“Ci fait la geste que Turoldus declinet”.
Ese es el último verso de La Chanson de
Roland, responsable de que la obra haya sido atribuida por
algunos a cierto monje normando llamado Turoldo. Sin embargo, el verbo decliner, declinar, cuyo significado se
ajusta más a entonar o recitar que a escribir o componer, inclina a pensar que
el monje en cuestión no fue sino uno de los transmisores de este poema épico
escrito en francés primitivo a finales del siglo XII, y cuyo origen seguramente
debe remontarse a siglo y medio atrás. Estamos ante el cantar de gesta más
antiguo de los escritos en una lengua romance europea. Parece documentado que
los normandos cantaban ya La Chanson de
Roland en la batalla de Hastings, hacia 1060.
El
cantar narra un episodio bélico durante la batalla de Roncesvalles, escaramuza
o más bien emboscada que tendieron algunas tribus de navarros y vascones a la
retaguardia del ejército carolingio que comandaba el conde Roldán o Rolando,
prefecto o margrave de la Marca de Bretaña. Se tienen noticias de un episodio
similar el 15 de agosto de 778, en el desfiladero de Valcarlos, vertiente
norpirenaica de la cordillera. La crónica del monje Eginardo narra que el rey
Carlos, aun no convertido en emperador Carlomagno, envió en la primavera de ese
año una expedición de castigo que saqueó Pamplona y sitió Zaragoza sin llegar a
tomarla. Probablemente el saqueo de Pamplona se produjo ya de retirada, y pudo
ocasionar la emboscada en que cayeron, como venganza de los vascones.
Tres
siglos más tarde Roldán se transforma en el cantar de simple margrave, en
sobrino del emperador de la barba florida. Roldán, el protagonista, está
acompañado de su fiel amigo Oliveros y de los Doce Pares de Francia, nobles
francos amigos del arzobispo Turpín. Los hechos reales se engrandecen,
adoptando una dimensión heroica. El puñado de vascones se sustituye por un gran
ejército de 400.000 sarracenos liderados por Masilio, el rey moro de Zaragoza.
El antagonista es Ganelón, el padrastro de Roldán que, aliado con Masilio,
traiciona a los suyos. Una vez que Carlomagno ha cruzado ya los Pirineos, los
moros caen sobre la retaguardia donde se encuentra Roldán. La flor de la
caballería francesa pelea con gran bravura, abatiendo a muchos enemigos, pero
finalmente sucumben. Antes de eso Roldán toca su olifante, un cuerno destinado
a avisar al ejército de Carlomagno, e intenta sin éxito romper contra un
peñasco su espada Durandarte.
Carlomagno
acude en socorro de los suyos ya demasiado tarde. Entierra a Roldán, Oliveros y
Turpín, y toma Zaragoza. El traidor Ganelón sucumbirá más tarde descuartizado
al ser atado a cuatro caballos. Por cierto que este personaje antagónico ha
sido maltratado en numerosas versiones y adaptaciones posteriores, sobre todo
las de época romántica, mientras que en el texto original Ganelón es, a pesar
de su reprobable acción, un hombre de honor, e incluso en algunos versos se
justifica de alguna manera su comportamiento.
La
obra dio lugar en los siglos posteriores a muchos poemas y cantares que forman
parte de lo que se ha llamado el Ciclo Carolingio. Particular
importancia cobran estas secuelas en nuestro romancero castellano. Uno de esos
romances que comienza: En París está Doña
Alda, esposa de Don Roldán, hace referencia a dicha dama, hermana de
Oliveros y prometida de Roldán, en el instante en que recibe la noticia de la
muerte de su amado.
Biblioteca
Bigotini tiene el placer de brindaros al alcance de un clic (hacedlo sobre la portada) el texto completo
de este gran poema épico. Está traducido al castellano no rimado, directamente
del original en francés arcaico. Disfrutadlo.
Retorna
el emperador, dicen los infieles. Escuchad los clarines de las huestes de Francia.
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