Estás
parado en un semáforo en medio del tráfico, cuando de repente comienzas a oír
la sirena de una ambulancia. Sin la menor dificultad descubres de qué dirección
proviene el sonido. Si prestas un poco más de atención, de inmediato averiguas
también si la ambulancia se acerca o se aleja. Quizá no te has parado nunca a
pensarlo, pero el sonido se irá haciendo paulatinamente más agudo si la
ambulancia se acerca, y más grave cuando se aleja de ti. Esto es lo que se
conoce en física del sonido como efecto Doppler.
El
equivalente al efecto Doppler también puede ser aplicado a la luz visible. En
1925 el gran astrónomo y astrofísico Edwin Hubble
observó que la luz que emitían las galaxias mostraba un desplazamiento
característico hacia el extremo menos energético del espectro, la llamada zona roja, donde las longitudes de onda son
mayores. Ocurre que, del mismo modo que los sonidos que se alejan se van
haciendo más y más graves, los objetos luminosos que se alejan experimentan un desplazamiento
hacia el rojo mayor cuanto más rápidamente se esté alejando el objeto
en cuestión.
Hubble
comprobó que cuanto más lejos estaban las estrellas y las galaxias, más rápido
se alejaban. De esta forma realizó un descubrimiento monumental: el universo se está expandiendo
constantemente. Cada galaxia se aleja de todas las demás y lo hace cada vez
a mayor velocidad. Si dibujas diminutas manchas de colores en un globo y lo
hinchas, verás que todos y cada uno de los puntos dibujados en la superficie
del globo se alejan entre sí. Pues bien, el universo se comporta de forma
similar. Este descubrimiento se conoce como ley de Hubble: la velocidad a la que las galaxias se alejan
de nosotros es directamente proporcional a su distancia de nosotros. Cuanto
más lejos están, más rápido se están alejando.
Medir
la velocidad de las galaxias resulta relativamente sencillo. La magnitud del
desplazamiento hacia el rojo se corresponde con la velocidad de la galaxia.
Calcular las distancias ya es otra cosa. Hubble ideó una ecuación bastante
simple: v = H0.D, donde v es la velocidad de una determinada
galaxia, D es su distancia de
nosotros y H0 es una
constante, que ahora llamamos constante de Hubble. Él estimó que el valor de
esta constante era 500, medida en unidades de kilómetros por segundo por megapársec (un megapársec son 3,26 millones de años luz). La imprecisión de esta
constante era de alrededor del 10%. Así por ejemplo, según Hubble, si una
galaxia está a una distancia de 5 megapársec,
su velocidad relativa respecto a nosotros es de unos 2.500 kilómetros
por segundo.
El
hallazgo de Hubble es uno de los más sorprendentes e importantes, no sólo de la
astronomía, sino en general de la ciencia de todos los tiempos. Podría
compararse sin exageración a las acertadas intuiciones de Darwin sobre la
evolución de las especies y la selección natural. Y es que Hubble no se limitó
a descubrir el universo en expansión. En efecto, conociendo el valor real de
la constante de Hubble, puede darse marcha atrás al reloj y calcular el tiempo
transcurrido desde el big bang, la gran explosión que dio
origen al universo. En las últimas décadas los astrónomos se han esforzado en
fijar el verdadero valor de la constante. Hoy en día gracias a las
observaciones del fantástico telescopio orbital bautizado con el nombre de
Hubble, parece haberse alcanzado un consenso. Se admite que H0 = 70,4 + 1,4 kilómetros por
segundo por megapársec. La estimación
actual de la edad del universo es de 13.750 + 110 millones de años.
Fijaos en que la imprecisión es de un insignificante 2%. Algo increíble.
En
cualquier caso, no conviene lanzar las campanas al vuelo. Podemos medir la
proporción de materia oscura y de energía oscura del universo, pero ni por
asomo sabemos lo que son. Tenemos una idea bastante aproximada de la edad del
universo, pero seguimos preguntándonos si tendrá un final y cuándo llegará. Por
supuesto, tampoco sabemos si hay vida inteligente fuera de nuestro planeta (en
él sabemos por amarga experiencia que no la hay, aunque algunos se crean muy
listos). En fin, te equivocarás si te acercas a la ciencia buscando respuestas.
La ciencia te proporcionará siempre preguntas, y cuanto más sepas, te darás
cuenta de que mucho más es lo que ignoras. Piensa en ello y disfruta las
preguntas. Sobre todo las que no tienen respuesta.
“Sigo preguntándome si habrá vida
después de la muerte. Y si la hay, ¿le cambiarán a uno un billete de veinte
pavos?” Woody
Allen.
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