En una entrada que hace poco dedicamos
al signo de la carga eléctrica, os expliqué que lo de los polos positivo y
negativo obedecía simplemente a una convención. Pues bien, Michio Kaku en su libro La física de lo imposible, cuya lectura recomiendo vivamente, se detiene
en el concepto de bipolaridad
electromagnética en
contraposición a la monopolaridad. Utiliza para ello el siguiente ejemplo, que me
vais a permitir seguir casi al pie de la letra:
En todos los avistamientos de ovnis, así como en las
películas de ciencia ficción clásicas, los platillos
volantes suelen cumplir
una serie de características principales:
1.
No
emiten el menor sonido y zigzaguean en el espacio, realizando movimientos,
aceleraciones y frenadas imposibles para cualquier ingenio humano conocido.
2.
Son
capaces de detener los motores de los automóviles o de dejar sin fluido
eléctrico a poblaciones enteras.
3.
Se
ciernen en el aire, como si carecieran de peso, ajenos por completo a la
gravedad terrestre y a las demás leyes de la física.
Analizando todos estos factores,
Kaku concluye que para realizar tales proezas, las naves extraterrestres deben
estar alimentadas por una energía magnética de un tipo muy especial.
Precisamente del tipo de magnetismo que no emplea dipolos, sino monopolos.
Como sabéis, todos los imanes y
todos los campos magnéticos que el electromagnetismo convencional conoce y estudia tienen
dos polos (norte y sur). La misma
Tierra, nuestro planeta es un dipolo, y si partimos cualquier imán en dos, al
momento obtendremos dos imanes perfectos con su correspondiente dipolo (norte y
sur). Aunque dedicáramos todo nuestro tiempo y nuestro esfuerzo a trocear
sistemáticamente todos los imanes del mundo, el resultado siempre sería el
mismo: obtendríamos dipolos hasta el mismo nivel atómico, puesto que los átomos
son también dipolos en si mismos. Así sucede tanto en la naturaleza como en el
laboratorio.
Paul Dirac |
¿Dónde están pues esos míticos monopolos?
¿Existen realmente? Tanto la física teórica como las matemáticas que la
sustentan (recordad una vez más que las matemáticas nunca mienten) nos aseguran
que si, que los monopolos existen.
Fueron sugeridos por primera vez por el gran Paul Dirac en
1931, y satisfacen por completo las ecuaciones de Maxwell. Si nos atenemos a
los instantes inmediatamente posteriores a la gran explosión que dio origen al
universo, debió producirse necesariamente una cantidad cósmica de monopolos magnéticos. De
hecho la teoría del universo inflacionario se basa en la existencia y
abundancia de los monopolos.
La conclusión es que los monopolos deben encontrarse en regiones remotas
del universo, quizá formando parte de supernovas o en la proximidad regional de los agujeros negros, acaso como el
que parece ocupar el centro de nuestra propia galaxia. Tal vez de alguna manera
los extraterrestres, supuestamente poseedores de una civilización superior y
ultratecnificada, han hallado la fórmula para obtenerlos y utilizarlos.
Mientras no tengamos más indicios de
ello, os aconsejo que penséis en los monopolos y en todas las maravillas que
podríamos hacer con ellos. Desde hacer flotar sin el menor esfuerzo objetos
enormes y pesados, hasta viajar por el espacio aprovechando las corrientes
magnéticas, como acaso están haciendo ya algunos seres inteligentes que nos
visitan de vez en cuando. ¿Qué diantres habrán visto en nosotros?
Puede
que estemos completamente solos en el universo o puede que no lo estemos. Ambas
alternativas son aterradoras. Arthur C. Clarke.
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