Frederick
Bean Avery nació en Taylor, Texas, en 1908. Desde muy joven le apodaron Tex Avery, y él lo aceptó y firmó siempre
con ese nombre para hacer honor a su Estado natal, el de la estrella solitaria.
Sabemos poco de su infancia, salvo que dibujó desde muy niño. Con poco más de
veinte años comenzó a hacerlo profesionalmente en los estudios de animación de
Walter Lantz. Allí perdió la visión del ojo izquierdo tras herirse con un clip
de oficina, lo que no le impidió continuar dibujando el resto de su vida. Poco
después, en 1935, fue fichado por la Warner Bros., donde alternó con grandes
artistas de la animación como Leon Schlesinger, Frank Tashlin o Chuck Jones. En
los estudios californianos, los animadores ocupaban unos bungalós de madera
conocidos como Terraza Termita por la abundancia de esos voraces insectos. Allí
Avery se encargó, entre otros trabajos, del primer corto del cerdito Porky. Fue
aquella una época dorada de la Warner. Aunque no podían competir con los
estudios Disney en cuanto a largometrajes, sí en cambio los superaron en el
terreno de los cortos de animación. Bugs Bunny, el pato Lucas y los demás
personajes de la casa, se merendaron en las taquillas a los edulcorados
productos Disney, y Tex Avery tuvo mucho que ver en ello. Allí acuñó el artista
su famoso principio de que en el cine de animación no hay nada imposible, imposible is nothing, así que los
personajes pueden estallar, partirse en pedazos, morir y resucitar o crecer
hasta llegar a la luna. Todos esos y muchos otros efectos cómicos fueron
trasladados del papel a la pantalla por Avery, y así se reconoce por críticos e
historiadores de la animación.
Pero donde la creatividad del artista alcanzó su mayor esplendor, fue en la MGM a partir de 1942. La Metro dio a Tex Avery carta blanca para desarrollar sus ideas, y a esa etapa pertenecen sus cortometrajes más emblemáticos y geniales, con el lobo Blitz disfrazado de Adolf Hitler o haciendo de lobo caliente frente a la atractiva vedette. Otros personajes ya clásicos de Avery fueron el perro Droopy o la ardilla Screwy.
Nuestro
hombre, siempre inquieto en el terreno laboral, regresó brevemente a los
estudios Lantz en 1954. Dirigió después anuncios publicitarios, y en su última
etapa, alejado ya del fatigoso mundo de la animación, se dedicó a crear tipos y
personajes para los estudios de Hanna-Barbera. Falleció en Los Ángeles en 1980
a consecuencia de un cáncer de pulmón. El legado de Tex Avery va mucho más allá
de su trabajo como animador. Su estilo y su particular visión de la comicidad
han inspirado a muchos otros artistas posteriores. Pueden encontrarse unas u
otras herencias suyas en trabajos tan dispares como Roger Rabbit, el Genio del
largometraje Aladdín, los Animaniacs y hasta Los Simpson. Para recordar y
apreciar su talento, os dejamos aquí abajo unas cuantas muestras. Buen
provecho.
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