Johann Wolfgang von Goethe vino al mundo en
Frankfurt el 28 de agosto de 1749. Fue el hijo de un abogado y consejero
imperial, y de la hija del burgomaestre de su ciudad natal, una familia de la
burguesía acomodada, el patriciado urbano de aquel territorio que entonces
formaba parte del Sacro Imperio Romano Germánico. El pequeño Johann fue un niño
estudioso y brillante, que destacó en lenguas, en dibujo y en ciencias. También
se interesó muy pronto por la literatura. Estudió en Leipzig derecho durante
apenas tres años, cuando una grave enfermedad, probablemente meningitis, le
obligó a abandonar la facultad para volver a Frankfurt, donde le cuidó
Katharina Klettenberg, una joven amiga de su madre que fue seguramente su
primer amor. Ella le introdujo en el misticismo
pietista, y el joven Goethe compuso entonces sus primeros y apasionados
poemas.
Regresó
a la universidad en 1770, esta vez en Estrasburgo, y un año más tarde defendió
allí su tesis doctoral sobre las relaciones Iglesia-Estado, un escrito que
causó gran escándalo entre los severos profesores que le calificaron de
peligroso ateo. Conoció en ese breve periodo a Federica Brion, que le
inspiraría la mayor parte de sus personajes femeninos. Se interesó también por
la poesía popular alemana, por el folklore y por las obras de Shakespeare, de
Calderón y de Gracián. Colaboró por entonces con Herder en la redacción del
manifiesto Sturm und Drang (Tempestad
e ímpetu), que muchos consideran el preludio del Romanticismo en Alemania, Su
amor no correspondido por Charlotte Buff, prometida de otro joven abogado
compañero suyo, le inspiró probablemente el argumento de su primera y más célebre
novela: Las penas del joven Werther, una de las piezas más importantes
de la narrativa en lengua alemana, que escribió ya de vuelta en Frankfurt.
Goethe
entró al servicio del príncipe heredero Carlos Augusto, y fijó su residencia
permanente en Weimar. Allí se codeó con poetas e intelectuales de la talla de
Wieland, Leopardi, Herder o Schiller. El resto de su existencia iba a
transcurrir en aquella corte, bajo la protección del duque y de Ana-Amalia, su
madre, entre su domicilio y la Biblioteca ducal, una de las más importantes de
Alemania y de la Europa de su tiempo. Abandonó la literatura durante casi una
década para interesarse por las ciencias: óptica, geología, química u osteología
fueron algunas de las disciplinas a que se entregó. El duque le otorgó un
título nobiliario, ingresó en la masonería y conoció a figuras tan importantes
de su época como Beethoven, Schopenhauer o Napoleón Bonaparte.
Retomó
después su trabajo literario, que se centró sobre todo en la dramaturgia. Obras
tan notables como Clavijo, Prometeo,
Ifigenia en la Táuride, La selva negra o El gran Copto, obtuvieron gran éxito sobre las tablas. Algunas
sirvieron de inspiración a los músicos y se convirtieron en óperas. Pero la que
sin duda puede considerarse la gran obra dramática de Goethe y la más
universal, es Fausto, monumental drama cuya primera parte se publicó en 1808,
y la segunda, ya póstumamente, en 1832, año de la muerte del poeta.
Fausto
es seguramente a la literatura alemana lo que El Quijote es a la española, y Goethe representa la máxima cumbre
literaria de su nación. En su recuerdo y homenaje, nuestra biblioteca Bigotini
os ofrece el enlace con la edición digital de Las
penas del joven Werther, novela que no por ser una obra de
juventud de su autor, es en nada inferior a sus trabajos de madurez. Haced clic
en este enlace y sumergíos en el tormentoso, apasionado y desesperado
romanticismo de Johann Wolfgang von Goethe.
https://www.dropbox.com/home/Profesor%20Bigotini?d=1&preview=Werther.pdf
El
hombre más peligroso es aquel que no tiene nada que perder. Johann W. Goethe.
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