Si
ya tienes una edad provecta, quizá los reyes magos te hayan obsequiado una de
esas maquinitas para tomar la tensión. Recientemente se ha popularizado entre
quienes padecen hipertensión arterial el uso de tensiómetros digitales fáciles
de manejar. Es más, he observado que en ocasiones estos aparatos figuran en los
botiquines domésticos de personas que ni siquiera son hipertensas. En principio
parece una medida preventiva muy recomendable. No obstante, un uso
indiscriminado de los tensiómetros, lejos de ser aconsejable, puede fomentar
cierta tendencia a la hipocondría y traer como consecuencia alarmas
innecesarias. Al objeto de aclarar algunos conceptos básicos, e ilustrar sobre
la buena praxis en la medida de la presión arterial, Bigotini os ofrece unos
consejos y recomendaciones elementales.
Para
empezar, conviene elegir bien el aparato. No son demasiado fiables los que
toman la presión en los dedos. Lo aconsejable es utilizar tensiómetros de
manguito que rodee el brazo. También es importante que el manguito tenga un
tamaño adecuado al perímetro del brazo. Los manguitos demasiado pequeños
arrojan cifras tensionales anormalmente elevadas, mientras que los
excesivamente grandes, tienden a dar cifras más bajas. Lo ideal es adquirir un
manguito de la medida adecuada. En caso de modelos baratos que no ofrezcan esta
posibilidad, es preferible elegir un manguito grande, cuyo error es algo menor
que el pequeño, y además servirá para tomar la tensión al resto de la familia,
a los amigos, al vecindario y al Orfeón donostiarra. No olvides que hay que
calibrar el aparato al menos una vez al año. No compres el tensiómetro en un
establecimiento que no te ofrezca esta posibilidad.
Comprueba
tras las primeras tomas cuál es el brazo donde las cifras son más elevadas
(siempre existe una ligera diferencia entre ambos), y elige ese brazo siempre
para seguir los controles. Verás que en la pantalla digital aparecen tres
cifras en cada toma. La primera es la presión arterial sistólica, PAS o PS, que
corresponde a la sístole o impulso mediante el cual el corazón expulsa la
sangre hacia el resto del cuerpo. La segunda cifra es la presión arterial
diastólica, PAD o PD, que corresponde a la diástole en la que el corazón se
relaja, disponiéndose a llenarse de sangre nuevamente. Estas tensiones
sistólica y diastólica suelen expresarse abreviadamente con una barra entre
ambas, por ejemplo: 130/75. La tercera y última cifra expresa la frecuencia
cardiaca (FC), es decir, el número de latidos del corazón por minuto.
Ahora
que ya tienes claro qué es lo que pretendemos medir, veamos cuándo conviene
hacerlo. Lo principal es que la persona se encuentre tranquila y relajada. Hay
que elegir un lugar cómodo y agradable, y descansar cinco o diez minutos antes
de efectuar la medición.
No conviene tomar la tensión después de las comidas ni tras
haber realizado algún esfuerzo. Si has bebido alcohol, fumado o tomado café,
debes dejar transcurrir al menos una hora antes de la medición. Los
mejores momentos pueden ser al levantarse y un poco antes de la cena. También se
recomienda tener la vejiga vacía. Hay que orinar antes de tomarse la tensión.
Sabido
qué y cuándo, nos ocuparemos de cómo hay que tomar la tensión. Siéntate
en una silla o sillón cómodo, reclina la espalda y no cruces las piernas.
Coloca el brazo extendido a la altura del corazón, y apóyalo sobre la mesa o en
el brazo del sillón. Es aconsejable realizar tres tomas seguidas con un
intervalo de unos tres o cuatro minutos. La primera se desestimará (siempre
suele ser la más elevada). Se tendrán en cuenta la segunda y la tercera, y se
dará por válida la más baja de ellas, o bien se calculará la media aritmética
de ambas. Anota cuidadosamente las medidas, sin olvidar consignar la fecha y la
hora, y llévalas a la consulta periódica del médico o de la enfermera.
Si
con la medicación que te han prescrito mantienes unas cifras tensionales
razonablemente controladas, es decir, sin llegar a 160/90, continua tomando esa
medicación tranquilamente. Si las cifras están por debajo de esos límites, son
normales o incluso bajas, no por ello abandones la medicación. Será
tu médico quien te indicará cuándo debes hacerlo. Por el contrario, si las
cifras superan la barrera de 160/90, solicita consulta con él, y mientras tanto
sigue con la medicación prescrita. Sólo debes plantear acudir a un servicio de
urgencias cuando la tensión arterial se sitúe reiteradamente por encima de 180/100,
sobre todo si la medición elevada se acompaña de cefalea intensa, visión doble
o borrosa, mareo, náuseas, confusión o malestar generalizado.
Muy
bien, ya está. ¿Y ahora qué? Pues ahora lo más importante es que no conviertas
la medida de la tensión arterial en una especie de obsesión que no conduce a
nada bueno. De nada sirve tomar la tensión cuando te encuentres mal, acabes de
tener un disgusto o tengas los nervios a flor de piel. En esos casos
seguramente estará anormalmente elevada, y quizá la medición no sea
significativa. En definitiva, si el dichoso aparato va a servir como constante
causa de preocupación y alarma, lo mejor es que lo vuelvas a meter en su caja,
le pongas un lazo y lo regales a tu cuñada por su cumpleaños. Puede que ella le
de mejor uso. Tu sigue acudiendo como siempre cada dos semanas a la consulta,
toma la medicación que te ha prescrito tu médico, y déjate de aparatos.
La salud no es más que un estado transitorio entre dos periodos de enfermedad, y además, no presagia nada bueno. Winston Churchill.
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