Publicado en nuestro anterior blog en octubre de 2012.
Hasta bien entrado el siglo XX la
mayoría de los científicos creía que la exactitud de cualquier medida sólo
podía verse limitada por la mayor o menor precisión de los instrumentos que se
utilizaban. Cuando se diera con la herramienta y el método perfectos, la
exactitud de las medidas sería absoluta. ¡Craso error! En 1927 el físico alemán
Werner Heisenberg sugirió que aunque fuéramos capaces de determinar con
exactitud rigurosa la posición
espacial de cualquier partícula, seguiríamos sin ser capaces de precisar su
velocidad, o más concretamente su momento (masa multiplicada por velocidad).
Esta misma asombrosa hipótesis o principio
de incertidumbre, puede aplicarse también a la inversa: si conocemos la
velocidad de la partícula jamás podremos estar seguros de cuál es su posición
en el espacio.
El principio de incertidumbre de
Heisenberg se enuncia así: la
posición y la velocidad de una partícula no pueden conocerse simultáneamente
con precisión. Más concretamente, cuanto más precisa sea la medida de la
posición, más imprecisa será la medida de la velocidad, y viceversa. Si bien desde un punto de vista
estrictamente matemático, la hipótesis puede aplicarse a cualquier cuerpo del
universo físico, el principio de incertidumbre resulta especialmente válido,
aplicable y significativo en la escala de los átomos y las partículas
subatómicas. Como consecuencia, podemos medir con mucha precisión la posición
de una partícula, pero sabremos muy poco o nada sobre su momento. Por extensión
no puede predecirse la trayectoria de una partícula elemental (por ejemplo de
un fotón), ni siquiera de forma teórica, con una precisión infinita.
Para los científicos que aceptan la
interpretación de Copenhague de la mecánica
cuántica, es decir, el modelo
estándar (véase el post del bosón de Higgs), el principio de incertidumbre de
Heisenberg significa que el universo físico no existe literalmente en una forma
determinista, sino que se trata más bien de una serie de probabilidades. Todo
lo que nos rodea (incluso nosotros mismos), todos los objetos en movimiento (y
desde el mismo estallido del big Bang no hay literalmente nada que esté
quieto), no somos más que una serie de puntos en una nube probabilística.
Fijaos en el inmenso alcance filosófico y metafísico de semejante afirmación.
El matemático John Allen Paulos escribe: la
incertidumbre es la única certidumbre que existe, y lo único seguro es aprender
a vivir con la inseguridad.
Hay una dosis enorme de belleza
intelectual en este desprenderse de certezas y de dogmas, para aprender a
convivir y a enfrentarse a la realidad de la duda. Duda grandiosa y eterna que nos hace más
sabios cuanto más confesamos nuestra ignorancia. Vivamos pues nuestra
incertidumbre flotando en la nube probabilística, mientras nos preguntamos
desconcertados si el gato está vivo o muerto (esto del gato lo dejo si no os importa,
para otro día).
La mayor señal de ignorancia es
presumir de sabiduría. Baltasar Gracián.
No hay comentarios:
Publicar un comentario