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martes, 5 de diciembre de 2017

INCERTIDUMBRE, LA MEDIDA DE LA DUDA


Publicado en nuestro anterior blog en octubre de 2012.

Hasta bien entrado el siglo XX la mayoría de los científicos creía que la exactitud de cualquier medida sólo podía verse limitada por la mayor o menor precisión de los instrumentos que se utilizaban. Cuando se diera con la herramienta y el método perfectos, la exactitud de las medidas sería absoluta. ¡Craso error! En 1927 el físico alemán Werner Heisenberg sugirió que aunque fuéramos capaces de determinar con exactitud rigurosa la posición espacial de cualquier partícula, seguiríamos sin ser capaces de precisar su velocidad, o más concretamente su momento (masa multiplicada por velocidad). Esta misma asombrosa hipótesis o principio de incertidumbre, puede aplicarse también a la inversa: si conocemos la velocidad de la partícula jamás podremos estar seguros de cuál es su posición en el espacio.

El principio de incertidumbre de Heisenberg se enuncia así: la posición y la velocidad de una partícula no pueden conocerse simultáneamente con precisión. Más concretamente, cuanto más precisa sea la medida de la posición, más imprecisa será la medida de la velocidad, y viceversa. Si bien desde un punto de vista estrictamente matemático, la hipótesis puede aplicarse a cualquier cuerpo del universo físico, el principio de incertidumbre resulta especialmente válido, aplicable y significativo en la escala de los átomos y las partículas subatómicas. Como consecuencia, podemos medir con mucha precisión la posición de una partícula, pero sabremos muy poco o nada sobre su momento. Por extensión no puede predecirse la trayectoria de una partícula elemental (por ejemplo de un fotón), ni siquiera de forma teórica, con una precisión infinita.

Para los científicos que aceptan la interpretación de Copenhague de la mecánica cuántica, es decir, el modelo estándar (véase el post del bosón de Higgs), el principio de incertidumbre de Heisenberg significa que el universo físico no existe literalmente en una forma determinista, sino que se trata más bien de una serie de probabilidades. Todo lo que nos rodea (incluso nosotros mismos), todos los objetos en movimiento (y desde el mismo estallido del big Bang no hay literalmente nada que esté quieto), no somos más que una serie de puntos en una nube probabilística. Fijaos en el inmenso alcance filosófico y metafísico de semejante afirmación. El matemático John Allen Paulos escribe: la incertidumbre es la única certidumbre que existe, y lo único seguro es aprender a vivir con la inseguridad.


Hay una dosis enorme de belleza intelectual en este desprenderse de certezas y de dogmas, para aprender a convivir y a enfrentarse a la realidad de la duda. Duda grandiosa y eterna que nos hace más sabios cuanto más confesamos nuestra ignorancia. Vivamos pues nuestra incertidumbre flotando en la nube probabilística, mientras nos preguntamos desconcertados si el gato está vivo o muerto (esto del gato lo dejo si no os importa, para otro día).

La mayor señal de ignorancia es presumir de sabiduría.  Baltasar Gracián.



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