Daniel Gabriel Fahrenheit nació en la ciudad
polaca de Danzig en 1686. Sus padres eran comerciantes acomodados holandeses, y
al fallecer estos cuando el joven Gabriel contaba quince años, se trasladó a Amsterdam,
donde residía el resto de su familia, y en Holanda, su patria, pasó la mayor
parte del resto de su vida.
Amplió
sus estudios en Dinamarca, Inglaterra y Alemania, y de regreso en Amsterdam, se
inició en el soplado del vidrio, oficio en el que demostró gran habilidad. Por
entonces en Amsterdam se construían la mayor parte de los instrumentos
científicos de precisión. Fahrenheit se especializó en esta materia, y de
aquella forma se convirtió en el más reputado fabricante de Europa.
Inventó
en 1709 el termómetro de agua, y el de mercurio en 1714. Hasta entonces los
termómetros solían funcionar con alcohol. Pero la principal aportación de
Gabriel Fahrenheit a la ciencia fue el diseño de la escala termométrica que
lleva su nombre, y que ha sido la más ampliamente empleada en el mundo
anglosajón, hasta la adopción de la escala de Celsius por el Reino Unido (y el
resto de las escalas y medidas del sistema métrico decimal). La escala
Fahrenheit tiene 180 divisiones en lugar de las 100 tanto de la escala Celsius
como la Kelvin. Eso le aporta una mayor precisión que estas últimas, si bien
hace algo más complicados los cálculos en diversos campos.
En
1724 publicó sus trabajos en las Philosophical
Transactions que editaba la Royal
Society, de la que fue miembro activo desde entonces hasta su fallecimiento
acaecido en La Haya en 1736.
Sus
principales aportaciones científicas fueron sus trabajos sobre temperaturas de
ebullición de diversos líquidos, la solidificación del agua en el vacío y la
posibilidad de obtener agua líquida a una temperatura menor que la de su punto
de congelación.
Careciendo
de una formación que hoy llamaríamos universitaria, Gabriel Fahrenheit fue un
autodidacta que en un tiempo plagado de obstáculos sociales y académicos, supo
abrirse paso a partir de su condición de artesano hasta ocupar una sólida
posición en la historia de la ciencia. El profe Bigotini que hoy está algo
pachucho, se toma la temperatura con su termómetro digital en aquel punto en
que se acostumbra tomarla a los bebés. Asombrado por el tiempo que tarda en
sonar la alarma, descubre alarmado que el termómetro sigue sobre la mesa. Poco
después me ofrece su vieja estilográfica alegando que ya no va a necesitarla
más. Amigos, así son los grandes hombres.
-Ave
César, hemos recibido un papiro de Cleopatra.
-¿Qué
dice?
-Dice:
Cleopatra, corazón, pene, labios verticales.
-Rápido,
ensilla mi caballo.
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