenzó como tira diaria, es probablemente el mejor ejemplo del
traslado al cómic de la novela y el cine negros, tan importantes en las décadas
de los cuarenta y los cincuenta. Los dibujos en blanco y negro con un empleo
magistral de las sombras, sitúan a su autor en la cima del cómic clásico
norteamericano. El protagonista de la serie, un elegante detective, vive además
de las tramas policiacas ideadas por Fred Dickenson, el guionista más habitual,
otras aventuras de carácter amoroso que convierten a la serie en un referente
del melodrama gráfico sentimental.
Alex
Raymond ganó mucho dinero. Consiguió al fin su propósito de hacerse rico, pero
desgraciadamente disfrutó muy poco tiempo de su riqueza. Falleció con sólo 46
años al volante de su lujoso automóvil deportivo, un Corvette como el de su
personaje el detective Kirby. Le acompañaba como copiloto su amigo el también
dibujante Stan Drake que milagrosamente salvó la vida. Como recuerdo al
extraordinario talento del autor de clásicos como los mencionados, os dejamos
una selección de sus páginas y viñetas. Disfrutadlas.
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