Los
pioneros en la evolución de los vertebrados fueron los agnatos
o peces sin mandíbula. Sus restos se han
encontrado en rocas de fines del periodo cámbrico, de hace más de 520
millones de años. Estos primeros peces carecían de mandíbulas. Tampoco contaban
con aletas que pudieran estabilizarlos en el agua. La mayoría de estos peces,
casi todos de pequeño tamaño, se limitaban a succionar microscópicas partículas
nutritivas en el barro del fondo marino, o a alimentarse del plancton en aguas
superficiales. Sólo dos tipos de agnatos han sobrevivido hasta nuestros días.
Ambos son altamente especializados: los mixínidos, peces carroñeros en forma
de gusanos, y las más familiares lampreas.
El
esqueleto interno de los agnatos estaba constituido íntegramente por cartílago.
A diferencia del hueso, el cartílago se descompone. Si tenemos noticia de su
existencia, es porque al menos algunos de ellos cubrían su cuerpo con un
revestimiento óseo. Una gran coraza de hueso protegía sus cabezas, y numerosas
escamas cubrían el resto de su organismo. Era la única defensa con que contaban
para protegerse de sus depredadores, que entonces eran en su mayoría enormes
escorpiones marinos. Las corazas óseas fosilizadas entre las rocas han valido a
los agnatos el nombre colectivo de ostracodermos,
con el significado de piel de concha.
Pese a carecer de mandíbulas, los ostracodermos dominaron mares, lagos y ríos
del hemisferio norte durante unos 130 millones de años., desde principios del ordoviciense
hasta el final del devónico.
Sus
agallas, por detrás de la boca succionadora, reposaban sobre una serie de arcos
constituidos por cartílago, entre los cuales se encontraban las hendiduras de
las agallas. Probablemente las mandíbulas evolucionaron a partir del primer
arco de las agallas, que se replegó y se unió en la línea media, para formar
las mandíbulas superior e inferior. Los dientes se desarrollaron a partir de la
piel que revestía la boca de estos peces primitivos. El segundo arco de las
agallas (hiomandibular) se desplazó para sujetar las mandíbulas por detrás, y
aparecieron ligamentos que las fijaron a la caja craneana. Las primeras
hendiduras de las agallas se convirtieron en diminutos orificios, los
espiráculos (véase la ilustración).
Millones
de años más tarde, los peces óseos con mandíbula (paleoníscidos)
se dividirían en dos líneas: los teleósteos,
que constituyen la mayoría de los peces actuales, desarrollaron una vejiga
natatoria que regula la flotación. El otro gran grupo, los peces
pulmonados, desarrollaron pulmones con los tejidos replegados
para aumentar la superficie de absorción de oxígeno, lo que les permitió salir
del agua y adaptarse a la vida en tierra firme. De estos peces pulmonados
descendemos el resto de los vertebrados terrestres.
No
tengo miedo a morir, pero no me gustaría estar allí cuando eso ocurra.
xd
ResponderEliminar