Antoine
Laurent de Lavoisier fue un parisino nacido en 1743,
cuya contribución a la ciencia, y muy en particular a la química,
le ha valido el título indisputado de padre de la química
moderna. Estudió Ciencias Naturales y Derecho, y fue elegido
miembro de la Academia de Ciencias en 1768. A los 28
años se casó con Marie Anne Pierrette
Paulze, la hija de un acaudalado aristócrata, una
belleza mítica en la Francia de su tiempo que, además de ser la
musa de muchos artistas de la época, compartió con Antoine su
pasión por la ciencia. Lavoisier investigaba y madame Lavoisier
tomaba notas de forma infatigable y traducía del inglés las obras y
escritos científicos que interesaban a los trabajos de su marido.
Lavoisier
se dedicó a la fabricación de pólvora, unificó los pesos y
medidas, y fue comisario del tesoro desde 1791. Introdujo importantes
reformas en los métodos de producción agrícola y en el sistema
tributario francés. Podemos considerar a Lavoisier como el iniciador
de los sistemas fiscales democráticos, donde se tributa de forma
progresiva, según el nivel de ingresos de cada ciudadano. En el
laboratorio que dirigían los Lavoisier, el mejor equipado y más
moderno de su época, se llevaron a cabo trabajos sobre la
combustión. Sus experimentos demostraron de manera
práctica la ley de conservación de la materia.
También descubrieron la composición del agua.
Lavoisier puso de relieve el papel del oxígeno en la respiración de
animales y plantas, y se cuidó de forma especial de la
estequiometría, pesando cuidadosamente los diferentes
productos y reactivos que intervenían en las reacciones químicas,
lo que resultó un avance crucial en el desarrollo de la química.
Fijó
el concepto de elemento
químico, y en colaboración con su colega Laplace, investigó en
profundidad el fenómeno respiratorio, midiendo cuidadosamente la
cantidad de dióxido de carbono producida en la respiración. Estudió
la fermentación alcohólica, descubrió el ácido
acético, y en fin, contribuyó al progreso de la química y
las ciencias naturales como ningún otro hombre de su generación.
Lamentablemente,
ni sus grandes méritos científicos, ni el unánime reconocimiento
internacional que recibió por parte de la comunidad científica de
su tiempo, sirvieron de nada. Durante el reinado del terror de la
Primera República, Lavoisier fue arrestado. Su participación en el
cobro de contribuciones fue decisiva para hacerle caer en desgracia.
Al pronunciar su sentencia de muerte, el implacable juez apostilló:
<<La república no precisa científicos ni químicos.>>
Antoine Laurent de Lavoisier fue guillotinado en el mes floreal de
1794, cuando sólo tenía cincuenta años, y acaso hubiera podido
dedicar otros veinte a sus investigaciones. Su cabeza, una de las más
privilegiadas de la Historia científica, rodó desde la cuchilla al
cesto sin que sirvieran de nada las protestas de sus amigos más
influyentes, algunos de los cuales corrieron idéntica suerte en las
semanas posteriores. Uno de los más ilustres, Joseph Louis Lagrange,
exclamó: <<Ha bastado un instante para cortarle la cabeza,
pero Francia necesitará un siglo para que aparezca otra que se le
pueda comparar.>> Más de dos siglos después, aun siguen
esperando.
Es
muy peligroso tener razón cuando los que gobiernan están
equivocados. Voltaire.
No hay comentarios:
Publicar un comentario