Camarero,
hoy no tengo tiempo para almorzar, traígame sólo la cuenta.
Este era el humor de los Marx, una familia de judíos procedentes de
Alemania, que se afincaron en Brooklyn a principios del siglo XX. Los
cinco hermanos se criaron en la calle. Chico, que aprendió a imitar
el acento de los emigrantes italianos, era el rey de los billares,
unos eran buenos instrumentistas, otros medianos bailarines, y todos
canturreaban con cierta gracia. El padre de familia era un sastre
judío al que casi ningún cliente terminaba de pagar los trajes. Los
genes artísticos provenían de la madre, que cuando no eran más que
adolescentes, formó con ellos y una tía, un grupo
humorístico-musical que hacía sus numeritos en locales de vodevil
de ínfima categoría. Ese fue el ambiente en que comenzaron. Apenas
ganaban el dinero justo para comer, y si algo sobraba, se lo gastaban
en las timbas de juego o en los burdeles: recuerdo
perfectamente la primera vez que hice el amor, todavía conservo el
recibo,
escribió Groucho en sus delirantes memorias. Luego llegó el salto a
los escenarios de Broadway, sus exitosas comedias musicales y por fin
Hollywood. Gummo fue el primero de los hermanos que cayó de los
carteles, Zeppo, un galán regularcillo, aguantó unas pocas
películas... Finalmente quedaron los tres Marx conocidos del
público, Groucho, Chico y Harpo.
¿Qué
puede decirse de estos geniales comediantes que no se haya dicho ya?
Presentaron ante el mundo un humor surealista liderado por Groucho,
un auténtico genio de la escena. Su éxito en realidad no tiene
ningún secreto. La mayor parte de las veces se limitaron a filmar
las comedias que ya habían triunfado en el teatro. Al profe Bigotini
le gustan todas sus películas, aunque debemos reconocer que su
calidad cinematográfica fue algo desigual. Frente a grandes filmes
como Una
noche en la ópera
o Sopa
de Ganso,
hubo otras mucho menos logradas. Hoy os proponemos visionar la
versión castellana de Amor
en conserva,
que a pesar de ser una de las más flojas, cuenta con varios
alicientes, entre ellos el debut cinematográfico de una jovencísima
y bellísima Marilyn Monroe. El pícaro Groucho ya le había echado
el ojo y pronosticado que iba a convertirse en una gran estrella.
Haced
clic en la carátula,
y pasad un buen rato con el humor inimitable de los Marx. Que
aproveche.
Próxima
entrega: Sam Wood
No hay comentarios:
Publicar un comentario