¿Creéis
que el viejo profe Bigotini sucumbe al Alzheimer y se ha equivocado al escribir
el título, eh? Pues no. No se trata de un error. Hubo un Imperio
rumano, que aunque ciertamente efímero, floreció en los Balcanes
durante unas cuantas décadas del siglo I a.C.
Su
fundador fue un monarca oscuro del que conocemos poco más que su nombre: Burebitsa. Un caudillo que unió las
distintas y dispersas tribus geto-dacias que habitaban el norte de los
Balcanes, para integrarlas en un imperio que no sobrevivió a su creador, pero
que constituye el primer antecedente histórico de la nación rumana.
Su
reinado comenzó hacia el año 80
a . C. El primer documento existente que menciona a
Burebitsa es una inscripción en mármol en honor de Acornion, un patricio de la
ciudad griega de Dionisopolis que actuó como embajador ante la corte del
caudillo rumano. La inscripción lo describe como el primero y más grande de los reyes de Tracia, dominador del
territorio que se extiende a ambas orillas del Danubio. También se refirió
a él Estrabón un siglo después, juzgándolo como un gran rey que levantó a su pueblo arruinado por las guerras, y que
por la abstinencia, sobriedad y obediencia a la ley, creó en pocos años un gran
reino, temido incluso por los romanos. Otro historiador griego, Dion
Crisóstomo, buen conocedor del país, dejó testimonio de que el monarca llegó a
conquistar todas las colonias comerciales griegas en la costa occidental del
mar Negro. Por lo demás, no existen representaciones pictóricas o escultóricas
de Burebitsa, ni siquiera una descripción física por la que podamos hacernos
una idea aproximada de su aspecto.
Aquellas
tribus geto-dacias no eran ni mucho menos las hordas de salvajes que algunos
historiadores han pretendido. Su evolución hacia formas culturales más
avanzadas se inició tempranamente. En el siglo VII a.C. mantenían ya intensas
relaciones comerciales con las colonias griegas del Ponto Euxino, y recibían
una importante influencia helénica. La instalación de tribus celtas en la Dacia
en el siglo IV a.C. terminó de configurar una sociedad razonablemente
tecnificada con el uso del hierro, culturalmente mixta por sus influencias
griegas y célticas, y políticamente avanzada, con la superación de la
estructura tribal, la creación de ciudades y el establecimiento de una economía
monetaria. La necesidad de la unidad nacional ante el creciente avance de Roma,
terminó por plasmarse en el nacimiento de un Estado y la formación de un
ejército poderoso bajo la fuerte personalidad catalizadora de aquel mítico
Burebitsa.
En
las guerras civiles romanas el caudillo balcánico tomó partido por Pompeyo,
quien reconoció las conquistas del monarca dacio a cambio de su nada
despreciable ayuda militar, pues según Estrabón, el ejército de Burebitsa
contaba con doscientos mil hombres. Dos meses después de que se estableciera
esta alianza, y antes de que las tropas dacias hubieran intervenido, César
obtuvo su decisiva victoria en Farsalia, lo que significó el principio del fin
del caudillo rumano. Los romanos prepararon una expedición contra Burebitsa,
concentrando un gran ejército en Macedonia. César fue asesinado (¿tú también,
Bruto, hijo mío?), y la campaña nunca se llegó a producir. Sin embargo,
coincidiendo casi exactamente con la muerte de César, es decir, en el mismo año
44 antes de nuestra Era, Burebitsa cayó también derribado por los rebeldes.
Murió a manos de sus propios opositores internos y compatriotas. Tras su
desaparición, su efímero imperio se fraccionó en mil pedazos, y literalmente la
nación que había fundado no volvió a resurgir hasta la unificación rumana
realizada en 1600 por Miguel el Bravo.
Las
conquistas de Burebitsa llegaron a incluir
gran parte de los Balcanes y grandes territorios de las actuales Hungría
y Eslovaquia, hasta los Cárpatos. Durante la reciente etapa socialista en
Rumania, la figura histórica de este caudillo se mitificó por obra de la
propaganda nacionalista del régimen de Ceaucescu. Sirva esta pequeña pincelada
histórica como modesto tributo del blog de Bigotini a nuestros muchos amigos
rumanos. Ellos se han integrado perfectamente en nuestra sociedad, y es justo
que conozcamos también algunas páginas de su Historia, no menos rica e
interesante que la nuestra.
El
patriotismo es la virtud de los depravados. Oscar Wilde.
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