El
nombre latino podría traducirse como persona inteligente del
valle del Neander, lugar de Alemania donde se descubrieron
varios esqueletos de este espécimen en 1856. Los neandertales se han
datado desde finales del Pleistoceno, hace unos 250.000
años, hasta hace unos 30.000 años o incluso puede que menos, por lo
que pudieron desaparecer en época protohistórica. Homo
sapiens neanderthalensis habitó la región
mediterránea. La práctica totalidad de sus fósiles se concentra
en Europa, sobre todo en Europa meridional. Se han hecho algunos
hallazgos en Asia central y Oriente próximo. También se han
encontrado restos óseos en Israel, Gibraltar y África del norte.
Los
neandertales poseían un cuerpo compacto y robusto. Las estaturas de
los individuos masculinos parecen estar en torno a 1,70 m. En algunas
publicaciones se describen como más corpulentos pero algo más bajos
que sus parientes los hombres de Cro-Magnon, porque efectivamente de
estos últimos se conservan esqueletos que rondan los 1,80 m. Sin
embargo, 170 cm de altura superan la media de los varones adultos
actuales. Los hombros anchos, los largos brazos, grandes manos y
poderosas articulaciones, así como la cabeza ancha, nariz plana y
bulbosa, y las cejas prominentes de los neandertales, parecen todos
ellos rasgos que evolucionaron para combatir y sobrevivir con éxito
durante los fríos periodos glaciales que les tocó vivir. Solemos
imaginar y representar a estos hombres y mujeres cubiertos de pieles.
No obstante, conviene no olvidar que entre glaciación y glaciación
hubo periodos cálidos, algunos incluso tanto como el que vivimos
actualmente. Todo parece indicar que precisamente en estos periodos
interglaciales fue cuando las poblaciones neandertales prosperaron y
crecieron.
Las
primeras representaciones que a partir de los restos óseos, se
hicieron de esta especie, recalcaban sus rasgos primitivos,
convirtiéndolos a menudo en francamente simiescos. Las figuraciones
más modernas, apoyadas en los últimos hallazgos y los análisis
genéticos, tienden a representaciones mucho más humanizadas. Lo
cierto es que, como ha apuntado algún autor, un neandertal vestido
con ropa moderna, probablemente pasaría inadvertido en una gran
superficie comercial o en el transporte colectivo de cualquiera de
nuestras ciudades actuales. Es imprescindible tener en cuenta que,
como ocurre con cualquier especie fósil, los hallazgos presentan una
gran variedad, apreciándose la evolución desde los más antiguos
hasta los de datación más reciente.
La
nariz ancha y bulbosa de los neandertales debió ser de gran utilidad
en los periodos más fríos. El aire gélido necesita filtrarse y
calentarse antes de ser introducido en los pulmones. Las coanas
nasales cumplen perfectamente esa misión, y para eso se necesitan
narices grandes. Idéntica finalidad puede atribuirse a las grandes
cejas. El prominente arco superciliar albergaría unos senos
frontales muy desarrollados, donde el aire inspirado también se
calentaría. Una equipación respiratoria de estas características,
se completa con un tórax ancho y robusto capaz de de albergar
grandes pulmones y un árbol bronquial muy desarrollado.
Naturalmente, las vísceras y partes blandas no fosilizan, pero
resulta lícito deducir y sacar conclusiones a partir de los
esqueletos.
Llama
la atención el gran volumen cerebral de la especie. Una capacidad
situada a menudo por encima de los 1.400 cc., es claramente superior
a la de los seres humanos actuales. Entrar a estas alturas en
inútiles especulaciones sobre si los neandertales eran más o menos
inteligentes que sus parientes Cro-Magnon, de quienes descendemos,
parece del todo absurdo. Lo que es innegable es que eran
inteligentes. Las industrias que los prehistoriadores han estudiado
(fundamentalmente la Solutrense, que corresponde por
entero al Homo neanderthalensis), son de una factura elegante y
acabada, tanto en los utensilios pétreos como los fabricados con
huesos y astas de animales. También parece probado algún rasgo de
primitiva espiritualidad entre los neandertales. Los enterramientos
con flores o el más que seguro culto religioso al oso cavernario, no
dejan lugar a dudas en este sentido.
Neandertales
y cromañones coincidieron sin ninguna duda durante varias decenas de
miles de años en los mismos hábitats. La gran incógnita es si esa
convivencia fue pacífica o violenta. Los últimos descubrimientos a
través del análisis de ADN neandertal, muestran que existió algún
intercambio genético: en definitiva, sexo e hibridación de ambas
estirpes. Ahora bien, no parece que dicha hibridación fuera extensa
ni que se produjera en condiciones de igualdad. Según se apunta en
las conclusiones de los genetistas, tan solo las poblaciones europeas
actuales mostramos algún parentesco genético con los neandertales,
y ello en una medida muy limitada. Dicho en román paladino: los
europeos y algunos asiáticos somos cromañones con una pizca de
sangre neandertal; el resto de la humanidad, son cromañones y punto.
Así
que el dictamen es categórico: hubo poco sexo y mucha guerra.
Posiblemente también hubo canibalismo, una práctica que por muy
censurable que pueda parecernos, está más que demostrada a lo largo
y ancho de nuestra prehistoria. Si en un museo de ciencias naturales
os preguntan vuestros hijos qué ocurrió con esos neandertales
rubios y pelirrojos, la respuesta es bien sencilla: se los comieron
nuestros abuelitos.
La
vida es una enfermedad de transmisión sexual.
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