Jaime
Balmes era un catalán de Vich nacido en 1810. Estudió en el seminario de su
villa natal, pasó luego a Solsona y más tarde a Cervera, se
licenció en teología el año 1833, y fue ordenado sacerdote en
1834. Tras obtener el doctorado, se dedicó a la enseñanza de las
matemáticas, a la vez que comenzó a colaborar en diferentes
publicaciones de carácter religioso como El madrileño Católico,
La Civilización o La Paz. A partir de entonces fue
adquiriendo gran prestigio en los círculos católicos, no sólo
españoles, sino de toda Europa. Se estableció en Madrid, pero
realizó frecuentes viajes a París, a Roma y a Bruselas, donde
conoció y entabló amistad con Monseñor Pecci, que años después
alcanzaría el solio pontificio con el nombre de León XIII.
La
filosofía de Balmes es difícilmente encuadrable en una corriente
concreta de pensamiento. En todo caso representa una personal visión
del universo cargada de sentido común, y siempre desde una óptica
cristiana. Puede considerarse a Jaime Balmes como el mejor apologeta
del catolicismo de cuantos filósofos han tratado las materias
religiosas. El pensamiento de Balmes, que hunde profundamente sus
raíces en la herencia intelectual de Santo Tomás de Aquino, ha
tenido multitud de seguidores entre los teólogos cristianos de los
siglos XIX y XX, si bien muy pocos han alcanzado su altura
intelectual. En tiempos recientes, acaso sólo el Papa Ratzinger
(Benedicto XVI) podría ser comparable en este sentido al barcelonés.
Falleció muy joven, en 1848, cuando sólo contaba 38 años, a
consecuencia de una tuberculosis pulmonar. Sus restos reposan en el
claustro de la catedral de Vich.
Sus
principales obras son El Criterio, Filosofía
Fundamental o Filosofía Elemental. También se
deben a su pluma una semblanza de Pío IX, que llevaba
precisamente ese título, y una especie de autobiografía titulada
Vindicación personal, que publicó en 1846 en la
revista El Pensamiento de la Nación. Hoy en Biblioteca
Bigotini traemos el enlace (hacec clic en la
portada) de la versión digital de sus Cartas
a un escéptico en materia de religión. Publicada en
1846, se trata del trabajo que quizá resulte más representativo
tanto del pensamiento filosófico de Jaime Balmes, como de su
intención apologética. Su lectura aprovechará a cristianos y a
ateos, no os quepa duda de ello.
Toda
cuestión tiene al menos dos puntos de vista: el equivocado y el
nuestro.
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