Agatha
Mary Clarissa Miller, hija de Frederick Miller y Clara Boehmer, que sería
mundialmente conocida como Agatha Christie,
por el apellido de su primer marido, nació en Torquay, Devon, en 1890. Fue la
mayor de tres hermanos, y su primera infancia transcurrió en la apacible
felicidad de una familia acomodada de la Inglaterra rural. Aprendió a leer a los cuatro
años, y a tocar el piano razonablemente. Leía los poemas surrealistas de Lewis
Carroll y actuó en una opereta de vodevil de los populares Gilbert y Sullivan.
Su padre falleció cuando Agatha contaba once años, lo que en cierta forma marcó
el final de aquella infancia feliz.
En
1902 comenzó a estudiar en una escuela para niñas, y en 1905 se trasladó a
París para completar su educación.
En
1910 viajó con su madre enferma a El Cairo en busca del clima cálido y seco que
convenía a su salud. Visitó allí numerosos monumentos y antigüedades como una
turista más, y lamentó muchos años después no haberse interesado entonces por
los aspectos históricos y arqueológicos que en su edad madura llegaron a
convertirse en una de sus pasiones. En esa época estaba mucho más interesada
por el espiritismo y otras materias esotéricas. En Egipto se inició tímidamente
en la escritura de algunos cuentos que en principio permanecieron inéditos,
pero que años más tarde serían en parte aprovechados por la escritora para
algunas de sus novelas. Ya de vuelta en Inglaterra conoció a Archibald
Christie, Archie, con quien se casó al poco tiempo, ante la inminencia de que
como aviador fuera destinado al frente en 1914. Durante la
Gran Guerra Agatha trabajó en la
Cruz Roja como enfermera voluntaria,
adquiriendo en la farmacia militar valiosos conocimientos sobre diversas drogas
y venenos, que utilizaría más tarde en las tramas de sus historias de crímenes.
Tuvieron
una hija, Rosalind. Alentada por Archie, Agatha comenzó a tomarse en serio la
escritura. Sus primeros relatos estuvieron influenciados por sus lecturas de
autores como Wilkie Collins, Conan Doyle, Gastón Leroux o Chesterton. Su primer
gran éxito editorial fue El misterioso
caso de Styles (1920), donde apareció por vez primera el personaje de
Hércules Poirot. Le siguieron El
misterioso señor Brown (1922) y Asesinato
en el campo de golf (1923). La pareja se dio la gran vida, viajando por
Sudáfrica, Australia, Nueva Zelanda o Hawái, mientras Agatha seguía escribiendo
en las habitaciones de los hoteles. Pero en 1926 su querido Archie le abandonó
por otra mujer, lo que sumió a la escritora en un periodo depresivo que
concluyó con la misteriosa desaparición de Agatha. Su automóvil se encontró
abandonado en una carretera secundaria. Por entonces era ya toda una
celebridad, así que la buscaron policías y periodistas por todo el país. La
hallaron en un modesto hotel once días después, en un estado de aparente
amnesia. Los médicos diagnosticaron un trastorno pasajero, pero resultaron
inevitables las sospechas de que había intentado que culparan al marido de su
desaparición.
Ya
divorciada, residió con su pequeña durante un tiempo en las islas Canarias, y
en 1930 se trasladó a Bagdad donde conoció al que sería su segundo esposo, Max
Mallowan, un arqueólogo más joven que ella. Con él se aficionó a la
arqueología, llegando a ser según testimonios de crédito, una de las mayores
autoridades de Inglaterra en materia de cerámica antigua. Sus viajes por
Grecia, Turquía, Oriente Medio y la India le proporcionaron escenarios exóticos
para un puñado de sus novelas más exitosas. Durante la Segunda Guerra Mundial,
retomó su actividad de enfermera, y en la farmacia londinense del University
College, amplió aun más sus conocimientos sobre toxicología. Por entonces ya
había publicado sus mayores éxitos de ventas: El asesinato de Roger Ackroyd, El
misterio de Sittaford, Muerte en la
vicaría, Asesinato en el Orient
Express, o Cinco cerditos, entre
otros muchos títulos, y sobre todo, Diez
negritos, que se convirtió en una de las novelas más vendidas de todos los
tiempos. Escribió también para el teatro Testigo
de cargo y la exitosa La Ratonera,
obra que batió todos los registros conocidos de permanencia en cartel, desde
1952 hasta bien entrados los años 80. Fue también autora de algunas novelas
rosa que prefirió firmar con el seudónimo de Mary Westmacott y de algún poema
que al parecer no convenció a ningún crítico. Agatha Christie falleció en 1976,
a los 85 años, a causa de una demencia senil tipo Alzheimer.
En
cuanto a su producción literaria, es tan extensa que sólo enumerar sus novelas
resultaría extenuante. Está considerada mundialmente como la maestra del
misterio y las tramas de crímenes. La autora construye los argumentos de manera
que el lector termina conociendo todos los detalles. Lo difícil es encajar
correctamente las piezas para obtener el siempre inesperado resultado final.
Los encargados de desvelar la verdad serán sus personajes protagonistas:
Hércules Poirot, el atildado y maniático detective belga que se mueve como pez
en el agua en los ambientes de la alta sociedad londinense y en los más
exóticos escenarios del mundo entero, lujosos hoteles orientales o campamentos
arqueológicos que su creadora conocía por experiencia propia.
La
señorita Marple, otra de sus heroínas, es una apacible viejecita instalada en
esa Inglaterra rural y aldeana en que se crió la escritora, un escenario de
ventanas con visillos, mesas camilla y coquetos saloncitos de té.
Otros
protagonistas habituales de las novelas de Agatha Christie son Tommy y Tuppence,
una simpática pareja de enamorados, el matrimonio de sabuesos como se les llamó
en la traducción al castellano. Acaso el trasunto de esa otra pareja feliz que
un día formaron la autora y su primer esposo.
De
nuestra particular biblioteca Bigotini hemos seleccionado el enlace con la
versión digital de Una broma extraña. Se trata
de un relato breve, un cuento cuya lectura os proponemos. Haced clic en la portada.
Esperamos que esta extraña broma os resulte simpática.
Cásate
con un arqueólogo. Cuánto más vieja te hagas, más atractiva te encontrará.
Agatha Christie.
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